Obispo de Alejandría, Juan fundó setenta iglesias y dos monasterios, pero pasa a la santoral eternidad por su perseverante caridad hacia los pobres a quienes llamaba «mis señores». Para él, dar limosna al pordiosero, como su nombre indica, es dárselo a Dios pero sin esperar correspondencia. El dar, desposeerse es la sabiduría más alta que Juan el limosnero comparte con todos los santos, pero en él se trata de una especialidad. Para tener, hay que dar; para ganar hay que perder.
Nosotros nos excusamos con una racional prudencia a la hora de dar limosna. ¿Y si los pobres nos engañan? ¿Y sin son unos granujas desagradecidos? ¿Y si son unos holgazanes? ¿Y si se los gastan en vicios? San Juan el limosnero que fue racional y prudente en la tarea de predicar, no lo fue, en cambio, en la de dar trigo, porque debió de pensar que si Dios examinase con tanto rigor nuestras peticiones nunca recibiríamos nada.
Fuente. La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol
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