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Sainz

Hace más de un siglo, Filippo Tommaso Marinetti escribió: “un automóvil de carreras, con su radiador adornado de gruesos tubos parecidos a serpientes de aliento explosivo, un automóvil que ruge, que parece correr como la metralla, es más bello que la Victoria de Samotracia”. La rotunda y sonora frase pertenecía a un artículo que fue portada del periódico Le Figaro bajo el título El Futurismo. Nacía así un movimiento artístico de vanguardia original, rompedor con la tradición, con el pasado y con lo convencional. Pero también anunciaba que la proeza es un buen conductor de arte. Batir récords es toda una proeza. Y el escritor francés Jean Giraudoux relató como máxima que los héroes de los cuentos de hadas se pasaban la vida batiendo récords.

Hoy en Silverstone, Carlos Sainz ha vivido un cuento de hadas. Con su rugiente automóvil Ferrari tan rápido como la metralla ha protagonizado una proeza y ha obtenido una victoria, su victoria, que tanto tiempo llevaba persiguiéndola, una feliz victoria y tan bella como la de Samotracia. Y ha roto con nueve años de sequía de triunfos españoles en la Fórmula 1, dinamitando esquemas y quebrando todos los pronósticos, en especial, los favorables al neerlandés Verstappen. Ciento cincuenta carreras con la de hoy, y sus veintisiete años, marcan la trayectoria del piloto español en los grandes premios de Fórmula 1.

La de Sainz ha sido una victoria muy trabajada y de continuo esfuerzo. Esfuerzo tras esfuerzo para lograr triunfo tras triunfo. Porque a través de una carrera desfilan triunfos parciales que completan el triunfo total. Y para lograr todos es necesario un abnegado y silencioso esfuerzo de disciplina e inteligencia (la precipitación es hija del mejor deseo), pero también de confianza en uno mismo. Así ha obtenido su premio, primero, insistiendo con constancia en el dinamismo de su posición, sin abatirse por contratiempos ni desconcertarse por contrariedades. Luego, abriendo hueco entre sus perseguidores, sin caer en el engañoso limbo de la primera posición ni cegarse por sus prósperos movimientos; y, finalmente, perseverando en el empeño, sin desfallecer hasta acabar bien lo emprendido y haber alcanzado la victoria final. El esfuerzo ha sido también colectivo; de quien estaba al volante y de quienes se hallaban en boxes: estrategas y, por supuesto, mecánicos. Cuenta Jacinto Miquelarena en su obrita Stadiumnotas de Sport que el deporte empieza verdaderamente en los hombres del aire, en los icarios…almas nuevas y frescas en cuerpos de mecánicos, un poco arcaicos, de garajistas, de maníacos del invento, de iluminados”. A todos les ha guiado la misma intención y el mismo afán: la victoria.

Sainz ya ocupa su lugar de honor en la galería de las glorias deportivas españolas. Perfiles de excelentes deportistas consagrados al deporte con su voluntad, tenacidad, constancia, energía, disciplina y, sobre todo, humildad. Esa elegante humildad que se trasluce cuando al narrar sus conquistas hablan de la suerte y ocultan el esfuerzo. A diferencia de la de Samotracia, la victoria de hoy tenía sus dos brazos al volante.

Tecnología elevada al altar

Gutmaro Gómez Bravo es profesor titular de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense, lleva 17 años dando clase. Este curso ha tenido que cambiar su forma de evaluar a sus alumnos porque se ha dado cuenta de que la mayoría, incluso los que se sientan en primera fila en el aula, utilizan ChatGPT (inteligencia artificial), para hacer los trabajos. Ha vuelto  al examen tradicional a pesar de que según él, es un retroceso. Así comienza su entrevista en el diario El Mundo de 11 de septiembre de 2023, página 16, por la periodista Olga R. Sanmartín.

Cuando la “rabiosa” actualidad del día viene marcada por noticias como el terremoto en Marruecos, la dimisión del presidente de la Real Federación Española de Fútbol o la exigencia de amnistía del separatismo catalán, conviene leer entre líneas para dar con informaciones del máximo interés, no tanto para «el día a día», pero sí para «el década a década». De la citada entrevista del profesor Gómez Bravo les resumo lo que ha llamado mi atención:

Que tras la pandemia y debido al exceso de clases on line, los alumnos llegan a la universidad peor preparados. “Si pones una imagen o un PowerPoint te siguen, pero, si les mandas leer, hay un vacío: desconectan. Veo que no resuelven problemas y no reconocen los bulos”.

Que la lectura y  la escritura han sido desplazadas. “A mis clases de 3º y 4º vienen estudiantes con faltas de ortografía, e incluso se cometen en las tesis doctorales. Utilizan un lenguaje coloquial y hay un uso constante de la primera persona en los trabajos”.

Que como profesor, él usa la tecnología en apoyo a la docencia, pero hay que poner un límite. “El problema es que (la tecnología), está sustituyendo la capacidad crítica de los alumnos”.

De lo descrito me inquietan dos circunstancias: A los alumnos no les resulta posible reconocer los bulos y la tecnología está sustituyendo su capacidad crítica. Un ciudadano con un perfil así está intensamente expuesto a la intemperie de la manipulación, resultando fácilmente ser sometido y controlado por el poder.

Aunque hace años no se hablaba de tecnología, sino de técnica, sin embargo, el efecto es el mismo. Por ello, les traigo dos botones de muestra

“Las dictaduras de otros tiempos precisaban de hombres de grandes cualidades, incluso en los puestos inferiores, hombres que supieran pensar y actuar por su cuenta. El sistema autoritario de los tiempos de la técnica puede prescindir de ellos; los medios de telecomunicaciones permiten mecanizar el trabajo del mando inferior. La consecuencia de todo ello es el tipo de hombre que se limita a obedecer órdenes sin cuestionarlas. Los hechos criminales de aquellos años no se debían solo a la personalidad de Hitler. La enormidad de aquellos delitos también debía atribuirse a que Hitler fue el primero en poder servirse de los medios de la técnica para multiplicarlos. Pensé en las consecuencias que podía tener en el futuro un poder ilimitado que actuara en complicidad con el de la técnica, dejándose asistir pero también dominar por ella. Nada impediría a una técnica y a una ciencia que hubieran escapado a nuestro control, consumar la obra de aniquilación del ser humano que han iniciado ya en esta guerra tan terrible. Todos los Estados del mundo corren hoy riesgo de caer bajo el terrorismo de la técnica, aunque en una dictadura ese peligro me parece ineludible. Cuanto más se tecnifique el mundo, será más necesario que, en contrapartida se fomente la libertad individual y el respeto de cada hombre a su propia dignidad” (Albert Speer, Memorias).  

“¿Y cuál es el gran peligro que nos amenaza a todos?, preguntó el magistrado. El esclavo técnico, prosiguió Traian Koruga. El esclavo técnico es el criado que nos hace cada día mil servicios de los cuales no sabríamos prescindir. Empuja nuestro auto, nos da luz, nos echa agua para lavarnos, nos da mensajes, nos cuenta historias para divertirnos en cuanto damos la vuelta al botón de la radio, traza carreteras y desplaza montañas. Los esclavos técnicos obran con leyes propias, diferentes a las de los humanos. Su influencia se hace sentir cada vez más. Con el fin de poder tenerlos a su servicio los hombres se esfuerzan en conocer e imitar sus hábitos y sus leyes. Y así, poco a poco, sin darnos si quiera cuenta renunciamos a nuestras cualidades humanas, a nuestras leyes propias. Nos deshumanizamos, adoptamos el estilo de vida de nuestros esclavos técnicos y terminamos por imitarlos. El primer síntoma de esa deshumanización es el desprecio al ser humano. Y ahí es donde comienza el drama. Los seres humanos están obligados a vivir y comportarse según leyes técnicas, extrañas a las leyes humanas. Y quienes no respetan las leyes de una máquina, llevadas a rango de leyes sociales, son verdaderamente castigados. Es acaso la época más sombría de toda la historia de la Humanidad. Jamás ha estado tan bajo el nivel del hombre. Desde el momento en que el hombre ha sido reducido a la sola dimensión de valor técnico social puede sucederle cualquier cosa. Pueden detenerle y enviarle a hacer trabajos para un plan quinquenal, para la mejora de la raza u otros fines necesarios a la sociedad técnica sin ningún miramiento para su persona. Sin la complicidad de un hombre, los esclavos técnicos no pueden atacar a los seres humanos. Teniendo como cómplice a un ciudadano, que no es un ser humano, los esclavos técnicos se convierten automáticamente en monstruos del Apocalipsis. ¿Qué entiendes por ciudadano? Ciudadano es el ser humano que no vive la dimensión social de la vida. Posee la crueldad del hombre y del animal y la fría indiferencia de la máquina. Los rusos han logrado crear el tipo más perfecto de toda la especie: el comisario” (Gheorghiu C. Virgil, La hora 25).

Ojala no perdamos el sentido crítico ante esta vida tan tecnológica y una tecnología tan enaltecida.