Archivo por meses: septiembre 2024

30 de septiembre. San Jerónimo (342-420)

Es el gran traductor de la Biblia al latín, la estupenda Vulgata y formidable comentarista de la Escritura. Pero lo que más nos admira de Jerónimo es el fogoso hombre de Dios, un corazón arrebatado en el que la santidad no anula la desbordante pasión de intelectual y artista. Hace cuatro siglos Fray José de Sigüenza escribía sobre él: «tiene mucha libertad en el decir, es muy desenvuelto para santo».

Basta leer sus memorables cartas para conocer el talante iracundo de este santo leonino (la imagen del león, que ha pasado a la iconografía, es legendaria, pero le define muy bien. Lleno de fiereza, encrespado, incómodo por sus intransigencias. Lengua afiladísima, temible y certera, que maneja las palabras con un arte cuidadoso y mortífero. ¡Ay del hereje que se ponía al alcance de su pluma, porque lo aplastaba como un insecto! Pero también muy tierno con los que se entregan a Dios sin condiciones, ardiente de caridad, lanzado inconteniblemente hacia la altura con un ímpetu que lo arrasa todo y que le transforma a él.

Nos narró el sueño o visión de su juicio de ultratumba. Interrogado ante el tribunal de las postrimerías. ¿Qué eres?, se ve respondiendo muy seguro: Cristiano. Y se le corrige: Cristiano no, ciceroniano. Porque leía con entusiasmo a los autores de la antigüedad pagana: No, no, soy cristiano; y sigue oyendo la misma voz acusadora: ¡Ciceroniano! Duro trance para San Jerónimo, santo y escritor.

Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol

De gallos y batallas culturales

El primer caso de corrección política lo protagonizó Simón Pedro negando tres veces antes de cantar el gallo ser discípulo de un Maestro de Galilea condenado a la crucifixión. Hoy, nada nuevo bajo el sol: Los cristianos continuamos expuestos a la presión de esa manufactura de fabricación totalitaria. Los osados que optan por la incorrección resultan cancelados. La mayoría de los creyentes prefiere, por complejo o cobardía, negar como el apóstol o permanecer en la indiferencia. Salvo ese episodio negacionista, nunca el cristianismo ha callado. El deber es recordar su mensaje allí donde es olvidado o desconocido. La fe es despertador y no adormidera.

Aunque más actual que el periódico de la mañana, el Evangelio no goza hoy de buena prensa. El eclipse de Dios anula también a la grey católica en un mundo anegado por el nihilismo, desinteresado por el qué y el cómo. Somos ciudadanos y, simultáneamente, creyentes y no debemos dislocar una condición de la otra. Al contrario, asumiendo la coherencia entre ambas, nuestra aportación resulta valiosa en sociedades actuales, desfondadas por la desesperanza y la soledad, y subyugadas por el abuso tecnológico, en las que el hombre se apresura a proclamar sus deseos como si fueran derechos, sus antojos como si fueran normas. Debemos practicar nuestra viva voluntad de esclarecer bien las cosas, dando a cada una el lugar que le corresponda, tanto en la vida como en el pensamiento. De establecer un sistema de principios y convicciones, una propuesta de paz y caridad a fin de enfocar la convivencia y argumentar en consecuencia. Debemos, sí, librar un combate sobre ideas, una batalla cultural, sin olvidar que hay entablada otra pugna entre el Bien y el Mal, entre la verdad y la mentira.

Como gran capitán de la lucha espiritual, Fray Luis de Granada propone una provechosa regla militar para las contiendas de la inteligencia: “No basta alegar todas las razones que hay para justificar una causa si no se deshacen las de la parte contraria”. No rechazar ambigüedades es claudicación. A la vez que se desmontan los grilletes de la mentira, se va liberando la verdad. Extinguiendo la tiranía, nace la libertad. Es el de la verdad y la libertad los verdaderos problemas presentes. Y no se resuelven tergiversando la realidad con posverdad o saltándose a la torera ley y orden, sino que la solución se halla en el interior del hombre. En toda actividad humana falta la fuerza interior, la espiritual. Para nosotros, lo ausente es Dios, fuente de verdad y libertad. Lo dijo León Bloy: “la inefable libertad del hombre no es más que el respeto que Dios nos tiene”.

Durante siglos el catolicismo emprendió grandes batallas espirituales y culturales. Aún resuenan los fragores de disputas teológicas decisivas en la definición de la doctrina frente a las heterodoxias. El siglo IX presencia cómo la Iglesia pierde casi todo el Oriente con tal de salvar la pureza del dogma. El siglo XVI es testigo de una nueva cruzada en Trento, que derivaría en otra patente liza cultural alumbrando el barroco para certificar el triunfo, no sólo sobre la Reforma protestante, también sobre la sobriedad calvinista en el arte. Choque cultural el que acomete la Iglesia católica contra la Ilustración y su razón divinizada, al objeto de restaurar conciencia y cultura cristianas ante los estragos provocados por un enaltecido utilitarismo y por un desalmado paganismo. Espoleados por el Movimiento de Oxford, los católicos ingleses se enfrentan también culturalmente al anglicanismo británico de exacerbado componente nacionalista (¨Ser británico es ser anglicano”). Asimismo, los católicos franceses del Movimiento Esprit contendieron intelectualmente contra aquel desorden establecido paralelo a la crisis de la civilización contemporánea comprometiendo valores espirituales. Por entonces, Günter Gründel en su obra La misión de la joven generación maneja conceptos espirituales: “La rebelión de la vida frente a la tiranía de la materia; la caída de Lucifer: he aquí el sentido de nuestro siglo”. No menos espiritual es la lucha protagonizada por la Iglesia católica contra el paganismo nazi. Finalmente, el púlpito fue también el coso donde se batió la jerarquía católica de más allá del Telón de Acero contra el ateísmo de la hoz y el martillo.

Sí, los católicos somos combatientes en dar la batalla espiritual y, por ende, la cultural. Con ese saber penetrante y claro sobre las cosas del mundo que poseen sólo los que viven fuera de él. No es experiencia, sino vaticinio. Acaso santidad. Pero en ocasiones no comparecimos en el palenque. Ante los desgarros del Mayo francés del 68, serán intelectuales no creyentes de mirada limpia quienes bajaron a la arena. ¿Nos da miedo Gramsci? Toca de nuevo bregar. Los JJOO de París demuestran que la incomparecencia ya no es opción. Andrè Gide sostenía que “la cultura trabaja por la emancipación del espíritu y no para su servidumbre”. La fe no sólo debe propagarse. Exige, además, no esconderse. No neguemos como Pedro antes de cantar el gallo. Esa es nuestra batalla. Si combatiéramos en ella, otro gallo cantaría.   

Artículo publicado por Raúl Mayoral Benito en el diario La Razón el 26 de agosto de 2024. https://www.larazon.es/opinion/gallos-batallas-culturales_2024082666cbb15f797ae100017077ae.html

29 de septiembre. San Miguel, San Rafael y San Gabriel

El Santoral reúne en este día a tres Santos que carecen de sustancia humana, los Arcángeles. Son un poco más que nosotros, más puros, más aéreos, más disponibles, pero también menos comprometidos con la tarea cotidiana de la difícil santidad en este mundo, tras rechazar el luciferino Non serviam.

Miguel, caudillo de los ejércitos más santos, capitán del Cielo, vencedor del dragón en el Apocalipsis, el arcángel guerrero que se enfrenta al amotinado Lucifer al grito de ¡Quién como Dios! que es lo que significa su nombre y que dice fidelidad, ya que es el prototipo de siervo leal y poderoso que ha de sostenernos con su fuerza. Es protector y defensor justiciero de los hombres asegurando en el Juicio Final que las almas den su peso de fe, esperanza y caridad en las balanzas, frente a las muecas del Maligno.

Rafael es el buen acompañante del hijo de Tobías, a quien conduce, sabio, cariñoso y firme, por entre las asechanzas del mal, hasta un feliz matrimonio y la curación del propio Tobías. Es el arcángel de los novios y casados, cómplice del amor que es una chispa del gran incendio divino que busca abrasarnos a todos en caridad.

Gabriel es el conmovido mensajero de la Anunciación, el primer cuerpo diplomático de la Historia, según el insigne José María Pemán, y sólo podemos imaginarle como le pintó Fra Angélico, de rodillas, según dicen: rubio, aureolado de belleza, con alas de mariposa celeste, rindiéndose ante la doncella que acababa de decir Hágase y comunicando el gran misterio de la Salvación.

Los tres nos valgan, capitán, guía y nuncio, para hacer la voluntad de Dios, que es la sabiduría. En la batalla, en el camino incierto y en la oscuridad del debate interior ellos están presentes.

Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.

28 de septiembre. San Wenceslao (907-929)

En checo Václav, es uno de esos santos en quien el poder se cristianiza hasta la propia desaparición que acepta el martirio, como si viese incompatibles las grandezas humanas y el Evangelio, y aunque sin buscarla encontrase la salida de la muerte como el golpe que corta el nudo gordiano.

El joven duque de Bohemia huérfano de padre, se educa en el cristianismo gracias a su piadosa abuela Santa Ludmila, pero vive rodeado de las intrigas y conjuras del partido pagano que encabeza su madre, la perversa Drahomira, mujer como una furia infernal, cuyo favorito es el hijo menor Boleslao. Santa Ludmila muere asesinada, su nieto se decide a tomar el poder y durante unos años, desde su palacio de Praga, da ejemplos de santidad a toda Bohemia: es pacífico, caritativo, mortificado y espiritual. Sólo falta el previsible y sangriento desenlace.

Boleslao le tendió una celada invitándole a su provincia y le hizo apuñalar en el umbral de una iglesia, dicen que pudo defenderse pero eligió ser víctima. San Wenceslao es el santo patrón de Bohemia y de todos los soberanos incómodos con las apariencias y las necesidades de la majestad, porque su reino no era de este mundo.

Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.

27 de septiembre. San Vicente de Paul (1580-1660)

Monsieur Vincent, el gran santo de la caridad en la Francia de Luis XIII, el más popular y simpático de los hombres de su tiempo. Mientras los demás discuten y riñen con jansenistas, protestantes y libertinos incrédulos, él tiende la mano a los necesitados, a los pobres, a los galeotes, a los más desamparados de Francia.

A los ojos de hoy la caridad sólo está bien vista como beneficencia, si es que ésta no se repudia en favor de la lucha de clases. Pero para San Vicente (por algo era cristiano) la caridad se asentaba necesariamente en la verdad, la Iglesia y la doctrina de Jesucristo, y abarcaba una doble acción, primero espiritual y luego material. Socorrer a los necesitados, pero evangelizándolos, ser compasivo con todos pero hablándoles de Dios.

Esta caridad interesada, la única concebible para el santo, informa la célebre sociedad caritativa de seglares que lleva su nombre, fundada por Ozanam en el siglo pasado. San Vicente estará rodeado de gigantes de la espiritualidad, hombres brillantes e inteligentísimos, unos ortodoxos, otros heréticos, él será siempre un campesino gascón, rústico y desmañado que se consume en la tarea de asistir al prójimo en el alma y en el cuerpo, dando pan y vida eterna con una sonrisa inmortal por la que aún le recordamos.

Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol

26 de septiembre. San Cosme y San Damián

Hermanos gemelos según la tradición, llamados «anárgiros», es decir, sin dinero, porque sanaban enfermedades sin aceptar pago alguno por sus servicios. Su culto procede de Oriente, quizá de Siria, y se fija sobre todo en el hecho de curar, y por eso se les hace los santos patronos de médicos y boticarios. El fervor que despertaron Cosme y Damián primero en Jerusalén, Bizancio y Egipto, y luego en todo el Occidente es un impresionante fenómeno de piedad que la Iglesia consagró introduciendo sus nombres nada menos que en el canon de la misa.

Todavía, pues, les oímos mencionar en medio del Santo Sacrificio, sus imágenes bendicen el ajetreo de nuestras farmacias y podemos visitar centenares de templos dedicados a su memoria, como la bella iglesia primitiva de Roma, en pleno Foro, en la que conviven armoniosamente elementos del antiguo lugar pagano con el arte de la fe.

Así, hermanos o no, médicos o no, mártires sin duda alguna, obradores de curaciones milagrosas desinteresadas, San Cosme y San Damián traspasan los siglos como un testimonio matizado de ambigüedades, trayéndonos desde una lejanísima antigüedad un cúmulo de santos prodigios que se confunden con la leyenda, ocupando un lugar simbólico en la piedad cristiana.

Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.

25 de septiembre. San Cleofás (siglo I)

El sepulcro del Señor está vacío y unos ángeles reprochan a las santas mujeres que querían ungir su cuerpo: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?». Ha resucitado, anuncian, pero Pedro y los demás apóstoles no se atreven a creer una cosa así. Ese mismo día dos discípulos van en dirección a Emaús, que dista de Jerusalén sesenta estadios, unos doce kilómetros, y por el camino «conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado». Uno de ellos, nos dice San Lucas, se llamaba Cleofás.

Se les une otro viajero al que no conocen «porque sus ojos estaban ofuscados», y cuando se interesa por lo que hablan, Cleofás se sorprende hasta casi increpar al caminante: «¿Eres tú el único en Jerusalén que no sabe lo que ha sucedido?». Y le resumen los hechos tan increíbles y turbadores. Él exclama: «¡Oh insensatos y tardos de corazón!», y les recuerda que todo estaba previsto en los profetas.

«Se acercaban a la aldea adonde iban y Él fingió seguir adelante. Le rogaron con insistencia: Quédate con nosotros porque es tarde, y el día ya declina». Se sentó a la mesa con ambos, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio, y entonces le reconocieron. Cleofás y su compañero no saben ver más que lo que ven, achaque muy común , ni siquiera reconocen a Jesús cuando les habla, pero tienen un impulso magnífico: «Quédate con nosotros» Y esto tan simple parece bastar.

Uno piensa a menudo que todo está perdido, que no entiende nada, que es tarde y el día ya declina, y entonces se le ocurre esta humilde petición sabiendo que será escuchada: Quédate con nosotros.

Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol

PD: A mis Hermanos de Emaús.

24 de septiembre. San Pacífico de San Severino (1653-1721)

Nacido en San Severino de la Marca, Carlo Antonio Divini es un santo del dolor y la frustración. Varón de fracasos que desde la primera niñez solamente conoció adversidades y que malogró cada uno de sus intentos sucesivos de hacer lo que se proponía. Huérfano a los cuatro años, pobre, maltratado por los parientes que le acogieron, pareció que iba a encontrar en el claustro lo que el mundo le negaba, y en 1670 ingresó en un convento de franciscanos reformados.

Su camino parecía claro, ser profesor de filosofía, pero según él mismo «no se necesitan doctores, sino apóstoles» y pide una ocupación más activa. Sería predicador en tareas misionales, hasta que este servicio se le hace imposible por tener los pies hinchados y cubiertos de llagas. ¿Qué va a hacer un apóstol si no puede caminar? Dedicarse a la confesión, pero la sordera le impide ejercer este ministerio. Un confesor que no puede oír. Más aún, quedará ciego, ya ni celebrar misa, ni salir de su celda.

En este desamparo le falta incluso el consuelo de sus hermanos de religión, y el sacristán y el enfermero que le cuidan le maltratan de palabra y de obra, como acosándole en su último refugio. Así durante años hasta la muerte, como un nuevo Job, desposeído de todo excepto de paciencia y de amor a Dios. San Pacífico nos valga en esta época en la que el deseo más comúnmente expresado es el de «realizarse», él que fue la encarnación de un fracaso, del que hizo su gloria.

Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.

23 de septiembre. San Pío de Pietrelcina (1887-1968)

«Sólo soy un humilde fraile que ora», decía de sí mismo el religioso capuchino de Pietrelcina, ese pueblo sencillo de la Campania de una vieja Italia que ya no volverá. Un fraile que rezaba y que, a tenor de su rostro concentrado en sí mismo y enternecedor con los demás, se iba llenando de la presencia anhelada por su oración.

«Rezo y no me preocupo. Porque la preocupación es inútil. Dios es misericordioso y escuchará mi oración». Mientras, brotaba en las palmas de las manos, en el costado y en los pies, la misma semilla ensangrentada de su Señor. El fraile que sólo rezaba hizo brotar un río de misericordia entre las peñas ásperas de su pueblo; entre los corazones de sus vecinos; entre la envidia pastoral de otros sacerdotes de la comarca, que veían cómo el Padre Pío reconfortaba a toda una Iglesia. Y ese río omnisciente de misericordia se convirtió después en riada de hombres que asomaban a un templo y que hacían cola ante su oscuro confesionario, que era ventana abierta a la esperanza y a la fe.

El fraile que «sólo oraba» enjugó con sus heridas imposibles todas aquellas lágrimas que caían de los asombrados penitentes; las lágrimas que caían tras la recompensa de pena y ceniza con la que el Demonio había pagado sus caídas, y la alegría imprevista por ver reflejarse en ese pequeño fraile, San Pío, el rostro inconfundible del Salvador.

Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.

22 de septiembre. San Mauricio (¿siglo III?)

Mauricio aparece en el santoral con el apelativo de «soldado», y a diferencia de San Jorge es un militar de infantería, siempre a pie. Era africano, jefe de la Legión Tebana que se reclutó en la Tebaida, en el Alto Egipto. Su legión fue destinada al norte de los Alpes, a Agaune-en-Valais, hoy Saint-Maurice, no lejos del Lago de Ginebra, para someter a una tribu rebelde, y allí se produjo el conflicto de conciencia que hizo mártires a Mauricio y a sus compañeros: al negarse a sacrificar a los dioses, primero fueron diezmados y por fin exterminados.

Estos coptos probablemente blancos (aunque a menudo los pintores presentaban a Mauricio como un negro de rizados cabellos, quizás por el equívoco que asocia el nombre de Mauricio a la Mauritania, a los moros o mauri), van a morir a la Helvecia, y dejarán como emblema a lo que hoy es Suiza la insignia de la Legión Tebana, una cruz blanca sobre fondo rojo. Están en las raíces cristianas de la Suiza actual y por ello San Mauricio es patrón de la Guardia Suiza del Papa.

Para nosotros siempre serán los personajes viriles, graves, serenos, infinitamente persuasivos en los gestos de su coloquio, del gran cuadro que El Greco pintó para el Escorial, y que no gustó a Felipe II, tal vez por estimar anticuado el procedimiento de pintar en el mismo lienzo diversas escenas del martirio; al fondo, los soldados ofrecen su cuello al verdugo, y en primer término Mauricio explica a los demás, imaginamos que con sencilla y profunda elocuencia, las razones de morir. En la altura, una apoteosis de ángeles les baña de gloriosa luz.

Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.