Monsieur Vincent, el gran santo de la caridad en la Francia de Luis XIII, el más popular y simpático de los hombres de su tiempo. Mientras los demás discuten y riñen con jansenistas, protestantes y libertinos incrédulos, él tiende la mano a los necesitados, a los pobres, a los galeotes, a los más desamparados de Francia.
A los ojos de hoy la caridad sólo está bien vista como beneficencia, si es que ésta no se repudia en favor de la lucha de clases. Pero para San Vicente (por algo era cristiano) la caridad se asentaba necesariamente en la verdad, la Iglesia y la doctrina de Jesucristo, y abarcaba una doble acción, primero espiritual y luego material. Socorrer a los necesitados, pero evangelizándolos, ser compasivo con todos pero hablándoles de Dios.
Esta caridad interesada, la única concebible para el santo, informa la célebre sociedad caritativa de seglares que lleva su nombre, fundada por Ozanam en el siglo pasado. San Vicente estará rodeado de gigantes de la espiritualidad, hombres brillantes e inteligentísimos, unos ortodoxos, otros heréticos, él será siempre un campesino gascón, rústico y desmañado que se consume en la tarea de asistir al prójimo en el alma y en el cuerpo, dando pan y vida eterna con una sonrisa inmortal por la que aún le recordamos.
Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol