La única virtud de Sánchez es haber puesto de actualidad las dos clases de ceguera que, según el emperador romano Septimio Severo, se combinan fácilmente, “la de aquellos que no ven lo que es y la de aquellos que ven lo que no es”. Cuando en 1948, el Daily Telegraph supo de la publicación en braille por una editorial de la URSS de El Capital, de Marx, tituló la noticia con su persistente humor británico: “Un ciego para guiar a otros ciegos”. El editorialista ya pensó en Sánchez.
Tras el telón del progresismo muchos han sido incapaces de ver los mayores estropicios materiales e intelectuales que se han cometido y se siguen cometiendo. Bajo la bandera progresista se justifican los regímenes iliberales de China, Rusia, Irán, Corea del Norte y los populismos revolucionarios abigarrados en torno al Foro Sao Paulo. También el progresismo siente una estremecedora fascinación por el Islam, incluso la vertiente violenta, a la que trata condescendientemente. Además, ampara como manifestaciones más flagrantes de sus postulados el pensamiento débil, la corrección política, la ideología de género, el borrado de la memoria histórica, la acción del hombre sobre la naturaleza como causa del cambio climático… Y en España, los progresistas domésticos abogan por la fragmentación de la nación (“es que el español roba”), y por el combate contra la Iglesia católica (“son carcas”).
El drama del socialismo es que siempre postuló que la colectividad produce prosperidad. Y la historia ha demostrado que un individuo puede prosperar por sí mismo. Y eso es letal para el socialismo y su farsa progresista. Por eso, el mantenimiento de las mayorías absolutas del PSOE en España no tuvo tanto mérito como parece. No fue fruto de una credibilidad y confianza electoral, sino de un voto colectivo cautivo, comprado y manipulado por la monitorización televisiva. Por medio del Instituto de la Mujer se controlaba el voto femenino. El Instituto de la Juventud permitía llegar a los cinco millones de jóvenes con derecho a voto en los finales de los ochenta y principios de los noventa. El INSERSO compraba las voluntades de los seis millones de pensionistas de la época. Las Administraciones públicas con su legión de funcionarios, fueron un agradecido apoyo al PSOE. El PER andaluz cerraba el círculo. Así, el humanitarismo fue la gran coartada del nihilismo del Estado socialdemócrata del bienestar. Ya se advirtió antes de la IIGM que el socialismo real y el fascismo serían la cizaña en los trigales de la Europa del siglo XX.
Lo que ocurre hoy en España es que sigue latente una guerra civil en los campos de batalla ideológico y cultural. Un bando con españoles anclados en el pasado (los progresistas), que gritan contra el franquismo y la extrema derecha. Otro bando de españoles con la mirada en el futuro; unos padecen el complejo de víctimas; otros ansían libertad y prosperidad. Muchos desean que un Partido de Estado les convoque para hacer algo grande por su país. No que su país lo haga por ellos.
Artículo publicado por Raúl Mayoral Benito en el diario digital El Imparcial el 18 de junio de 2023. https://www.elimparcial.es/noticia/255720/opinion/partido-de-estado.html
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