Ha tenido que incendiarse la grandiosa catedral de París para que propios y extraños recuerden los orígenes cristianos de Europa. Toda la cultura europea está impregnada de Cristianismo porque “la fe se hace cultura”. El continente europeo se teje a través de rutas religiosas como el Camino de Santiago, y comerciales como el río Danubio. El pensamiento filosófico se concibe fecundamente en las Universidades europeas para luego descender posteriormente al terreno de la política en clubes, cafés y parlamentos diseminados por las naciones de Europa. Se forja una unidad espiritual y cultural cuyo hilo central es la fe religiosa.
El patrimonio europeo contiene ingredientes propios de la filosofía griega, del Ius romano y del Cristianismo. La primera se pregunta ¿Qué es el hombre? El segundo convierte a éste en sujeto de relaciones jurídicas. El Cristianismo supera a aquellos al hacer del hombre un ser libre. Mejor es depender del cielo que de los hombres, decía Chateaubriand, quien en su obra El genio del cristianismo está presente como lema vivo y luminoso “religión y libertad”. Para el autor francés, el cristianismo es el pensamiento del porvenir y de la libertad humana, es una religión de libertad, ante la cual se puede inclinar la frente sin vileza.
La trascendencia judeocristiana siempre defendió en Europa y en todo el orbe la libertad para abolir la esclavitud, rectificó las nociones de lo justo y lo injusto, sustituyó la duda por la afirmación y abrazó a toda la Humanidad. Europa debe volver a sus raíces. “Sé tú misma”. Su drama es que ha perdido su identidad y se halla extraviada e insegura. Siente miedo ante el extraño. Desconfía del extranjero. No acoge, sino rechaza. Europa debe volver a defender la libertad y la dignidad frente a quienes incendian la convivencia, prenden fuego a libros, parlamentos o templos. Solamente a base de la triple tradición griega, romana y judeocristiana es posible levantar la estructura de una Europa nueva. Todo intento de reconstrucción exclusivamente político o económico no tardará en desmoronarse.
La desgracia o gracia de Notre Dame ha sido una señal. ¿Cómo Dios permite esto? ¿Dónde está Dios? Dios permanece ausente y en silencio, se dice. No. Dios está entre nosotros y nos habla pero el griterío del hombre impide escuchar su palabra. Ante la cerrazón de Europa, la llama clara y dulce de la verdad y la caridad cristianas permanece alumbrando a los hombres que buscan los fundamentos espirituales y morales de una convivencia pacífica. La conciencia cristiana de los pueblos no está todavía muerta. Lo único que une, enlaza y perpetua lo que llamamos en su esencia lo europeo es la tradición cristiana. Y de eso, precisamente, nadie quiere hablar. Lo esencial y lo moderno parece ser encontrar cualquier solución o fórmula que postergue la idea cristiana. Lo que Europa ha llegado a ser lo ha sido bajo la Cruz. Si se aparta de la Cruz, dejará de ser Europa. María estaba junto a la Cruz. Y Jesucristo ha resucitado.
Artículo publicado por Raúl Mayoral Benito en el diario digital El Imparcial el 21 de abril de 2019. https://www.elimparcial.es/noticia/200552/virgen-de-europa.html