Si bajo los adoquines estaba la playa, bajo la cripta de Cuelgamuros están los votos. Eso debió pensar Sánchez cuando observaba absorto por televisión a la turbamulta independentista arrasar las calles de Barcelona. Se arrellanó cómodamente en su sillón sabedor de que sacando al dictador del Valle de los Caídos remontaría en escaños. Una salida a discreción y no con discreción. Carmen Calvo dixit and pixit. Cautivo y desarmado ante el independentismo golpista, Sánchez intentaba mostrarse altivo y blindado ante el cadáver de Franco. A la izquierda española le supera esa irrefrenable tendencia a sacar a los muertos de sus tumbas. Lo hicieron de forma incivilizada unos perturbados milicianos en el 36 y continúa haciéndolo el líder del PSOE en pleno siglo XXI.
¿Qué nos ha ocurrido tras los últimos 40 años? En 1979 quien estaba en contra de la Constitución y la democracia era un facha. En 2019 quien defiende la Constitución y la democracia es un facha. La respuesta está en Zapatero. Por su causa nuestro régimen del 78 padece una anomalía: un socialismo infiel a la obra de la Transición y a la reconciliación entre españoles que se ha echado al monte y prefiere ser cazador furtivo a guarda forestal. Un socialismo empeñado en mirar atrás y reabrir heridas. No es extraño que con los mihuras que tiene por delante: el desafío independentista, una nueva crisis económica, el paro y la pobreza, Sánchez intente revivir el pasado como cantera de votos. Todo menos volver a la Universidad a reescribir una tesis de su puño y letra.
La gran mayoría de los españoles no son extremistas. Desean estabilidad política y prosperidad económica. Por eso, censuran vías expeditivas que retuercen o avasallan la legalidad y decisiones populistas fruto de la discordia y la revancha que avivan rescoldos. Alejada de radicalismos y extremismos, esa amplia mayoría ha contribuido decisivamente a mejorar España en las últimas décadas logrando la concordia civil y el bienestar social. En tiempos convulsos como los actuales, corremos el riesgo de que la sociedad española se desencante de la democracia haciendo seguidismo de extremos antagónicos. Históricamente, el desencanto en las clases bajas ha derivado en comunismo; en las clases medias, en fascismo. Podemos resbalarnos por una peligrosa pendiente y situarnos en los umbrales del totalitarismo echando a perder la gran obra de reconciliación nacional que fue, con sus luces y sus sombras, la Transición, que en vez del todo o nada prefirió el poco a poco, el día a día.
El drama de Sánchez es que tras más de una año gobernando aún no ha tramitado ni una sola ley. En la historia, a los Gobiernos siempre se les recuerda por su obra legislativa. La de este Gobierno es nula y se resumirá en un rencoroso desandar la Transición desde Cuelgamuros a Mingorrubio, soberbiamente engreído y jactancioso de que con Sánchez empiezan la democracia y las libertades en España. Tras el aquelarre televisado, toca trabajar en pos de una libertad sin ira.
Artículo publicado por Raúl Mayoral Benito en el diario digital El Imparcial el 24 de octubre de 2019. https://www.elimparcial.es/noticia/206268/la-anomalia.html