Archivo de la categoría: Santoral

31 de diciembre. San Silvestre (…-335)

Es el remate del santoral, el último día, el cierre de la corona, Papa venerable y barbado al que vemos con el hierático rostro convencional con que aparece en el fresco de los Cuatros Santos Coronados en Roma, o en la bella representación del vitral de Chartres.

Constructor de muchas iglesias, por lo que es patrón de albañiles y canteros, cicatrizó heridas de las persecuciones todavía muy recientes, asentando la paz, cristianizando Roma, tal y como nos lo muestra la leyenda según la cual selló las fauces de un dragón que moraba en una gruta del Capitolio. Se dice que bautizó al emperador Constantino tras sanarle de la lepra.

Pero hoy queremos verle según su posición extrema en el calendario, resumiendo toda la santidad y la experiencia del año, pletórico de nombres gloriosos, derramando una mirada cristiana sobre el paganismo de estas fiestas. San Silvestre nos valga, porque si la Iglesia de su época cristianizó el mundo pagano, el mundo moderno ha paganizado la cristiandad. Triunfos los nuestros provisionales y frágiles, San Silvestre hoy abre los brazos para bendecir la rueda de los días, que mañana seguirá girando con otro guarismo, bajo la providencia de Dios que cuida del tiempo, en espera de ser desechado como un juguete inservible ya para la plenitud de su amor.

Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.

P.D. Feliz y próspero año nuevo para mis fieles y entrañables lectores.

30 de diciembre. Traslación de Santiago.

El fogoso Santiago tiene su fiesta en julio, pero también está presente en los gélidos días de fin de año con el recuerdo de una leyenda española adherida a la misma historia de España. Después de morir, Santiago gana una batalla de evangelización en la extremidad del mundo conocido, junto al Finisterre y entre gentes no poco extremosas. Santiago no se conforma con descansar tras los afanes de su vida y de su martirio, y desde el puerto de Jaffa, sus restos viajan por mar mientras sus discípulos suplican afectuosamente al Señor que los guíe y enderece a aquella parte donde quería que el santo apóstol, peregrino y caballero, fuese sepultado.

El navío llega a la costa de España y entrando por el estrecho de Gibraltar y rodeando sus dos lados de Oriente y mediodía, finalmente arribó a Galicia, a la ciudad de Iria Flavia, que hoy se llama Padrón. De allí fue llevado el santo cuerpo a donde ahora es Compostela, depositado en un arca o sepulcro de mármol donde estuvo cubierto por más de quinientos años hasta que en tiempo del rey Alfonso el Casto, Dios le reveló por medio de muchas luces. En aquel «campo de estrellas» compostelano, en la segunda década del siglo IX, Teodomiro, obispo de Iria Flavia, descubre el sepulcro, siendo éste el origen de la basílica actual, de la ciudad y del camino santiagués por el que durante siglos peregrinaron gentes venidas de todos los confines de Europa.

Luego comenzó el santo apóstol a mostrar a los españoles su favor en las batallas que tuvieron que librar contra los moros, y diversas veces fue visto armado de todas armas ir en vanguardia de los escuadrones de cristianos y pelear con fuerzas del Cielo hasta desbaratar los ejércitos de los bárbaros y lograr gloriosa victoria. No es Santiago un santo apacible, tal vez por ello se encomendó a la devoción de los españoles.

Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.

29 de diciembre. Santo Tomás Becket (1118-1170)

El glorioso obispo Tomás cayó herido de muerte por las espadas de los impíos. Martirio y crimen de estado, como ocurriría cuatro siglos más tarde con otro Tomás inglés, y la semejanza entre ambos no pasó inadvertida a Enrique VIII, quien después de decapitar a Tomás Moro dispuso que las cenizas de Becket fueran arrojadas al Támesis.

La fama de Tomás Becket era excesiva para que se olvidase fácilmente: canonizado sólo tres años después de morir, su sepulcro en Canterbury fue centro de peregrinaciones durante toda la Edad Media, y su culto se extendió con una rapidez inaudita por Europa. Incluso tras la Reforma, los ingleses nunca dejaron de admirar a ese mártir tan inglés, en el cual se reconocían, tan impasible, tan gallardo, tan testarudo hasta dar la vida por la causa que había abrazado.

¿Qué causa? La defensa de los derechos de la Iglesia frente a los abusos reales; lo que se ventilaba era la pugna entre Enrique II de Plantagenet y su canciller y luego arzobispo de Canterbury. No era tanto una cuestión de intereses como del honor de Dios. Y por el honor de Dios, por su Gloria, Santo Tomás Becket fue asesinado en la catedral de Canterbury por unos caballeros ¿esbirros? del rey. «Muero gustoso por el nombre de Jesús y en defensa de la Iglesia», fueron sus ultimas palabras, sabiendo que «el destino reposa en las manos de Dios, no en las manos de los que gobiernan».

Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.

28 de diciembre. Santos Inocentes (siglo I).

Parece un cuento infantil de miedo: el ogro Herodes hace degollar a unos recién nacidos que son la total inocencia indefensa. Los inocentes mueren en lugar del Niño Jesús. Éste es el horror que se evoca y su sentido queda patente: Herodes, en su desalmado propósito de matar al Niño Dios, los mata a ellos.

Hoy los Inocentes no mueren a filo de espada, sino de aséptico bisturí, la orden de matar la dan sus propias madres bajo el amparo de la ley que firman reyes políticos, y la matanza universal se juzga un signo de progreso y un paso más hacia la felicidad. En circunstancias, pues, mucho más odiosas que las del despotismo de Herodes, la Iglesia sigue celebrando el recuerdo de esos mártires que no sabían que lo eran; mártires sustitutos de Cristo.

En el misterio de la salvación, los pequeños mártires que sacrificó Herodes tienen derecho a un rincón del territorio de la Gracia, como lo niños a quienes no dejamos nacer. Inocente puede sonar a ridículo, es sinónimo de tonto, inútil coartada para convencernos de que hay vida prescindibles. Pero ninguna lo es, puesto que Dios nos garantiza a todos contra la nada.

Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.

27 de diciembre. San Juan Evangelista (Siglo I).

Uno de los doce elegidos, pescador como la mayoría de ellos, hermano de Santiago y uno de los pocos que asisten a la Transfiguración, como también uno de los que permanecen al lado de Jesús en la noche de Getsemaní. Es Juan, discípulo predilecto, a quien desde la cruz, Jesucristo confía a la Virgen Maria, personificando en Juan toda la humanidad, y es el apóstol recostado sobre el pecho del Hombre Dios en la última cena. Es «aquél a quien amaba Jesús», escueta frase que no ha dejado de conmover a los creyentes. ¿Por qué él y no Pedro, por ejemplo, a quien entregaría las llaves del Reino, u otro de los suyos?

Citas evangélicas aluden a Juan como enérgico e impaciente, de gran longevidad, se le supone vivo hacia el año cien, con lo cual debió de ser el superviviente del colegio apostólico, ellos nos da una imagen de anciano venerable y barbudo que en las soledades de su exilio en la isla de Patmos tiene las visiones del Apocalipsis y escribe el cuarto evangelio.

San Juan, águila de la teología, es quien más profundiza en la verdad porque amó más al Señor, como fue el más amado por Él. De dos hombres se dice en los evangelios que Jesús les amaba: de Lázaro, a quien rescató de la muerte, y de Juan, a quien dio larga vida y las luces más altas para escribir sobre la salvación.

Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.

26 de diciembre. San Esteban (siglo I)

En los Hechos de los apóstoles, única fuente conocida, Esteban se nos aparece como activo, arrebatado y sin temores; cumple su misión de diácono entre los judíos de lengua griega (debía de serlo él), predica desafiantemente la verdad y exacerba las pasiones sólo con proclamarla. Su largo discurso, que San Lucas debió de conocer gracias a San Pablo, quien formaba parte del tribunal, es todo un reto.

Pero en su muerte no hay ningún alarde, el hombre que inauguraba el martirologio no hace teatro, «su rostro es como el de un ángel», sólo piensa que a sus lapidadores no se les impute el crimen. Y guardando la ropa de aquella jauría furiosa, que se había desembarazado de sus mantos y túnicas para tener más libertad de movimientos, para sentirse más cómodos matando, está el joven Saulo, que colabora de esta manera en castigar al blasfemo. «Saulo aprobaba su muerte» (la Escritura no es blanda con nadie, ni con los grandes apóstoles).

Por Saulo, futuro perseguidor de la Iglesia, también ha pedido Esteban antes de morir, y quién duda que la plegaria de un mártir tienen fuerza incontenible; hubiesen podido convertirse algunos de los feroces judíos que le apedreaban, pero el Espíritu Santo eligió al ayudante de los verdugos, y la sangre de San Esteban dio como fruto la conversión del que luego sería San Pablo.

Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.

25 de diciembre. Navidad

La fecha es convencional, en los primeros tiempos de la Iglesia se celebró en otros días y sólo hacia el siglo IV se fue fijando este 25 de diciembre para recubrir y santificar una celebración pagana como era el solsticio de invierno. Poco importa no tener registros fiables para datar el nacimiento de Cristo, se trata de un lugar en la Historia que se vive por la fe y que sin ella no es nada.

En la vida moderna se nos ha vaciado de sentido. La Navidad es la fiesta de los buenos sentimientos, de la barata emotividad, de la exaltación de las fibras más sensibles del alma, de las húmedas ternuras hogareñas. Aunque Navidad quiere decir nacimiento del Señor, sin embargo, la mesa bien llena, el champán, los regalos de Papá Noel y el árbol con luces nos quieren convencer de que es Navidad gracias a Dickens y a los grandes almacenes.

El mundo actual no destruye, caricaturiza: en vez del amor a Dios que se hizo hombre para salvarnos, buenos sentimientos a plazo fijo; en vez del belén, que habla del Creador que se nos iguala en humildad y pobreza, el alborozo comprado con nuestro dinero. Pero en medio de tanta mascarada, la Virgen, San José y el Niño en sus figurillas de barro son el alegre corazón del universo, que a pesar de todo es esperanza. Porque Dios sonríe por encima del tiempo, y su sonrisa es la gran fiesta que celebramos.

Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.

24 de diciembre. San Gregorio de Spoleto (…-303)

Sacerdote en Spoleto, en la Umbría, Gregorio era en tiempos del emperador Diocleciano un ejemplo virtudes y prodigios, lo que provocó la ira y el escándalo de las autoridades del Imperio, que mandaron a la ciudad a un sicario llamado Flaco para someterle a la religión oficial.

Acusado de ser «rebelde a los dioses», significativa fórmula que sería hermoso volver a levantar como bandera, se le sometió a toda clase de torturas y murió decapitado en medio del anfiteatro, fiel a su rebeldía.

San Gregorio, mártir en la víspera de Navidad, la anuncia como disconforme del mundo, revistiendo a esta gran fiesta que a menudo se interpreta con blanduras sentimentales, un signo de recio independiente, subrayando el amor de Cristo con una firme actitud de despego a los dioses de la tierra.

Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.

23 de diciembre. San Juan Cancio (1390-1473)

Polaco, nacido en Oswiecim, Juan estudió en la Universidad de Cracovia, se ordenó sacerdote y fue profesor de Teología en dicha universidad. Muy docto, caritativo y moderado en las controversias religiosas en un tiempo en donde las disputas sobre la interpretación de la Biblia se llevaban a sangre y fuego. Peregrinó a Tierra Santa y a Roma.

Protagonizó una famosa anécdota al ser asaltado por unos salteadores de caminos que le desvalijaron haciendo prometer que no escondía ningún dinero. Cuando iban a alejarse, Juan Cancio les llamó porque rebuscando en el fondo de un bolsillo descubrió que aún le quedaban unas monedas, y para hacer honor a su palabra lo justo era que se las entregase también. ¡Qué cosas hacen los Santos! A veces tomarse el Evangelio al pie de la letra equivale a participar de la insensatez.

En esta historia lo de menos es que los ladrones admirando su virtud, no solamente no le quitaron aquellas monedas, sino que le restituyeron todas las que le habían hurtado, pidiéndole perdón y marchando muy compungidos por su pecado. Lo singular es la fantástica dimensión humana de San Juan Cancio, mezcla de indiscutible señorío sobre la llamada cordura y de humor secreto e involuntario, como de quien sobrevuela los límites de la seriedad comúnmente admitida.

Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol

22 de diciembre. San Francisca Javiera Cabrini (1850-1917)

Francisca María, una de las numerosas hijas de un campesino lombardo, siendo niña estuvo a punto de ahogarse en un río y desde entonces sintió un miedo invencible al agua; por amor de Dios estaba dispuesta a todo, pero no podía ni pensar en embarcarse.

A los dieciocho años era maestra de escuela, pero cuando quiso ser religiosa fue rechazada en dos conventos por culpa de su débil complexión y de sus vómitos de sangre. Más tarde reoganizó un hospicio en Codongo con un grupo de jóvenes piadosas. Luego en Milán pone en marcha una comunidad, las Hermanas misioneras del Sagrado Corazón, a quienes León XIII quiere mandar lejos. La madre Cabrini sueña con la China, añadiendo a su nombre el de San Francisco Javier, pero el Papa la manda a Estados Unidos, donde un gran número de emigrantes italianos viven en condiciones tristísimas, sin la menor asistencia material y espiritual. En 1889 la fundadora y seis hermanas desembarcan en Nueva York.

Esta monja incansable («Trabajemos, trabajemos, hay toda una eternidad para descansar») recorre el país fundando escuelas, orfanatos y hospitales venciendo obstáculos como el de la lengua (el inglés se le resistía) y el de su dificultad para comprender el ambiente protestante. Se ocupa de los presos de Sing-Sing y también viaja a Sudamérica hasta fundar un total de sesenta y siete casas. Cruza el Atlántico infinidad de veces. Y cuando muere en Chicago San Francisca Javiera Cabrini ya es ciudadana de los Estados Unidos.

Fuente: La casa de los Satos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.