Archivo por meses: mayo 2025

El desorden del poder

En su obra El poder Romano Guardini afirma que los sabios de todas las grandes culturas han conocido el peligro del poder y han hablado de su sometimiento. Los riesgos de este es que induce al orgullo y al desprecio del derecho. Al hombre violento, dice Guardini, se contrapone el que guarda la moderación, respeta a los hombres y mantiene el derecho.

Hubo un tiempo en que poderoso y humilde eran términos sinónimos, porque la humildad era una virtud de fuerza, que proporcionaba magnanimidad en el ejercicio del poder. Y el humilde era el fuerte, el magnánimo, el audaz, que se abaja de su trono y se hace par de los demás. La humildad así concebida suponía un noble y generoso servicio al prójimo. Sin embargo, durante toda la Edad Moderna, la palabra humildad ha perdido su significado, convirtiéndose en sinónimo de debilidad, incluso, de cobardía. Como sostiene Guardini, es ya una palabra que reúne todo el compendio de lo que Nietzsche denominó “decadencia” y “moral de esclavos”.

Hoy la política debiera ser una simbiosis perfecta entre poder y humildad. Así no sería visto aquel con temor o desconfianza o expuesto al rechazo y la condena. El poder tiene el riesgo de su desorden, que consiste en considerarlo un absoluto desembocando en la rebelión contra la ley y en el ejercicio de la violencia.

Fuente gráfica: Diario El Mundo 30 de mayo de 2025

Él me obligó

La ristra de mensajes de whatsApp entre Pedro Sánchez y José Luis Ábalos publicados estos días por la prensa revelan dos hechos que muchos ciudadanos intuían sin atreverse a certificar. Primero, que Sánchez dirige el PSOE con estalinista mano de hierro siendo implacablemente intolerante con la discrepancia. Demasiada evidencia constituye el expediente abierto a unos ingenuos diputados socialistas de las Cortes de Castilla y León que mientras censuraban al Gobierno, olvidaron apagar un micrófono, convertido en aliado del presidente. El segundo hecho es consecuencia del anterior. El todopoderoso Sánchez obligó a Ábalos a ser el portavoz de la moción de censura que en 2018 acabó con el gobierno de Mariano Rajoy.

Ábalos siempre fue muy ligero de cintura, tanto a la altura de los bolsillos, de chaqueta o pantalón, como para abajo. Manejar ingentes cantidades de dinero en efectivo y pernoctar en Paradores de Turismo son sus dos grandes debilidades. Al contrario que su mentor, que dice haber escrito Manual de resistencia, el exministro pensaba titular sus memorias Manual de débil resistencia. Muy debilitado, se vino abajo cuando su jefe le ordenó subirse a la tribuna del Congreso para decirle a Rajoy y, al mismo tiempo, a todos los españoles que “la decencia debe ser algo esencial, no algo accesorio”.

Para quien nunca ha conocido la decencia resulta harto difícil aquilatarla. Pero José Luis tragó carros y carretas. Y como su padre saltaba al ruedo, él saltó irremediablemente al albero del hemiciclo, consciente de que su jefe, tan despiadado con sus subordinados, puede resultar menos noble que un novillo dispuesto a embestir. Sin poder servirse del ChatGPT, por entonces no operativo, Ábalos se vio en la titánica tarea de elaborar un sólido discurso contra la corrupción. Le resultó tremendamente arduo denunciar aquello en lo que él siempre creyó y constituía su forma de vida. Aun así, lo logró. Y además con éxito en el resultado. Cayó el Gobierno del PP y engañó a media España.

Pero la amistad entre Pedro y José Luis ya no fue la misma desde aquel día. Y a estas alturas, se comprende que Ábalos no se lo perdone a Sánchez. El discurso que este le mandó pronunciar en el Congreso fue una auténtica traición a los principios de Ábalos. El trance más doloroso de su intervención fue al manifestar: “Nosotros no tenemos que decirle a nadie que se vaya del Partido, porque ya lo ha hecho. Nosotros no tenemos ningún caso así”. José Luis sabía que, más pronto que tarde, eso se volvería contra él, ya que permanecería fiel a sus valores y, además, jamás se iría voluntariamente del Partido. Hoy, apenas hace uso del whatsApp, salvo para enviar el mismo mensaje a sus señoritas de compañía: Él me obligó.