Archivo por meses: octubre 2022

Democracia estéril

El hombre de nuestro tiempo, horrorizado por la espantosa crueldad del fascismo y del socialismo real, no toleraría un regreso a la barbarie. Pero podría conformarse con ciertas formas expeditivas de gobierno, siempre y cuando salven la apariencia de democracia. Asistiríamos a una nueva versión del totalitarismo, no tan agresiva y sin brutalidades como aquellas soluciones radicales de naturaleza colectivista del siglo XX, que avasallaron la dignidad del hombre y su libertad, sino una versión de seda, que acabe imponiendo que lo inexplicable se convierta en norma. Esta conformista actitud explica la angustiosa tendencia de Occidente a taparse los ojos ante las nuevas formas de tiranía.

El Evangelio de San Mateo contiene un pasaje acerca de la higuera estéril. Se trata de una metáfora sobre los fariseos, maestros de la ley, que no daban buen fruto a causa de su falta de fe. La enseñanza es que una higuera cubierta de hojas pero sin fruto, tiene la apariencia de vida pero no la vida. Por el contrario, el almendro es el árbol vigilante porque es el primero que florece en primavera. Es como si estuviera de guardia. A las actuales democracias les sucede lo mismo que a la higuera estéril. Resulta que el pluralismo partidista es evidente. El mecanismo de elección de representantes funciona correctamente. El respeto a la minoría está asumido. En suma, la robustez y vitalidad del sistema son buenas en apariencia. Sólo en apariencia. Tras este aspecto formal, de escaparate del edificio democrático, se halla el núcleo esencial de la democracia sobre el que se cierne el riesgo de la desviación totalitaria.

Los primeros síntomas del virus totalitario se manifiestan contra los derechos y libertades, restringiéndose por el poder con signos patentes de tutelaje y abuso. Se atropellan las libertades de expresión, de conciencia, religiosa, de educación… La carcoma totalitaria devora sutil pero severamente el edificio democrático. El intervencionismo estatal se torna hegemónico y mengua el terreno de la sociedad civil. Se dinamita la independencia de los medios de comunicación y del Poder judicial. Paulatinamente se impone el silencio de la opinión pública y se enturbia la transparencia en la gobernación de los asuntos generales. El cerco se cierra mediante la perversión del lenguaje que elabora una realidad emergente con novedosos significados. Es el nuevo caballo de Troya que penetra en las ciudadelas de hogares y aulas preñado de pensamiento débil y políticamente correcto a fin de tapar las verdades objetivas y absolutas. Aun así, lo que se muestra sigue siendo sugerente y fascinador.

Este inquietante proceso se gesta y desarrolla en nombre del progreso y la libertad. Por ello, las sociedades, adormecidas por el opio de una falsa normalidad, sucumben fácilmente al engaño, sin sospechar que mediante apariencias están siendo manipuladas. La gran lucha de nuestro tiempo se está librando contra esa apariencia de democracia que pretende secuestrar la libertad. Los ciudadanos no debiéramos conformarnos con la apariencia, sino aspirar a lo genuino y verdadero. Seamos, pues, como el almendro, un árbol vigilante y en guardia.

Artículo publicado por Raúl Mayoral Benito en el diario digital El Imparcial el 16 de octubre de 2022. https://www.elimparcial.es/noticia/244313/opinion/democracia-esteril.html

Amor y no sexo

En los setenta del pasado siglo se creó el mito de una juventud impaciente por desarrollar su vida sexual y de la castidad como expresión de un medievalismo desfasado. Se aceleró la “revolución sexual”. Eran los vientos que soplaban desde el Mayo del 68: no tanto transformar la sociedad civil, como destruirla.

Cincuenta años después, el sexo vuelve a ser una prioridad, con la diferencia ahora de que no es durante la etapa juvenil, sino en la etapa infantil. Varios Ayuntamientos barceloneses han organizado encuentros formativos de contenido sexual para niños, adolescentes y jóvenes. En el municipio de Vilasar de Mar se celebró una yincana para jóvenes de entre 12 y 30 años centrada en la educación sexual y entre cuyas actividades destacaba la colocación de preservativos en un palo o reproducir posturas del Kama-sutra. En el municipio de Tarrasa se organizó un taller para niños de entre 6 y 12 años, de travestismo. El objetivo era lograr que «los niños crezcan sin prejuicios». La ministra de Igualdad, Irene Montero, dijo en la Comisión de Igualdad del Congreso de los Diputados que “Todos los niños, las niñas, les niñes de este país tienen derecho a conocer que pueden amar o tener relaciones sexuales con quien les dé la gana, basadas, eso sí, en el consentimiento”. Los descritos episodios no han levantado tanta polvareda como sí el vídeo, masivamente difundido y aireado, de los colegiales del Mayor Elías Ahuja asegurando a las colegiales del Mayor Santa Mónica un encuentro sexual en una capea organizada entre ambos colegios. Y es que como decía Septimio Severo hay dos clases de ceguera que se combinan fácilmente, la de aquellos que no ven lo que es y la de aquellos que ven lo que no es.

La sexualización de la infancia a cargo de organismos infortunados y dirigentes públicos descerebrados es una precipitación en el ritmo de aprendizaje y formación del niño. A los 8 o 10 años no se tiene inquietud alguna sobre un tema como el sexo. Corremos el riesgo de que en nombre del progreso saturemos a los niños con sexo creando adultos confundidos y extraviados. En esta sociedad se ha creado un tremendo vacío moral bajo el dogma progresista de “quien se opone a mis deseos atenta contra mi personalidad”. Algunos parecen actuar espasmódicamente lanzados hacia un desenfrenado hedonismo. Hay posiciones de izquierdas infumables hasta por las “normales” gentes de izquierdas. Para el desarrollo infantil, resultaría más conveniente hablar de amor y de enamorarse. El amor, el interés por la criatura amada es lo que más humaniza al hombre. El vicio cuenta con una buena prensa. El amor, el simple y maravilloso amor, origina risas y protestas. Según Pascal, de nada sabemos todo y es que al hombre le es necesario el sentido del misterio. A fuerza de tanta sorpresa, terminamos por no asombrarnos ya de nada y por no apreciar nada por hermoso que sea. Bien lo afirmaba el gran Ruano: “el amor empieza en un presentimiento que al hacerse sentimiento es ya conocimiento”.

Artículo publicado por Raúl Mayoral Benito en el diario digital El Imparcial el 9 de octubre de 2022. https://www.elimparcial.es/noticia/244044/opinion/amor-y-no-sexo.html

Educación y ejemplo

Lo cotidiano no cesa de movernos a la perplejidad aunque sea en espacios tan poco relevantes para la existencia humana como el apasionado mundo del fútbol. Reconocía un entrenador de las categorías inferiores de un laureadísimo equipo de primera división que hoy su función no consiste solo en enseñar a jugar al balón, sino también a ejercer una tutela a mitad de camino entre la paternidad y el magisterio. Explicaba que actualmente son muchos los chicos que, en lugar de motivarse y centrarse con el enorme sacrificio y la dedicación constante necesarios para alcanzar su sueño, suelen, en cambio, estar más fascinados con firmar algún día el gran contrato profesional de sus vidas. Y ya desde chavalines tratan de imitar a las estrellas del balompié imaginando ser propietarios de flamantes automóviles deportivos o reproduciendo en sus propias carnes un variadísimo sinfín de tatuajes. Lo triste, se lamentaba el entrenador, es que al advertir a los padres de esa desafortunada tendencia a la emulación por parte de los hijos, aquellos respondían enérgicamente: Tú dedícate a entrenar, haz de mi hijo un perfecto futbolista y olvídate de lo demás.  

El déficit de enseñanza y educación que padecen actualmente la escuela y la familia se ve agravado, en ocasiones fatalmente, con pésimos ejemplos que abundan en la sociedad. Los referentes sociales en ámbitos como el deporte o la música pop ejercen una enorme influencia sobre la infancia y la adolescencia condicionando sus actitudes y preferencias. Recientemente, al obtener uno de los más prestigiosos galardones del universo futbolístico, un magnífico jugador ha manifestado con sorprendente inmodestia: “no veo a nadie mejor que yo. No hay un jugador más completo que yo. Soy el mejor jugador de la historia, tanto en los buenos como en los malos momentos”.  Palabras que en boca de un comentarista del fútbol hubieran sonado acertadísimas y merecidísimas pues el homenajeado practica dicho deporte de forma sobresaliente. Pero la acumulación de dosis excesivas de vanidad, jactancia y engreimiento en un magnífico futbolista siempre resultará letal en la cabeza y el corazón de un niño. Y es que la ley de la gravedad afecta también a los astros del esférico. Está escrito en El Quijote: Llaneza muchacho, no te encumbres.

El compromiso sociopolítico de un cristiano

A una villa francesa llamada Tornay llegó cierto día un viajero. La villa celebraba una gran fiesta y estaba vestida de gala. Banderas y colgaduras engalanaban calles y casas. Júbilo y alegría reinaban en el municipio. ¿Qué ocurría? se preguntaba el visitante. Algo importante sucede, se decía, y cuando inquirió a un habitante cuál era la causa de aquél regocijo, recibió esta respuesta: Hoy hace 53 años que comenzamos a luchar en las elecciones, y al cabo de más de medio siglo, por primera vez llevamos una mayoría católica al Ayuntamiento.

En 1909, el que fuera primer presidente de la Asociación Católica de Propagandistas, Angel Herrera Oria, decía que en España se lamentan los católicos porque el Parlamento elabora leyes impías. Pero ¿qué os pensabais, que nuestros adversarios se habían de molestar y trabajar haciendo leyes a nuestro gusto y medida? ¡Id a las urnas, disputadles los escaños y dejad de lamentaros! Estamos los católicos españoles un tanto dormidos para la lucha política y es necesario que despertemos, que iniciemos una reconquista lenta, difícil, llena de sudores y fatigas, pero necesaria, imprescindible, impuesta por nuestra fe. No nos importen las derrotas, proseguía Herrera, no desmayemos. Siempre adelante. Como en Tornay. Por supuesto, que hay que luchar en las elecciones. Si es preciso, 53 años como los tenaces católicos de Tornay. Pero también en los demás campos de la vida pública, porque si no participamos en ella, si no acudimos allí donde se ventilan las grandes cuestiones humanas, cito, de nuevo a Herrera, ¿por qué lamentarnos luego? ¡Ay católicos españoles¡ ¿Toda la culpa es de los gobiernos? ¿No tenemos también algo de culpa nosotros, más prestos a protestar que a hacer eficaces nuestras protestas? Nosotros mismos podemos remediar muchos de nuestros males y hacer más fructíferas nuestras pretensiones. Nuestra es, pues, la culpa. No tenemos derecho a quejarnos. ¿Qué hacemos? Nada o casi nada. Parece que apenas nos importa lo que ocurre. Acostumbrados como estamos a dejarnos avasallar, no nos preocupa, o preocupa muy poco, el avance imparable del laicismo con sus propósitos de echar a Dios de la familia, de la escuela, de la sociedad. ¡Qué vergüenza para nosotros¡ ¡Qué infamia la nuestra¡ ¿Por qué no protestamos? ¿Por qué no nos oponemos como un solo hombre a esa obra de destrucción de lo trascendente?

De estas certeras y deslumbrantes palabras de Herrera Oria debiéremos extraer dos conclusiones: 1. Que los católicos debemos involucrarnos en la política. 2. Que los católicos debemos estar siempre en campaña electoral.   Pero ¿cómo debemos actuar los cristianos en el espacio público? ¿Cómo ha de ser nuestro compromiso sociopolítico? En la vida pública, los católicos debemos cumplir con dos deberes, el de conciencia y el de coherencia;  y ejercitar un derecho, la libertad. Ello se traduce en una exigencia moral de gran envergadura como es ser responsables y adoptar tres actitudes prácticas: comprometernos, participar y dialogar.

Deber de conciencia.

Un gobernante, sea católico o no, debe rendir cuentas de su gestión a los ciudadanos pero también a su conciencia. Un gobernante ha de obrar en conciencia. Ha de ser fiel a la propia conciencia, aunque se dure poco en política. Porque cuando uno se decide a entrar en la vida política, debe saber hasta donde está dispuesto a ceder. Uno no puede ceder tanto que pierda su identidad o que le haga irreconocible, simplemente para alcanzar el poder o perpetuarse en él. Como ciudadanos católicos debemos actuar en el espacio púbico con todos los medios legales y legítimos, entre ellos la objeción de conciencia. Antígona es la primera objetora de conciencia, pues frente a Creonte, obedece a Dios antes que a los hombres. Antígona explica a Creonte que ha desobedecido porque las leyes humanas no pueden prevalecer sobre las divinas y se muestra orgullosa de ello y sin temor a las consecuencias. Así debemos obrar los católicos en el espacio público, sin temor a las consecuencias.

Deber de coherencia

Consustancial al cristiano es manifestar su fe al exterior, es ser testigo. Id por el mundo y sed mis testigos, nos exhorta el Evangelio, Por ello, jamás debemos encerrarnos en las sacristías, sino que debemos ser coherentes con nuestra fe y dar testimonio tanto en la vida privada como en la pública. No puede olvidarse que somos miembros de la Iglesia católica y a la vez somos ciudadanos del Estado. Y en nuestra condición de ciudadanos, estamos directamente comprometidos en el orden temporal. Por ello, nuestra misión de ciudadanos no puede dislocarse de la de cristiano, y las dos perspectivas no pueden disociarse. A esto se le llama deber de coherencia. Coherencia es también mantenernos unidos en torno a la columna vertebral de la Iglesia católica: el Papa y los obispos en comunión con él y de ser fieles a su Magisterio.

Ejercitar la libertad.

Dijo el político inglés, Thomas Paine, que quienes aspiran a gozar de los beneficios de la libertad deben soportar la fatiga de defenderla. La Iglesia Católica está donde ha estado siempre: En el Evangelio. Es la única que, separando perfectamente lo temporal de lo espiritual, supera las fronteras nacionales y enlaza a todos los hombres por vínculos superiores a los meramente políticos. Por eso constituye un aliado indispensable en la defensa de los derechos del hombre y en las demandas por la libertad. Por tanto, frente a las amenazas y riesgos contra la libertad y dignidad del hombre, los católicos debemos adoptar una actitud de denuncia constante y sistemática. Un clamor popular para que nuestra voz se oiga. Benedicto XVI dijo que los católicos tienen derecho a que se oiga su voz en el debate público de la sociedad, en todo, ya sea enseñanza, clonación o el precio de las flores. Es un derecho que les asiste por encima de los slogans laicistas. Es a la vez un compromiso marcado a fuego en sus creencias.

Compromiso

No son tiempos de imitar a Pilatos y lavarnos las manos abdicando de nuestras responsabilidades cívicas. Menos aún cuando los católicos somos indispensables en esta humanidad en crisis, que poco a poco va resbalándose por una peligrosa pendiente. Y lo somos, por ser inmunes a falsas ideologías que tratan de anegar el mundo con el diluvio materialista y ganar terreno a través de una vastísima siembra de relativismo y odio. Tenemos, por tanto, el deber de no ignorar ni abandonar la acción social y pública. En la reciente Instrucción pastoral “Iglesia, servidora de los pobres”, uno de los objetivos para eliminar las causas estructurales de la pobreza es cultivar con esmero la formación de la conciencia sociopolítica de los cristianos, la conciencia social de la que tanto hablaba Herrera Oria; de modo que sean consecuentes (coherentes, coherencia), con su fe y hagan efectivo su compromiso de colaborar en la recta ordenación de los asuntos económicos y sociales.

Participación.

La Encíclica Pacem in terris de Pablo VI considera que la participación de los ciudadanos en el poder es una exigencia cierta de la dignidad humana, de forma que los hombres puedan dedicarse con pleno derecho a la vida pública. La participación del cristiano en la acción política ha sido una de las muchas formas a través de las cuales se ha comprometido con el mundo. El Concilio Vaticano II refuerza la idea de que los fieles laicos no pueden abdicar de la participación en la política; es decir, en la multiforme y variada acción económica, social, legislativa, administrativa y cultural, destinada a promover orgánica e institucionalmente el bien común, que comprende la promoción y defensa de bienes tales como el orden público y la paz, la libertad y la igualdad, el respeto a la vida humana y al medio ambiente, la justicia y la solidaridad. No servimos a nuestra nación -de hecho, la debilitamos intelectualmente- si hacemos dejación de nuestros principios o no nos atrevemos a hablar con convicción por un erróneo sentido de buena educación.

Diálogo

Los cristianos también debemos dialogar con quienes no piensan o no creen como nosotros. Debemos promover un auténtico diálogo con el mundo de hoy. Debemos superar los conflictos abriéndonos al diálogo y aceptar la razón compartida como base de la convivencia fraterna. Hay que buscar la verdad y compartirla; acompañar a los que dudan, a los que no creen, a los que transitan sin rumbo por la vida; a los que no ven a Dios pero le buscan a todas horas. No seamos simplemente una alternativa encerrada en una torre de marfil, no seamos gueto ni fortaleza asediada, salgamos a la plaza pública a dialogar.

Este debiera ser nuestro compromiso sociopolítico como cristianos. Sin perder de vista que al mismo tiempo que construimos la ciudad terrena vamos construyendo también la ciudad eterna. El tiempo es nuestra circunstancia pero la eternidad es nuestro destino.

Artículo publicado por Raúl Mayoral Benito en la revista La Rambla en noviembre de 2016.

A por los ricos

Uno de los documentos más enérgicos de la Revolución bolchevique, firmado por Lenin y Stalin y publicado el 31 de mayo de 1918 en Pravda, comenzaba así: “¡Obreros y campesinos, honrados ciudadanos trabajadores de toda Rusia! Estamos ante las semanas más difíciles. El pan escasea en las ciudades. La población proletaria está preocupada por su destino. Los enemigos del pueblo se aprovechan de la penosa situación, que ellos mismos han propiciado, para sus propios fines criminales, siembran la confusión e intentan arrebatar el poder de manos de los obreros y campesinos. Los antiguos generales, los terratenientes, los banqueros levantan la cabeza. Tienen la esperanza de que el pueblo, en su desesperación, les permitirá adueñarse del poder en el país».

Bajo la habitual pitada contra Sánchez, advertía éste en la puesta de largo de esa cínica y cursi campaña de Somos el Gobierno de la gente, de la existencia de unos poderes oscuros que maquinan contra él: los grandes empresarios, las terminales mediáticas y los banqueros, reduciendo a todos en el saco de la derecha política, económica y mediática, que se mueve por los intereses particulares de unos pocos. “Igualico, igualico que el difunto de su agüelico”, sentenciaba la abuela de Agamenon, aquél conocido personaje de tebeo del pasado siglo. Sánchez, como nieto ideológico de aquellos tatarabuelos creadores de la espantosa Rusia soviética, también emplea ese viejo recurso, propio del totalitarismo, consistente en espolear el miedo ante un supuesto enemigo presente. Evidenciando así un vicio propio de dirigentes políticos incapaces con su gestión de generar confianza y credibilidad entre la ciudadanía, necesitando, por ello, de urgentes “adhesiones inquebrantables”.

Cierto es que Sanchez no ataca a sus enemigos con bayonetas, como sí sus antepasados comunistas. El los combate mediante impuestos. Primero fue el impuesto a la banca y a las empresas energéticas; ahora anuncia un impuesto a los ricos. La incertidumbre generada ante este nuevo “impuestazo” es qué se entiende por rico. Porque de continuar Playbol, la empresa del padre de Sánchez, mejorando su cuenta de resultados, el hijo terminará dándole un sablazo al progenitor al gravar fiscalmente a contribuyentes acaudalados. Salvo que la ministra de las cuentas y los cuentos invente una exención fiscal para “nuevos ricos”, por ejemplo, aquellos que, del 2020 en adelante, al socaire del sanchismo, han medrado hasta engordar su patrimonio. Otra alternativa que le queda al padre es adherirse a la explicación que Angel Ganivet apunta en su Idearium español: “el ocultar la riqueza a las investigaciones del fisco es un acto social tan instintivo como el de cerrar los ojos ante el amago de un golpe”.

A la izquierda nunca le ha gustado que el dinero fluya en los bolsillos de los ciudadanos, sino que prefiere administrárselo, planificando a su antojo el Estado del bienestar a base de sectarismo, demagogia, ineficiencia y despilfarro. Y es que no solo ricos y millonarios, también obreros, agricultores, autónomos, incluso, estudiantes, están hasta la coronilla de este Gobierno, en el que hay más gente que personas.

Artículo publicado por Raúl Mayoral Benito en el diario digital El Imparcial el 25 de septiembre de 2022. https://www.elimparcial.es/noticia/243403/opinion/a-por-los-ricos.html