San Lucas cuenta este episodio, inmediatamente posterior al de la Anunciación. El arcángel Gabriel ha dicho a María que sucederá lo inimaginable, y lo subraya citando al Génesis («¿acaso hay algo difícil, para Dios?») a propósito de otro nacimiento que nadie espera: «A pesar de su vejez, tu prima Isabel ha concebido un hijo».
Entonces la Virgen se pone en camino, va a toda prisa a la región montañosa de Judea (a tres días de caravana desde Nazaret) para visitar a Isabel, y al encontrarse con ella el Mesías, que Nuestra Señora lleva en su seno, recibe el primer homenaje alborozado del futuro Juan Bautista, que tampoco ha nacido aún.
Lope de Vega lo poetizó así, como cruce de signos luminosos que no se ven. Isabel saluda a la Virgen con palabras que luego han formado parte del Avemaría: «Bendita tú eres entre todas las mujeres…» Y María responde con un cántico de gozo y humildad; la misericordia de Dios ha hecho aquel prodigio por el que todas las generaciones la llamarán bienaventurada.
En el retablo del Prado, Fra Angélico pintó a las dos saludándose con emoción y gravedad, ante un horizonte de montañas que inunda una luz infinita.
Fuente: La Casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.