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Krasni Bor y mucho más

“En febrero de 1943, una segunda operación, la Estrella Polar, tenía como objetivo romper por completo el asedio rodeando el 18º Ejército alemán por el oeste y cortando la comunicación ferroviaria con la retaguardia, emplazada en Pskov. Fracasó a causa de la lluvia, de la actitud de Hitler (por fin cautelosa después de Stalingrado), y de la División Azul española, que defendió la posición en una feroz guerra de trincheras cuerpo a cuerpo. (Hockenjos, quien con anterioridad había despreciado a los españoles como «un hatajo de quijotes, caballeros adeptos al puñal y tenores de opereta», seguramente tuvo que comerse sus palabras)”.

Quien así escribe es Anana Reid en Leningrado. El asedio más épico de la Segunda Guerra Mundial, y está haciendo referencia a la batalla de Krasni Bor, así conocida en la historia bélica española, que se libró entre el 10 y el 13 de febrero de 1943 en la periferia de Leningrado y en la que 5.000 españoles frenaron en épica hazaña la ofensiva de 38.000 soldados del Ejército Rojo. Aquellas palabras que quizás tuvo que comerse el oficial alemán Fritz Hockenjos, según la autora del libro, encajan en la descripción que sobre los españoles recogiera Angel Ganivet en Idearium Español acerca de la diferencia entre espíritu guerrero y espíritu militar: “Son términos que suelen emplearse indistintamente, pero son opuestos entre sí. El espíritu guerrero es espontáneo y el espíritu militar es reflejo. El uno está en el hombre, y el otro en la sociedad. Uno es un esfuerzo contra la organización, y el otro es un esfuerzo de organización. España es, por esencia, un pueblo guerrero, no un pueblo militar; un pueblo que lucha sin organización”.

El modo tan desconcertantemente español de hacer la guerra rezuma en ciertos detalles relatados por el divisionario Dionisio Ridruejo en Cuadernos de Rusia: “En los muros exteriores de una isba hay pegados unos carteles de toros de Córdoba y Sevilla. Los carteles taurinos españolizaban simbólicamente los puestos de mando de los regimientos y batallones de la División Azul”. También cuenta Ridruejo que los soldados españoles se mostraban refractarios al idioma local. Apenas unas palabras sabían pronunciar y los nombres de las poblaciones y aldeas rusas son castellanizados de inmediato. “Los nativos y, especialmente, los niños, nuestros mejores amigos, van, en cambio, tomando nuestro lenguaje con creciente generalidad. Un muchacho que iba atizando al caballo de un trineo lo hacía acompañando de buenas palabrotas castellanas: “Arre cabrón, me cago en la madre que te parió”. Huella indeleble impresa por el soldado español en tierra extraña.

En su libro Berlín, años cuarenta recoge Ramón Garriga la anécdota contada por el agregado militar de la embajada española, teniente coronel Jose Luis Roca de Togores sobre un sargento de la División Azul que encontró a Rusia demasiado fría y decidió hacer turismo en moto por países de clima más cálido hasta llegar a Grecia: “Mi sorpresa fue enorme, relata Roca de Togores, cuando un día me comunicaron del Alto Mando alemán que desde Atenas informaban que había llegado en moto un combatiente de la División Azul que decía ser hijo del general Muñoz Grandes”. La respuesta del agregado militar fue inmediata: “El general Muñoz Grandes no tiene un hijo en edad militar; envíenme a Berlín a este individuo de la División Azul”. El sargento debidamente custodiado fue entregado a las autoridades militares españoles y Roca de Togores se encontró con un andaluz cerrado que no sabía aclarar bien la aventura que había vivido. Sin embargo, había que reconocer la extraordinaria proeza realizada por aquel hombre, pues sin saber ni una palabra de alemán, ni poder exhibir papel de ninguna clase, había logrado pasar por media docena de controles militares, viajado por media docena de países, logrado comida para él y gasolina para su moto y alcanzado la meta que se había propuesto. Roca de Togores fue escuchando el relato de aquel andaluz simpático y heredero de la antigua casta de aquellos españoles lanzados a recorrer el mundo. No le interrumpía porque se divertía con aquel personaje de la vieja y clásica picaresca, pero en un momento dado tuvo que cortar su verborrea y advertirle: “lo que no te perdonaremos es que dijeras a los alemanes que eras hijo del general Muñoz Grandes”. La respuesta del andaluz desarmó a nuestro agregado militar: “Con perdón de mi teniente coronel, yo no me presenté como hijo del general Muñoz Grandes; solo dije a los alemanes que el general nos trataba a todos como hijos suyos. No es culpa mía si los alemanes son unos brutos e interpretaron mal mis palabras”. Genuino arrojo de un guerrero de estirpe hispánica.

Al margen de la estricta acción de combate, episodios anecdóticos como los narrados constituyen, según Ridruejo, “estupenda riqueza cuando se recuerde, eliminados los sinsabores como los elimina siempre, defensivamente, la memoria que trabaja para la esperanza”. Pero entre los sinsabores hay que recordar que cientos de soldados españoles murieron en aquella cruenta y feroz batalla de Krasni Bor, y muchos miles más dejaron su vida en tierra rusa, sin olvidar a los que quedaron prisioneros en el Gulag soviético sometidos a una vida infrahumana. Que conste también para la historia que en aquellos campos de la muerte tendría lugar la primera reconciliación entre españoles de los dos bandos de la Guerra Civil, treinta años antes de la que fue sellada en la Transición de 1978. Aquellas siniestros campos con sus hostiles alambradas y asesinas torres de vigilancia fueron testigos del encuentro y la convivencia entre soldados de la División Azul y republicanos, en particular, pilotos, marinos y “niños de la guerra”, todos encerrados por la barbarie comunista. Contra esta se revolvieron un día ambos bandos de españoles organizando una huelga contra sus carceleros. Hermanados ante la injusticia, sin diferencias en sus ideales y unidos por una causa común: su amor a España y por el mismo deseo de volver. Solo unos cientos lo lograrían en legendaria resurrección.

Artículo publicado por Raúl Mayoral Benito en el diario digital El Imparcial el 12 de febrero de 2023. https://www.elimparcial.es/noticia/249953/opinion/krasni-bor-y-mucho-mas.html