El jueves 11 de febrero de 1858 su madre la envía a recoger leña a orillas del Gave acompañada por su hermana menor y la amiga de ambas, Jeanne Abadie; es entonces cuando la niña, de catorce años, débil complexión y sufriendo asma, ve a una bella Señora en la gruta de Massabielle. «Soy la Inmaculada Concepción», le dirá la Virgen. Es la primera de las dieciocho apariciones que se sucederán hasta el 16 de julio.
Empieza un calvario de desconfiados interrogatorios, amenazas, coacciones e insultos. Bernadette lo resiste todo con una dignidad y una paciencia que acaban por impresionar a sus jueces; hasta que Lourdes se convierte en un hecho de dimensiones universales. A los veintidós años ella se retira a convento de las hermanas de la Caridad de Nevers convirtiéndose en sor María Bernarda. Continúan importunándola («Vienen a verme como un bicho raro»), pero la hija del humildísimo molinero Soubirous será una monja más, siempre luchando contra el asma («Mi trabajo es estar enferma»), hasta que muere tras una dolorosa enfermedad a los treinta y cinco años.
La privilegiada Santa Bernadeta desaparece en seguida en lo oscuro mientras Lourdes pasa a ser el mayor centro de peregrinaciones de los tiempos modernos, dejando toda la luz, la gran estela de milagros, para la Virgen; ella se oculta en la insignificancia y muere besando el crucifijo para vencer su miedo a la muerte «¡Cuánto se tarda en llegar al Cielo»!
Qué niña más inocente y más Santa… me la como a besos 😽 No te haré feliz en esta vida… pero si en el Cielo