La página en blanco

Genaro Montes avanzó con decisión hacia la tribuna. Disponía de quince minutos para disertar sobre el título asignado: “Los españoles ante la adversidad”. Al abrir el portafolios un sudor frío recorrió su cuerpo. Las cuartillas que debían contener el discurso estaban en blanco. Lejos de descomponerse mantuvo el tipo. Incluso, se atrevió a mostrar sin rubor las hojas vacías ante aquél repleto auditorio de quinientas almas, al mismo tiempo que exclamaba:

  • Como pueden comprobar todos ustedes, la impresora no tenía tinta.

La perplejidad del público duró milésimas de segundo. Inmediatamente, el estruendo de las carcajadas invadió la sala. Genaro, allí frente a todos, musitó casi sin querer:

  • Tinta es lo que yo voy a sudar ahora.

Pero el micrófono ya encendido lo captó. El resultado: más y más risas ahogadas con algunos tímidos aplausos. Sin saber por qué razón, el orador empezó a sentirse cómodo y recordó lo que su abuelo le había enseñado de niño: “En tus apuros y afanes, pide consejo a los refranes” y con cierta dosis de seguridad dijo:

  • Señoras y señores, a mal tiempo buena cara, que Dios aprieta pero no ahoga, pero a Dios rogando y con el mazo dando, porque haciendo y deshaciendo se va aprendiendo, así es que borrón y cuenta nueva, que por probar nada se pierde y querer es poder.  

La gente continuaba riendo y aplaudiendo. Genaro miró su reloj. No había transcurrido ni siquiera un minuto. Aún le restaban catorce. Y con resignación se dijo para sí, esta vez sin micrófono de por medio: Soy como Genaro, el de los catorce, un tipo con suerte; y comenzó serenamente su intervención con estas palabras:

  • En tiempos de adversidad el optimismo es una necesidad. Debiera ser un objetivo  justo y anhelado por cada uno de nosotros acabar con el negativismo de la ineficacia, con el pesimismo de la impotencia y con el derrotismo de la incapacidad. Tengamos confianza. Que la inquietud perenne de la mente y el corazón humanos siembre termina por aportarnos luz y norma, orientación y método, que son reserva y esperanza con que afrontar el incierto  porvenir.

Pasados unos minutos, Genaro Montes había cautivado a la audiencia con su verbo jugoso y sentido y con un estilo preciso y directo. Su lenguaje optimista creó una atmósfera de convicción y agrado entre los oyentes.

Tras echar un vistazo al reloj comprobó que su tiempo estaba a punto de expirar.

  • Termino con un ruego: No renuncien a aquello por lo que vale la pena luchar en sus vidas. Empleen todas sus energías y todos sus recursos: conocimientos, talento, voluntad, constancia, sacrificio… . No decaigan ante la contrariedad, no sucumban al desencanto, no se acobarden por las críticas; manténganse firmes en su empeño, no cesen hasta haber alcanzado su objetivo. Y procuren terminar el día habiendo elevado la mirada al Cielo. Solo así triunfan las grandes causas, que siempre comienzan, no lo olviden, por una página en blanco. Pónganse a escribir su misión. Nunca es tarde si la dicha es buena. Les agradezco su atención.

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