25 de diciembre. Navidad

La fecha es convencional, en los primeros tiempos de la Iglesia se celebró en otros días y sólo hacia el siglo IV se fue fijando este 25 de diciembre para recubrir y santificar una celebración pagana como era el solsticio de invierno. Poco importa no tener registros fiables para datar el nacimiento de Cristo, se trata de un lugar en la Historia que se vive por la fe y que sin ella no es nada.

En la vida moderna se nos ha vaciado de sentido. La Navidad es la fiesta de los buenos sentimientos, de la barata emotividad, de la exaltación de las fibras más sensibles del alma, de las húmedas ternuras hogareñas. Aunque Navidad quiere decir nacimiento del Señor, sin embargo, la mesa bien llena, el champán, los regalos de Papá Noel y el árbol con luces nos quieren convencer de que es Navidad gracias a Dickens y a los grandes almacenes.

El mundo actual no destruye, caricaturiza: en vez del amor a Dios que se hizo hombre para salvarnos, buenos sentimientos a plazo fijo; en vez del belén, que habla del Creador que se nos iguala en humildad y pobreza, el alborozo comprado con nuestro dinero. Pero en medio de tanta mascarada, la Virgen, San José y el Niño en sus figurillas de barro son el alegre corazón del universo, que a pesar de todo es esperanza. Porque Dios sonríe por encima del tiempo, y su sonrisa es la gran fiesta que celebramos.

Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.

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