Archivo por meses: abril 2019

Educación para vivir

Durante el transcurso de su existencia, el hombre se encuentra con miles de obstáculos y en infinidad de apuros; y ante tales dificultades su mejor aliado es la educación en su sentido más amplio. Es la educación y no la naturaleza la que marca la gran diferencia entre el carácter de los individuos.

Decía Francisco Giner de los Ríos que la educación es dirigir la propia vida. Existen genios de las matemáticas que se conducen como unos auténticos maleducados. Otros componen maravillosos poemas pero carecen de modales en sus acciones más cotidianas. La sabiduría sin la buena educación degenera en pedantería incómoda. ¿De qué sirven las sabias palabras si son desmentidas por la conducta impertinente de quien las dice? Una persona sin educación es impropia para la sociedad y no sirve para vivir en el mundo. La educación debiera hacer a cada hombre libre y responsable para así poder dirigir su propia vida. Esto traería beneficiosas consecuencias para los demás hombres. Porque los buenos modales son a las personas lo que las buenas costumbres a la sociedad en general.

A las próximas generaciones hay que educarles para vivir y convivir y eso exige por su parte aprender todos los días y durante todo el tiempo. Y más en momentos tan condicionados por la tecnología como los actuales. Alvin Toffler suele decir que los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer y escribir, sino aquellos que no sepan aprender, desaprender y reaprender. Por eso es necesario cuidar de nuestra educación en cada momento, manteniéndola perfectamente preparada mejorándola y reforzándola todos los días.  

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La izquierda homófoba

Dicen que la homofobia, entendida como odio a los homosexuales, aparecería hoy como una especie de enfermedad psico-social, y que junto a la xenofobia, serían actitudes intolerantes y totalitarias. Si los homosexuales se sienten víctimas de algo, deberían serlo de la izquierda (socialismo, comunismo y anarquismo). Repasemos la historia.

Muchos campos de concentración de la época de Lenin se poblaron con homosexuales. El obrerismo estalinista aniquiló en sus gulags a los invertidos sexuales por el hecho de serlo. En la guerra civil española Durruti y El Campesino, luchadores por la libertad, fusilaban a los masculinos en excedencia por ser incapaces para la lucha. Juan Goytisolo recuerda que el comunismo español y el catalán fueron represivos con los “maricones”. Hasta hace quince años, el Código Penal de la Rusia comunista penaba con cinco años de prisión la homosexualidad. Para las lesbianas el destino era el hospital psiquiátrico. Actualmente, en la Cuba castrista meten preso a quien es homosexual, por eso, hay tantos homosexuales cubanos en el exilio; ello lo confirma la trayectoria del escritor Reinaldo Arena. En la China comunista, oficialmente, no hay homosexuales.

Los propios homosexuales dicen que no habrá igualdad en este país hasta que nazca un ciudadano que no tenga que mentir sobre su identidad sexual. Cierto, pero tampoco habrá coherencia en los homosexuales españoles mientras no censuren a la izquierda por ser homófoba, y no habrá ética en la izquierda de este país hasta que pida perdón por sus crímenes contra los homosexuales.

En la página web del Partido Comunista de España, alguien ha escrito: “No se puede consentir que en una sociedad donde coexisten problemas tan relevantes como la precariedad laboral, la inmigración ilegal, el paro, la violencia doméstica, IU ponga en su programa electoral como apartado muy importante temas como el matrimonio entre homosexuales, la adopción de hijos por éstos, que en mi opinión quedan como temas secundarios o, incluso, terciarios. Los comunistas nos hemos convertido en el hazmerreír de la sociedad. Debe haber un cambio dentro del PCE. Una vuelta a los más puros ideales comunistas”. ¡ Qué Dios se apiade de los homosexuales ¡ pensará Rocco Buttiglione.

Artículo publicado por Raúl Mayoral Benito en el diario La Razón el 1 de diciembre de 2004.

La educación emocional

En escritos anteriores, amigo lector, he dejado dicho que educar comprende tanto la instrucción como la formación humanas necesarias para que un niño se enfrente debidamente preparado ante el ambiente social en que ha de moverse y proporcionarle la madurez precisa para que emprenda con garantía de éxito su trayectoria vital.

Se ha generalizado en ciertos ámbitos formativos e instructivos el término “educación emocional” para referirse a un conjunto de cualidades desarrolladas por el individuo y que le capacitan para afrontar con mejor disposición los avatares de la vida. Disciplina, determinación, esfuerzo, tenacidad, voluntad, autocontrol, autorregulación… constituyen manifestaciones de la educación emocional que siempre deben tenerse muy en cuenta en la enseñanza.

Porque la educación no es solo cuestión de conocer las reglas matemáticas, lingüísticas o de la física; de aprender ciencia, historia o geografía; es también formar un hombre de mundo y hasta de Estado, si tomamos esta expresión alejada de lo que hoy se entiende en el marco de la teoría política, y sí relacionada con lo que antaño se concebía como persona de grandes conocimientos en el arte de la diplomacia, lo que comprendía erudición en el saber y corrección en el estar.

Hoy como ayer, es necesario proveer a los niños y adolescentes de excelentes materiales que les guíen con acierto para pensar y hablar, que les permitan un alto estímulo y una óptima promoción del espíritu de la indagación. Facilitarles variadas y útiles instrucciones respecto del estilo, elegante sin ostentación, y el modo, austero sin vulgaridad, tanto en el comportamiento como en la conversación. Proporcionarles reglas de buena crianza que indiquen con qué costumbres y maneras han de conducirse en el mundo. Porque solo así lograrán un claro y nítido conocimiento del corazón humano, de los sentimientos humanos, estando en disposición de entender mejor los modales y el porte de los demás.

Todo este fondo de conocimientos prácticos, de aporte instructivo pero también moral, resultan de gran utilidad para una mejor educación emocional.

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Como ovejas entre lobos

Atrás quedaron días de fervor y lágrimas, de multitudes en la calle orando ante la cruz. Por momentos, los católicos dejamos de ser antiguallas y nos convertimos en una especie de moda. Salimos de nuestros refugios y entramos en las escuelas, en el trabajo, iluminamos los hogares y alumbramos la vida pública como contrafuertes de esperanza. El mensaje de Cristo circuló fluidamente por las calles. Como dijera, Lord Baldwin, primer ministro inglés, “la religión no es cuestión solamente de los cristianos reunidos en las iglesias, sino de tener cristianos en la diplomacia, en la política, en la economía, en la educación y hasta en los deportes”. Cristianos permanentemente en las calles.

El Papado hace afición, dirán los reduccionistas metafóricos. Los mismos que se frotaron las manos al irse el titán polaco; gran alivio, decían, ya tocan a progresista las campanas de San Pedro. ¡Qué desastre¡, nos arrean con un gigante alemán. ¡No hay quien cambie esto¡. Lo grave es que, además de católico, es intelectual. Se nos acabó el cuento, estamos perdidos. No puede ser intelectual y católico. Eso es una contradicción. O una cosa o la otra, pero no las dos. Es que, amigo, ese era el cuento. Pero ya se lo saben. La fe y la razón no se repelen, sino que van como anillo al dedo. Lo ha dicho él; lo ha dicho y lo tiene escrito, que es peor. Rápido, hay que poner a buen recaudo los tópicos y clichés. Buscaré al guardián de nuestra ortodoxia. No te hagas ilusiones, con el de Cracovia, mal que bien, sobrevivíamos. Este nos hará papilla. O es que no te acuerdas antes del Cónclave, ¡qué felices nos las prometíamos¡, y ¡zas¡, nos delató con tantos ismos.

¿Qué va a ser de la posmodernidad y del progresismo?. Si los teníamos arrinconados en las sacristías y en silencio; ¿en qué nos hemos equivocado?. En el calculo, amigo mío, en el cálculo. Pensamos que solo servía como mastín de ganado, de ganado en despojo y añejo, y ahora es pastor universal de una Iglesia viva y joven. ¿Tú crees que vendrá a por los lobos?. No te preocupes, seguro que ideo alguna estrategia. No se te ocurrirá llamar a nuestros teólogos. No, incurrir en más errores, no. Algo mejor, nos convertiremos en ovejas, igual que ellos, pero para ser lobos con piel de cordero. Como tantas veces, como siempre.

Artículo publicado por Raúl Mayoral Benito en el diario La Razón el 25 de mayo de 2005.

La labranza de la educación

La labranza de la educación

Amigo lector, quizás hayas reparado en las muchas semejanzas y analogías que concurren entre la labor del agricultor y la tarea del maestro. Ambos desarrollan sus oficios cultivando, aquél la tierra, éste la mente del discípulo, para convertirlas en fecundas y que proporcionen óptimos frutos.

El labriego se complace trabajando sobre un campo fértil, que cuida y remueve con esmero y del que obtiene fructuosos aprovechamientos. El maestro goza sacando al otro de la ignorancia y llevándole al conocimiento; también se preocupa en “mover” y estimular al alumno, que cuando sabe responder al estímulo alcanza un verdadero aprendizaje. Tanto en el campo como en la escuela hay tiempos de roturación y siembra, previos siempre a los de recolección. Recoger una buena cosecha lo mismo que obtener notables calificaciones tras jornadas de esfuerzo, entrega y dedicación proporcionan una feliz recompensa. No hay florecimiento sin cultivo.

En Cartas a su hijo, el Conde de Chesterfield nos sugiere la estrecha afinidad que media entre los cuidados del agro y las atenciones de la enseñanza al escribir a su vástago a modo de metáfora lo siguiente: “cuando reflexiono sobre la prodigiosa cantidad de abono que se ha empleado en tu beneficio, espero que produzcas más y mejores frutos a los dieciocho años que los terrenos incultos producen a los veintiocho”.

De la misma manera que ha resultado de gran utilidad la industrialización y tecnificación del campo, también lo es la aplicación de nuevas tecnologías  en la enseñanza. Pero esta aplicación no consiste en inundar las aulas con toneladas de ordenadores y dispositivos digitales, sino de crear nuevos e imaginativos métodos pedagógicos que permitan a todos los estudiantes, especialmente a aquellos más reacios y pausados, a progresar en el proceso de aprendizaje.

Y así como una reforma agraria supone una parcelación y redistribución de la tierra en aras a aumentar la recolección de los campos, atendiendo a la capacidad productiva de cada parcela y a la viabilidad económica del propietario, también en la escuela debe un maestro atender y comprender las cualidades  y atributos de sus alumnos, a fin de obtener lo mejor de cada uno de ellos, que redundará, sin duda, en beneficio de todos.

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Papa Francisco, estadista ejemplar

Uno de los signos de la evolución de la Iglesia se observa en el hecho de que ciertas realidades sociales profanas han adquirido la mayoría de edad y alcanzado autonomía. Cuando la Iglesia en la Edad Media encontró niños que vivían en la ignorancia, movida por su caridad fundó escuelas; cuando halló hijos sin padre, llevada de su sentimiento maternal instituyó orfanatos. Y así, a impulsos del amor cristiano fueron naciendo hospitales, clínicas, casas de reposo, patronatos, y, más tarde, sociedades o clubes deportivos, círculos culturales… . Cuando la Iglesia hacía esto estaba supliendo a la sociedad temporal, que no se ocupaba de problemas que le eran propios. Por eso, en la medida en que la sociedad temporal crece, va tomando las riendas. Y así la Iglesia se distancia de lo temporal y se consagra a su propia tarea: la administración de lo espiritual. Pero ante el estado de infortunio y de miseria inmerecida en que se encuentran grandes masas de la población mundial, la Iglesia no solamente se limita a promulgar principios de justicia social, sino que aprecia y juzga los hechos cuando ocurren y sitúa la defensa de la justicia como el móvil de su serena intervención en lo temporal. Si los que han de actuar se inhiben, la Iglesia no puede inhibirse. Su doctrina, desarrollada y perfeccionada a lo largo de los siglos y, sobre todo, en los últimos tiempos, aparece cada día con perenne actualidad en los labios pontificios, y es aplicada a los problemas de la hora presente logrando situar la cuestión social entre las primordiales preocupaciones.

El catolicismo siempre será una admirable lección de respeto de lo humano sin lo cual sería inútil hablar de unidad entre los hombres: Dios nos ha creado en la diversidad: diversidad de razas, de recursos naturales, de climas, de culturas, de costumbres. Cristo es el primero que lanza su doctrina sobre las fronteras y envía a sus discípulos a establecer “su reino” hasta el último confín de la tierra. El sentido de unidad de la estirpe humana se debe ante todo al Cristianismo. Los derechos del hombre, por ser hombre, fueron proclamados primeramente por la Iglesia. Por eso, este mundo de hoy, de “naciones unidas” y de catálogos minuciosos de derechos humanos no podría ser ateo sin un monstruoso pecado de ingratitud.

La cercanía del Papa Francisco con el drama de los refugiados en Europa debería darnos como católicos un sentido más exacto de nuestro propio catolicismo. El verdadero católico es aquél que sabe descubrir con amor al prójimo que no se parece a él. El testimonio del Santo Padre es de evidente autenticidad católica. Su pontificado es todo un ejemplo de constante esfuerzo en pro de abrir hueco a la persona humana en el mundo de hoy. Y sobre Europa, el pontífice nos alerta de que su sanación no vendrá de improvisados vendajes de urgencia sino de una radiografía de su profundo esqueleto tradicional y un claro diagnóstico de sus necesidades espirituales.

Artículo publicado por Raúl Mayoral Benito en el diario digital El Imparcial el 24 de abril de 2016. https://www.elimparcial.es/noticia/164190/opinion/papa-francisco-estadista-ejemplar.html

Educación en la escuela

Marco Fabio Quintiliano, de origen español (Calahorra), vivió en la Roma de los emperadores Vespasiano y Domiciano. Estudió leyes y ejerció como abogado, fue un apasionado de la educación y fundó una prestigiosa escuela de oratoria y retórica en Roma. Su imborrable obra se titula Institutio oratoria, un magnífico tratado de doce libros sobre educación de la juventud; el primero de los cuales fue manejado como libro de texto desde la Edad Media hasta  el siglo XX al contener sabias y atinadas normas sobre la instrucción de los niños y su preparación para la formación superior,

En su libro Ilustrísimos señores, Albino Luciani, (Papa Juan Pablo I), recoge algunas de las máximas de Quintiliano en la Institutio:

No pretenda el maestro de un niño lo que solo puede dar un adolescente, ni de un adolescente lo que esperamos de un adulto. Dígale, cuando haya aprendido algo bien: ¡Ya eres alguien!, y añada: ¡Lo mejor de ti vendrá después! Así le anima, le estimula y le franquea el camino de la esperanza.

No está bien que haya un solo maestro para un solo alumno. Si no se compara con los demás, el estudiante corre peligro de engreírse demasiado; puesto ante un solo estudiante, el maestro no da lo mejor de sí mismo. En cambio, si hay muchos en clase, hay emulación, hay porfía, y ésta estimula frecuentemente al estudio más que las exhortaciones de los maestros y los ruegos de los padres.

El espíritu crítico no es adecuado para los jovencitos, no debe hacérsele prevalecer en ellos sobre la imaginación y la creatividad.

El maestro no debe ser demasiado severo en la corrección; de lo contrario, los tímidos se desaniman, temen a todo y no intentan nada, mientras que los más despiertos se enfadan y oponen tácita resistencia. Sea como un padre, viva sin vicios y no tolere los vicios. Austero, pero no rígido; benévolo, pero no carente de energía; ni se haga odioso por su rigor, ni despreciable por falta de energía; hable a todas horas de lo que es bueno y honesto.

Democracia y honor

La anécdota transcurre en la Alemania ocupada por los aliados tras la II Guerra Mundial. En algún punto donde coinciden las zonas de ocupación de la URSS y los EE.UU discuten sobre democracia los soldados de ambos ejércitos. El norteamericano da su definición de democracia: La democracia significa que yo puedo ir a Washington y frente a la Casa Blanca gritar: Truman no es un buen presidente. Quiero un presidente mejor que Truman. Y no me ocurre nada, dice el soldado yanqui. El soldado ruso replica: También nosotros tenemos democracia. Yo puedo ir a Moscú y frente al Kremlin gritar: Truman no es un buen presidente. Quiero un presidente mejor que Truman. Y no me ocurre nada.

Por encima de la anécdota nos queda la categoría. En una democracia auténtica uno de los mayores desafíos que deben abordar los gobernantes es conseguir que hasta su altura llegue el pensamiento y la opinión de los gobernados. Una de las más arduas dificultades con la que chocan hoy las sociedades democráticas es, sin duda, la salvaguarda de un orden de participación de los ciudadanos en la esfera de la vida pública que sirva de contrapeso a las instituciones estatales. El fin último a lograr sería que toda la acción política redunde en beneficio del pueblo y esté fundada en principios morales. Porque la política no es mera gestión de poder, necesita, además, de una dimensión moral. Sin bases morales aflora la política de visión estrecha y partidista. Y eso no es gobernar. Lo decía Antonio Maura: Se puede estar en el Gobierno pero no gobernar. Porque gobernar, lo que se dice gobernar, consiste en una tarea extremadamente difícil: estar al servicio de todo un pueblo. Esa es la política grande, la de la conveniencia pública.

Entendiendo el ejercicio de la política, no como una industria pingüe de rendimientos, sino en el alto sentido del bien común para la sociedad civil y de su fiel realización práctica, aparecería entre las más nobles disciplinas de la mente y de las más distinguidas acciones morales y profesionales del hombre. Y no es baladí conectar este concepto con el de la caridad, la caridad política como leal servicio a los demás, a la polis, a la cosa pública en la perspectiva del bien común. Así lo proclama el Papa Benedicto XVI: La actividad política, si se vive como servicio desde la perspectiva del Bien Común, es una forma de caridad. No en vano, fue Maquiavelo quien desvinculó formalmente la política del cristiano concepto del bien común, disociando así la política de la moral. Tal disociación acarrea riesgos de vulnerabilidad, exponiendo el ejercicio noble de la política a los vicios del oportunismo, de la intrigas y de la corrupción. En suma, de la demagogia.

Quienes acceden al gobierno de la nación deben estar convencidos de la imposibilidad de mantenerse en él, si no hacen grandes esfuerzos para proporcionar beneficios al país y elevar el bienestar de los ciudadanos. Porque la historia y la experiencia enseñan que el ser muy útil a la Patria y alcanzar entre los gobernados elevada distinción son cosas casi inseparables. Pero además, quienes acceden a las más altas responsabilidades políticas deben hacerlo sin ánimo de permanencia en el cargo. La tentación de aferrarse al poder es casi irresistible para los gobernantes, especie poco proclive a la retirada voluntaria e inclinada al apego, cuando no a la patrimonialización, de las instituciones públicas. Solamente aquellos que asumen su condición de fieles servidores públicos convencidos de la fugacidad de su misión son capaces de renunciar al bastón de mando y a las prebendas y oropeles que conlleva. La renuncia revela, así, un noble gesto de desprendimiento, altruismo y generosidad y un admirable ejercicio de ética pública, que ha de ser objeto de justo reconocimiento.

La Universidad CEU Cardenal Herrera, obra de la Asociación Católica de Propagandistas, ha otorgado desde su creación en el año 2000 siete Doctorados Honoris Causa. El próximo 20 de enero concederá por primera vez esta distinción a un político, José María Aznar. Un gobernante que, convencido de la transitoriedad de su tarea, prometió dejar voluntariamente la política y cumplió su palabra. La CEU Cardenal Herrera es la primera universidad española que tributa a Aznar un reconocimiento académico Honoris causa. Lo hace en consideración a los extraordinarios méritos contraídos por el que fuera Presidente del Gobierno de España: el tenaz apoyo a las víctimas del terrorismo, la convicción sobre las raíces cristianas de Europa y la defensa de la institución familiar.

En la hora actual, de gobernantes propicios a formular las más deslumbrantes promesas que, a buen seguro, tendrán que registrar sus más tremendos fracasos; de políticos de moral raquítica que no vacilan en contradecirse ni en faltar a su palabra o renegar de sus actos, de fabricantes de buenas palabras con que disimular la falta de acción y de política, angustiados por el dilema entre sufrir un descalabro electoral que les prive del poder o decir la verdad sobre los remedios que deben aplicarse a los males de la nación, resulta más necesario que nunca proteger la democracia haciéndola invulnerable a toda suerte de fraudes y abusos. Resulta más necesario que nunca denunciar a los gobernantes que subordinan el bien común a sus beneficios personales y partidistas alejados de las profundas necesidades de la sociedad. Y que cuando algún ciudadano grite pidiendo un presidente mejor, no le ocurra nada.

Artículo publicado por Raúl Mayoral Benito en el diario Las Provincias el 19 de enero de 2009.