Coraje y corazón

CORAJE Y CORAZÓN.

Uno no distingue con nitidez cuándo decidió unir su destino a los colores rojiblancos. Como si de un chispazo en la memoria se tratara, ésta alcanza a vislumbrar la imagen en blanco y negro de una portada del diario “As” con la fotografía de una afición envuelta en banderas, bajo la leyenda Alirón, Atleti campeón. Sí resulta inolvidable aquella atmósfera tan diáfana e inocente como la que suele rodear a la primera novia o envolver al primer  hijo.

En terrenos deportivos se escucha el eco de lo importante es participar. Sin embargo, esa cultura finalista del éxito que ha acabado por imponerse empuja con insistencia a fijarse más en el resultado definitivo que en el trabajo para alcanzarlo. Y frente a quien cree que lo importante del árbol es el fruto, otros, sin embargo, perseveramos en la creencia de que es la semilla.

Los trofeos importa merecerlos tanto como ganarlos. Un resultado adverso será una contrariedad. Nunca un fracaso. Nosotros nos hemos doctorado en una escuela que sabe contemplarlo sin la menor amargura, con firmeza en nuestra fe y saludando con respeto y admiración la lucha infatigable y el sincero compañerismo de quienes cayeron en el envite. En verdad, lo percibimos y nos satisface como una victoria.

Más difícil que ganar o perder, resulta en el deporte saber digerir el triunfo o la derrota. Puede leerse en El Quijote: Llaneza muchacho, no te encumbres. Formidable valor, tanto ejemplar como formativo, cuando la vida está repleta de altibajos. Hoy todavía puede creerse en medio de la incredulidad y el pesimismo. Algo inaprensible, silencioso, potente… que anuda la garganta y estremece el cuerpo… es la insólita presencia de coraje y corazón.

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