Archivo por meses: enero 2022

La fuerza de la voluntad

Un alumno inteligente llegará lejos. Uno voluntarioso llegará a donde se proponga. Nada se resiste ante una voluntad firme. Todo se doblega ante ella. La inteligencia es un grandioso talento que decrece y hasta desaparece si no se desarrolla ni vigoriza. Incurre en dispersión y acaba siendo algo estéril.

Dos inteligencias de igual alcance obtienen diferentes resultados según sea la voluntad que las dirige. Por ello, la capacidad intelectual depende enormemente de la fuerza de la voluntad; ésta fuerza se asienta en la decisión para emprender, en la resolución para ejecutar y en la perseverancia para llevar a término el camino emprendido. El dominio de la voluntad permite medir la cantidad y la calidad del esfuerzo, alentarlo en circunstancias de escasez y templarlo en momentos de abundancia.

Lo que empujó a Filípides a perseverar en su carrera anunciadora de victoria desde la llanura del Maratón hasta Atenas fue la fuerza de voluntad. Lo que sostuvo despierto a Rodrigo de Triana en lo alto de La Pinta permitiéndole avistar un nuevo Continente fue la fuerza de voluntad. Lo que propició que Henry Stanley culminara a orillas del Lago Tanganica una incansable búsqueda con aquella frase “Doctor Livingstone, me supongo”, fue la fuerza de voluntad. Y lo que facilitó que Amstrong pronunciara su histórica frase sobre la superficie lunar fue la fuerza de voluntad.

No hay educación posible sin la fuerza de la voluntad. No hay trabajo posible, sea intelectual o físico, si no es mantenido y sostenido por la fuerza de la voluntad.

Correctores

En tiempos de la II República, Melquíades Alvarez acudió a Oviedo a dar un mitin. Era la primera vez que el político subía a una tribuna tras haber abandonado las tesis republicanas y sumarse a la causa monárquica. Sus antiguos correligionarios ovetenses decidieron impedir el discurso. Cuando al orador le tocaba su turno, comenzó un vocerío y una pitada tremendos. Tras un cuarto de hora de alboroto y como los ruidosos empezaban a flaquear, alguien les alentó desde las gradas: “No le dejéis hablar que nos convence”. No dejando hablar, así actúan hoy los voceros de la corrección política o ideológica. Correctores que persiguen cerrar bocas y acallar libertades porque la verdad les suena a reproche ocasionándoles un problema.

Aldous Huxley y George Orwell advirtieron a Occidente del totalitarismo del futuro. Un totalitarismo no violento, de seda o terciopelo, a cargo de tiranos que no parecerían tiranos. Un totalitarismo que sería el peor de todos porque en nombre de la libertad, los ciudadanos serían sometidos a una forma perfecta de esclavitud. Un totalitarismo de raíz pagana y entramado tecnológico bajo el cual se recrearía una nueva sociedad a costa de cancelar la verdad, erosionar los derechos humanos y difuminar la distinción entre el bien y el mal. Ni a Huxley ni a Orwell se les hizo caso. Y las utopías han regresado. Que si una civilización global de armonía universal, que si un nuevo renacer del hombre. Lo viejo de siempre: tiranías con rostro humano que mantienen el substrato marxista, sin checas ni gulags, pero aplicadas hoy a la doctrina Gramsci.

Asistimos a una deriva totalitaria de la democracia en la que se crean formas de coacción sin hacer ruido y sin causar violencia. Opresiones legalizadas bajo una ley a la que se sacraliza como oráculo de verdad. Se proclama la legalidad por encima de la libertad. Con un metódico cambio de leyes, lo inexplicable acaba convirtiéndose en norma. Ya se considera normal que abandonar a una mascota sea más grave que matar a un niño dentro del seno materno. Ya se concibe al aborto o a la eutanasia como rigurosos procedimientos médicos. Ni asesinato ni delito. Así se deconstruye un nuevo orden en el que el mal ya no parece mal, alejando a la gente de lo verdadero y obligándola a creer en lo verosímil.

Por el poder casi ilimitado de esos medios de comunicación que informan al dictado de los poderosos arquitectos del orden mundial y con un sistema educativo monitorizado por una legión de ingenieros sociales, la nueva cosmovisión se extiende rápidamente enaltecida como si de una religión se tratara. Ideólogos del odio y la revancha manejan de forma artera la psicología de las emociones con la pretensión de secuestrar las conciencias supeditándolas a sus fines: Reescribir el pasado, desvanecer la identidad sexual y tachar de opio del pueblo solo a la religión católica. La crisis de la verdad lo es también de la libertad. Huxley y Orwell lo vaticinaron. Melquíades Alvárez lo padeció.

Artículo publicado por Raúl Mayoral Benito en el diario digital El Imparcial el 23 de noviembre de 2021https://www.elimparcial.es/noticia/232860/opinion/correctores.html

Jalouin

Ya entrada la noche, encontrarte en el garaje con tus vecinos del quinto bajo disfraces horripilantes, él, de diablo, y de bruja, ella, resulta realmente sobrecogedor; si además, te saludan con un ¿Qué hay vecino? la experiencia es terriblemente demoledora. Pero, si ayer mismo coincidí con ellos en el ascensor y parecían personales normales, te dices para sí. ¿Cómo explicarles que Stefan Zweig no datara entre sus Momentos estelares de la humanidad el de estatuir Jalouin como una festividad a celebrar o que el pensador de Rodin no imaginara que una civilización tan fecunda como la grecorromana se asomaría al precipicio cultural alumbrando semejante máquina de disparates. Sin embargo, ahí está la reciente obra de Alessandro BariccoLos bárbaros, describiendo la decadencia de la cultura burguesa occidental hundida en una aberrante crisis de valores. Estamos con Ganivet en que hemos restaurado algunas cosas y falta aún restaurar la más importante: el sentido común.

Como bien dice Douglas Murray en La masa enfurecida, los progres no solo odian a EEUU, también los envidian. Con el mejunje de envidia y snobismo solo puede triunfar el mal estilo. Jalouin es a la cultura española lo que el microondas a la gastronomía. Y parafraseando al sociólogo Bernabé Sarabia, esta tropa de imitadores de zombies son capaces de utilizar un capitel corintio para hacerse una barbacoa. ¡Hombre! pero si esto de Jalouin es cultura; es el paganismo hecho forma, dicen sus corifeos. No, más bien es una cursilería pagana con forma de calabaza en manos de ignorantes que, sin saberlo, trabajan al servicio del satanismo. Porque los muertos no regresan a la tierra, salvo Jesucristo, que, además, venció al demonio, ese pobre desgraciado que no puede amar, como lo definió Santa TeresaJalouin es el intento demoníaco de ganarle la partida a Cristo. Es la revancha. Y los católicos no podemos hacerle el juego, ni siquiera presentándolo como una diversión infantil. Efesios 5.8-11: antes sí erais tinieblas pero ahora sois luz por el Señor. Vivid como hijos de la luz pues toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz. Buscad lo que agrada al Señor sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien denunciándolas.

Qué estremecedor parecido con Jalouin tienen esos desenterramientos de muertos o esa regresión al pasado de las leyes de memoria histórica con el afán de captar el voto de los cándidos. Es el truco o trato con que se manejan en política quienes ni saben llevar cuentas ni quieren que se las pidan. En Bruselas dan calabazas a esos dirigentes extravagantes. Jalouin no llega ni a la categoría de folklore popular. Tampoco alcanza a comedia en que la más discreta figura es el bobo. Por eso produce espanto ver a tanto mamarracho disfrazado de bruja, fantasma, demonio, drácula o monstruo. Si de verdad quisieran dar miedo, que se disfracen de surtidor de gasolina o poste de la luz. Eso sí provoca pánico, al menos, al bolsillo de los españoles.

Artículo publicado por Raúl Mayoral Benito en el diario digital El Imparcial el 2 de noviembre de 2021. https://www.elimparcial.es/noticia/232152/opinion/jalouin.html