Archivo por meses: marzo 2021

La ma-nada

Una manada de lobos es más humana con sus hembras que una jauría de hombres, más animales ante una mujer. En el juicio a La manada, un magistrado preguntó a la víctima si hizo algo para que los acusados supiesen que estaba en situación de shock y que lo ocurrido sucedía sin su consentimiento. Ella respondió que no hizo nada. Añade el magistrado: En cualquier caso, daño, dolor durante ese episodio ha quedado claro que no sintió usted. La víctima manifiesta: que estaba con los ojos cerrados y pensando en que se acabara. Los médicos forenses precisan: la reacción de la víctima tiene más que ver con la actuación instintiva que la racional. Y así, frente a una situación en la que la persona siente que su vida corre peligro, se obvia la actuación de pensamiento racional del cerebro superior, en la que se ponderan las diversas posibilidades y se actúa con el cerebro primitivo donde está el sistema límbico. En esta situación caben diversas reacciones: una reactiva de lucha, defensa, petición de ayuda. Otra de pasividad,  ya sea con rigidez o con relajación y, por último, una incluso de acercamiento o cierta amistad con el agresor, para evitar males mayores y conseguir que concluya cuanto antes.  

Primo Levi, preso en Auschwitz, narra en su obra Los hundidos y los salvados que entre las preguntas formuladas a los supervivientes hay una que nunca falta; ¿Por qué no os rebelasteis? Dice Levi que conforme pasan los años, esa pregunta se nos hace cada vez con mayor insistencia, y aun con más duro acento acusatorio. Explica a modo de respuesta que el prisionero se hallaba en los límites del agotamiento: hambriento, debilitado, cubierto de llagas, especialmente en los pies, era un hombre impedido y, en consecuencia, profundamente envilecido. Un hombre-andrajo, concluye Levi.

Quizá sea necesario endurecer las penas de los delitos contra la libertad sexual de las mujeres e instruir a jueces y magistrados sobre el comportamiento físico y psíquico de aquéllas al ser atacadas sexualmente. Pueden evitarse sentencias polémicas. Pero no conductas aberrantes ni criminales como las de los condenados. La raíz del problema es la educación; educar en el respeto a los demás sin humillar su dignidad ni violar su libertad y algo más. Las fuentes educativas son la familia y la escuela. Hay una generación expuesta a dejarse maleducar por la calle y por ciertos programas televisivos. Esa nefasta pseudocultura del todo vale y del como sea, de lo zafio, obsceno y vulgar es el preludio de la desesperación y el vacío. Vuelvo a Primo Levi: Muchos europeos de entonces se comportaron y se comportan negando la existencia de las cosas que no debían existir. Ojala no tenga razón Nietzsche: Hemos abolido el mundo de la verdad. Nada hay de verdadero. En breve, llegará el nihilismo. El hombre está literalmente disuelto. No hay hombre porque no hay nada que trascienda al hombre. La educación no puede sacarnos de la manada para luego nosotros hundirnos en la nada.

Artículo publicado por Raúl Mayoral Benito en el diario digital El Imparcial el 29 de abril de 2018 https://www.elimparcial.es/noticia/189191/opinion/la-ma-nada.html

La gran farsa

Tras el derribo del muro de Berlín, el primer movimiento de la izquierda fue esquivar cualquier ejercicio de reflexión. Hubo algunos amagos de revisión crítica, pero sin muestras de arrepentimiento. A comienzos de 1991, se prepara, lo que Jean François Revel tituló en su libro, La gran mascarada. La intelligentsia de izquierdas, lejos de experimentar cierto remordimiento de conciencia, se afanó día a día en producir a gran escala argumentos y justificaciones que omitieran o postergaran las enseñanzas de la Historia en un intento por camuflar una tiranía bajo la máscara del Bien. Se diseñó una estrategia puramente dialéctica: como finta preliminar, se sostuvo que al comunismo no hay que juzgarlo por sus actos, sino por sus intenciones. Su fracaso es, entonces, imputable al mundo, a la Humanidad, y no a la idea comunista. Tras esta primera andanada, llega el golpe definitivo: Puede que el modelo económico comunista sea nefasto, pero es el único sistema capaz de salvar al mundo del consumismo, del imperio del dinero, en suma, del liberalismo desenfrenado.

En conclusión, que el asesinato masivo y la atrocidad en serie quedan santificadas por las buenas intenciones; que el comunismo es intrínsecamente bueno, pero extrínsecamente influenciable, pudiéndose en ocasiones echar a perder; y que el peligro actual es el liberalismo. Según Revel, tres rasgos definen la ideología comunista “la ignorancia voluntaria de los hechos, la capacidad de vivir inmerso en la contradicción respecto a sus propios principios y la negativa a analizar la causa de los fracasos”. La ideología comunista sobrevive hoy travestida con ropajes de feminismo, ecologismo, animalismo o de ideología de género. Pero ya no pueden engañar a nadie. Bien claras están sus fechorías y conocidos son sus métodos.

En su aleccionador libro, El telón de acero, Anne Applebaum atribuye a los juicios amañados con los que Stalin se deshacía caprichosamente de sus correligionarios más incómodos, una función pública didáctica: Si la Europa comunista no había superado a la capitalista, si el nivel de vida era bajo, si las infraestructuras presentaban fallos, si el suministro de productos sufría retrasos o era insuficiente, los juicios amañados tenían una explicación para todo ello: los espías extranjeros, los saboteadores nefandos y los traidores que se hacían pasar por leales comunistas habían secuestrado el progreso. Hoy, en medio del desgobierno provocado por un perverso cálculo político y un maniqueo sectarismo ideológico, percibimos ciertos tics legatarios de aquella depurada técnica totalitaria empleada por la nomenclatura para desviar la culpa y escurrir el bulto buscando cabezas de turco a quien imputar el desaguisado propio.

Han pasado y pasan muchas cosas: unas que ya se van sabiendo, otras que ya saldrán. En su novela más famosa, El cero y el infinito, el ex comunista Arthur Koestler escribe: “El partido promete una cosa: después de la victoria, un día en que ya no pueda perjudicar, el material de los archivos secretos se hará público. Entonces, el mundo sabrá qué había detrás de esa farsa de títeres”.

Artículo publicado por Raúl Mayoral Benito en el diario digital El Imparcial el 29 de marzo de 2020. https://www.elimparcial.es/noticia/211556/opinion/la-gran-farsa.html

Curas

Uno de tantos intrépidos transportistas de marcancías me hablaba de los parabienes públicos que recibe por hacer su trabajo en este convulso tiempo de pandemia, transportando con su camión alimentos, ropa o cualquier otro objeto allí donde se necesitan. Se quitaba méritos renunciando a tales reconocimientos, en comparación, decía, con la heroica tarea que los sanitarios están realizando por los enfermos del virus. Comprensible reflexión. De pronto, entre el personal sanitario, incluyó también a los curas, porque los sacerdotes también curan a su manera, dijo. Repuesto de la clerical sorpresa, ante tanto anticlericalismo trasnochado y caducos prejuicios laicistas en el ambiente, apostillé que, en efecto, la palabra cura viene del latín curatio que significa cuidado. El cura lo es porque cura las almas.      

Comenzamos entonces un instructivo diálogo sobre la necesaria labor de sacerdotes y párrocos detectando males, sugiriendo remedios y aportando cimientos firmes y no movedizos. Porque no es solo en esta angustiosa coyuntura por la que atravesamos, decía el transportista, también en circunstancias ordinarias. Hay curas que desde sus sacristías logran llevar aliento y sosiego a quien lo necesita. Y aludía a la semejanza con el servicio prestado a través de su camión. Los sacerdotes cargan un imaginario camión de arena, de esa arena del desierto sobre el cual muchas almas están haciendo su particular travesía para que ésta les resulte lo más liviana posible. O cargan el remolque con piedras liberando a los espíritus de tan pesada carga. Según el camionero, vivimos en una franca desorientación que nos acarrea desconcierto. No es extraño que nos invadan la fría desolación y la inquitante congoja. A la miseria material, se suma la espiritual, decía. Diariamente, desde su cabina percibe cómo teorías erróneas y doctrinas disolventes van ganando terreno, esparciéndose una confusa mezcolanza de actitudes negativas y destructivas. La naturaleza humana en su origen es buena pero imperfecta, apunté. Sí, y la falta de vida sobrenatural, con los sinuosos errores y las debilidades y apostasías, provocan un efecto perturbador en las almas, precisó él, y ahí es donde los curas hacen una apostolado encomiable. Por eso, hay más alegría en el Cielo por un pecador que se convierte, que por la perseverancia de millares de justos. 

Viéndole tan preciso y cabal, le pregunté cuáles eran a su juicio las cualidades de un cura. Y con la misma naturalidad con la que se pone al volante de su camión por la ruta diaria, comenzó a enumerar: Ser gran campeón de la fe y tener fe en la grandeza de su misión. Ser vigía permanente en la defensa de la Iglesia. Estar dotado de la suprema sabiduría de ésta, como escuela de santidad, para preparar las cosechas de Dios. Infundir, con oración y silencio interior, esperanza, aunque pequeñita, pero alentadora y consoladora. Abrigar un amor insobornable y sincero a la verdad, por encima siempre de la conveniencia propia. Ser hombre de nuestro tiempo y atento hacia el mundo. Tener como meta de noble aspiración el servir, con humildad y espíritu apostólico, a la comunidad. Ser ejemplo de enterísima humanidad, contemplativa y activa a la vez, y alejada del activismo frenético que hoy consume tantas energías. Caminar, con vocación irresistible y abnegada dedicación, por rutas de perfección sembradas de riesgos, de cruces. Ser exigente en sus tareas, abierto a la colaboración de todos, magnánimo para seguir su camino sin distraerse con banales impertinencias. Lanzar resplandores de aurora que iluminan el día y la noche. Conquistar entendimientos y corazones mediante procedimientos de cordura y de caridad. No dar frías lecciones sino generar, con tono grato y sereno, diálogos llenos de gracia y vida. Forjar hombres sólidamente acorazados y difícilmente vulnerables. Demostrar una fraternal audacia ante tanto demoledor menosprecio. Y sobre todo, edificar lenta pero tenazmente.

No son las buenas leyes, sino las buenas prácticas, las que transforman los pueblos. Decía Napoleón que “un sacerdote me hace el trabajo de cien policías”. “Mas hacen por el mundo los que oran que los que pelean”, aseveraba Donoso Cortés, quien también concluyó que “toda civilización es el reflejo de una teología”. Al final, va a ser verdad que toda problemática humana tiene una clave religiosa. Va a ser verdad que hay curas como titanes, como camiones, como camioneros. Vamos, creo yo.

Artículo publicado por Raúl Mayoral Benito en el diario digital El Imparcial el 17 de enero de 2021. https://www.elimparcial.es/noticia/221045/opinion/curas.html

Golpes

El rasgo fundamental de la democracia es la aceptación de los compromisos entre los grupos políticos. Raymond Aron decía que “la virtud esencial de la democracia es la conciencia del compromiso”. Nuestro actual sistema democrático se basó en dos grandes compromisos: el de los llamados partidos regionalistas a ser leales con la Constitución de 1978, y el de los partidos nacionales a hacer causa común en caso de deslealtad de los primeros. Ambos compromisos están hoy hechos añicos y así no es posible una regeneración democrática. Al contrario, nuestra democracia está degenerándose.

Para que la democracia no degenere en revolución debe cumplirse una condición: asegurar el respeto a la legalidad. No se puede invocar el Derecho y al mismo tiempo menospreciar el Derecho. Nada resulta más anárquico ni fanático que la ideología divorciada de la legalidad. Cuando el orden constitucional es derrotado por acciones fuera de la ley, se está ante un golpe de Estado. Cuando un grupo político pretende obtener el poder a través de la violencia para hacer cambios que no pueden ser aceptados pacíficamente por otros grupos, la democracia sucumbe ante la revolución o, incluso, la guerra civil. Durante la II República, el PSOE de Largo Caballero e Indalecio Prieto organizó el golpe de Estado que desembocaría en la llamada Revolución de Asturias y en la proclamación del Estado catalán. En 1978 y años sucesivos, solamente la extrema derecha franquista y minoritarios grupúsculos independentistas, incluido el terrorismo etarra, eran contrarios a la Constitución y a la Monarquía. Más de cuarenta años después, desaparecida aquella extrema derecha, los partidarios de abatir el régimen constitucional han crecido de golpe y porrazo. A los separatistas, nuevamente golpistas, y a los filoetarras, casi igual de violentos que los etarras, se suman el comunismo de aires caribeños y el socialismo sanchista, reeditando la funesta fórmula del frentepopulismo guerracivilista. A pesar de su pulso de estadista, ni siquiera González logró sustraerse a esa irrefrenable tendencia del socialismo español a emplear métodos más expeditivos (GAL, Flick, Filesa), que democráticos. Parece como si los socialistas estuvieran cómodos en el papel de zorro cuidando el gallinero.

Alguien dijo que en España las elecciones prácticamente se ganaban sabiendo dominar la televisión. Lo cierto es que nuestra Constitución se ha defendido a golpe de televisión y gracias al Jefe del Estado en las dos intentonas golpistas. Tanto el golpe de Estado de Tejero, pistola en mano, en 1981, como el protagonizado por los independentistas catalanes, sin armas, pero sediciosamente coactivos, en 2017, fueron desactivados por la aparición televisiva del Rey hablando a la nación. La Corona sí ha mantenido su compromiso con el orden constitucional.

Cuando Hitler destruyó la democracia en Alemania, pocos alemanes se dieron cuenta de lo importante que son las instituciones para preservar la democracia y que ésta depende de la devoción que sientan hacia ellas los ciudadanos dispuestos a actuar a tiempo para defenderlas. Sobre todo, cuando se tiene un Gobierno que prefiere ser cazador furtivo a guardia forestal.

Artículo publicado por Raúl Mayoral Benito en el diario digital El Imparcial el 28 de febrero de 2021. https://www.elimparcial.es/noticia/222515/opinion/golpes.html

Fuente gráfica: El Periódico

Adelantado

Sepa lector que alguien dotado con el don del vaticinio sabe de forma clarividente lo que va a pasar, no mañana, pero sí en breve. El problema es que nadie le hace caso. “Nadie le escucha”, le dijo un día Valette, director del diario Mercure a Lèautaud. “Esta es precisamente la prueba de que digo la verdad”, respondió éste. Tuve la suerte de celebrar la Nochebuena en una casa con muchos libros. A decir verdad, la dueña hacía reposar allí una excelente biblioteca heredada de sus ascendientes. Y trasteando entre tanto preciado volumen, fui a dar afortunadamente con una joya: “El fin del armisticio”, de Gilbert Keith Chesterton. Editado en julio de 1945 por Los libros de nuestro tiempo, se trata de una recopilación de ensayos y artículos del autor inglés acerca de la teoría por él mantenida sobre el problema alemán en Europa. Todos los hechos ocurridos, desde 1914 hasta la fecha de su muerte, acaecida en 1936, y después, hasta 1945, le dieron la razón. El volumen contiene, además, la crítica más certera al hitlerismo como herejía de la raza (una nueva irreligión), solo superada por la Encíclica Mit Brenender Sorge, de Pío XI.

Para el pensamiento católico, toda la obra de Chesterton constituye una dehesa de aprovechamiento inagotable. Con su poderosa dialéctica, dice verdades como puños y deshace errores temibles por extendidos y arraigados. “El fin del armisticio” está escrito de manera sencilla pero valiente; con ese estilo que muy pocos eruditos pueden recoger como premio. Y, sin embargo, tras su lectura uno no deja de sorprenderse ante mente tan lúcida. ¿Cómo en Inglaterra nadie reaccionó ante algunas cartas de Chesterton publicadas en el Times? Aquél hombre estaba preocupado y convencido de que habría una nueva guerra mundial. Sabía que Alemania atacaría Polonia y que lo haría de acuerdo con Rusia. “El patriota prusiano puede cubrirse de águilas y condecoraciones; pero en la práctica le hallaremos codo con codo con la bandera roja. El prusiano y el ruso estarán de acuerdo en todo, especialmente en todo cuanto se refiera a Polonia”. De esta nación, decía que “entre todos los pueblos del Este de Europa, hay uno en que la Europa Occidental puede confiar de veras”.

Sobre Europa afirmaba que solo adquiere sentido si se la mira como cristianismo. Alemania pertenece a esa realidad, Prusia no porque es pagana. La gran civilización alemana fue creada por la gran civilización cristiana y sus antecesores paganos no legaron nada en absoluto a la posteridad, salvo un intermitente afán de alardear. El problema de Europa consiste en curar a Alemania mediante la exorcización del prusianismo. Hay en éste una fuerza que es un persistente trastorno para Alemania y, en consecuencia, para el mundo entero. Si de ella nos formamos una idea errónea, volveremos a caer en el mismo error de Versalles.

Un último apunte para enmarcar hoy: “Quiero decir que el mundo se desvía ligeramente en una dirección, hacia allí donde se encuentra el vacío o un abismo. La característica más curiosa de la época es el continuo y suave colapso de una cosa tras otra, como castillos de naipes que se desmoronan al menor soplo. El colapso de todo menos de una tradición de la verdad que no es de este mundo. El espectáculo más notable es la muy rápida senilidad de las cosas muy recientes. Es la rápida, la silenciosa decadencia y decrepitud, incluso, de cosas que ayer todavía eran reconocidas como nuevas”.

¡Cómo interesa en estos tiempos blandengues y de confort leer libros así! Por eso necesitamos que sean conservados y transmitidos. Por eso necesitamos que espíritus adelantados a su tiempo nos proporcionen la solución que buscamos, la orientación que deseamos, la consigna que necesitamos.

Artículo publicado por Raúl Mayoral Benito en el diario digital El Imparcial el 24 de enero de 2021. https://www.elimparcial.es/noticia/221289/opinion/adelantado.html

Alcaldes

Se prohibió fumar en los cafés. También compartir prensa por temor al contagio. Se preguntaba Azorín ¿qué vais a hacer en un café si no fumáis ni leéis los periódicos? Un español que está en un café no puede hablar sino del Gobierno. Y un español que habla del Gobierno, claro está que ha de hablar mal, aseveraba el escritor. Pedro Sánchez es ya tan hábil en el empleo del bluff como lo fue Benito Mussolini. En el acopio de mentiras aún no supera a Goebbles, salvo que a sus trolas sume las de Tezanos y Simón. Donde Sánchez es insuperable es en la simplicidad de frase y de concepto. Padece también síntomas por cohabitar, como decía Azorín, entre profesionales de la revolución y explotadores del pueblo.

Una concepción socialcomunista desemboca fatídicamente en una planificación totalitaria. Se anega la libertad individual y frustra la iniciativa de los cuerpos sociales. El vacío es ocupado por colectivismo, subvenciones y un sistema impositivo que aniquila la pujanza de la sociedad civil. Si para manejar los pequeños negocios basta el buen sentido “¿cómo hombres que han renunciado enteramente al hábito de dirigirse a sí mismos podrán conseguir escoger bien a quienes deban conducirles?” se pregunta Alexis de Tocqueville en De la democracia en América. A esto es incapaz de responder un progresista. Ser progresista no significa ser partidario del progreso. Como ser antiprogresista no supone estar en contra del progreso. El progresista convierte al progreso en ideología, en un mito, en una religión al revés. Cuenta Gracián en El Criticón que un hombre, por vía de castigo, es encerrado en una cueva en compañía de feroces animales; a los gritos del prisionero acude un viandante que, veloz, llega a la caverna y separa la losa que la cierra. Salen del antro todas las fieras y van haciendo caricias al libertador; aparece después el prisionero quien mata a su bienhechor para robarle su hacienda. Querido lector, ese es un progresista.

Los alcaldes se han opuesto al saqueo progresista del Gobierno y con ello han fortalecido el poder municipal. “Corregir a Madrid con las capitales de provincia y a las capitales de provincia con las aldeas”, propugnaba Ortega y Gasset. Buen inicio para reformar las instituciones, según Ganivet. Y es que interesa mucho al Estado que el timón de los municipios se halle en las manos mejor dotadas por capacidad y por vocación, procurando a nuestros pueblos buenos administradores. Gran promotor del municipalismo fue José Calvo Sotelo, asesinado por socialistas en la II República. Aquí, la desmemoria es histórica.

Dicen los ingleses que “un hecho es como el alcalde de Londres; sólo él tiene verdadera e indiscutida dignidad”. Dignidad tuvo José Luis Alvárez. Fue alcalde de Madrid. Ganó las elecciones, pero la coalición de izquierdas se impuso y eligió a Tierno Galván. José Luis y su esposa abandonaron la Plaza de la Villa atestada de manifestantes de izquierda. Les abrieron paso sin tocarles ni un solo pelo. “¿Dónde está España?” preguntaba angustiado Larra. Quizás en los Ayuntamientos.

Artículo publicado por Raúl Mayoral Benito en el diario digital El Imparcial el 13 de septiembre de 2020. https://www.elimparcial.es/noticia/216722/opinion/alcaldes.html