Adelantado

Sepa lector que alguien dotado con el don del vaticinio sabe de forma clarividente lo que va a pasar, no mañana, pero sí en breve. El problema es que nadie le hace caso. “Nadie le escucha”, le dijo un día Valette, director del diario Mercure a Lèautaud. “Esta es precisamente la prueba de que digo la verdad”, respondió éste. Tuve la suerte de celebrar la Nochebuena en una casa con muchos libros. A decir verdad, la dueña hacía reposar allí una excelente biblioteca heredada de sus ascendientes. Y trasteando entre tanto preciado volumen, fui a dar afortunadamente con una joya: “El fin del armisticio”, de Gilbert Keith Chesterton. Editado en julio de 1945 por Los libros de nuestro tiempo, se trata de una recopilación de ensayos y artículos del autor inglés acerca de la teoría por él mantenida sobre el problema alemán en Europa. Todos los hechos ocurridos, desde 1914 hasta la fecha de su muerte, acaecida en 1936, y después, hasta 1945, le dieron la razón. El volumen contiene, además, la crítica más certera al hitlerismo como herejía de la raza (una nueva irreligión), solo superada por la Encíclica Mit Brenender Sorge, de Pío XI.

Para el pensamiento católico, toda la obra de Chesterton constituye una dehesa de aprovechamiento inagotable. Con su poderosa dialéctica, dice verdades como puños y deshace errores temibles por extendidos y arraigados. “El fin del armisticio” está escrito de manera sencilla pero valiente; con ese estilo que muy pocos eruditos pueden recoger como premio. Y, sin embargo, tras su lectura uno no deja de sorprenderse ante mente tan lúcida. ¿Cómo en Inglaterra nadie reaccionó ante algunas cartas de Chesterton publicadas en el Times? Aquél hombre estaba preocupado y convencido de que habría una nueva guerra mundial. Sabía que Alemania atacaría Polonia y que lo haría de acuerdo con Rusia. “El patriota prusiano puede cubrirse de águilas y condecoraciones; pero en la práctica le hallaremos codo con codo con la bandera roja. El prusiano y el ruso estarán de acuerdo en todo, especialmente en todo cuanto se refiera a Polonia”. De esta nación, decía que “entre todos los pueblos del Este de Europa, hay uno en que la Europa Occidental puede confiar de veras”.

Sobre Europa afirmaba que solo adquiere sentido si se la mira como cristianismo. Alemania pertenece a esa realidad, Prusia no porque es pagana. La gran civilización alemana fue creada por la gran civilización cristiana y sus antecesores paganos no legaron nada en absoluto a la posteridad, salvo un intermitente afán de alardear. El problema de Europa consiste en curar a Alemania mediante la exorcización del prusianismo. Hay en éste una fuerza que es un persistente trastorno para Alemania y, en consecuencia, para el mundo entero. Si de ella nos formamos una idea errónea, volveremos a caer en el mismo error de Versalles.

Un último apunte para enmarcar hoy: “Quiero decir que el mundo se desvía ligeramente en una dirección, hacia allí donde se encuentra el vacío o un abismo. La característica más curiosa de la época es el continuo y suave colapso de una cosa tras otra, como castillos de naipes que se desmoronan al menor soplo. El colapso de todo menos de una tradición de la verdad que no es de este mundo. El espectáculo más notable es la muy rápida senilidad de las cosas muy recientes. Es la rápida, la silenciosa decadencia y decrepitud, incluso, de cosas que ayer todavía eran reconocidas como nuevas”.

¡Cómo interesa en estos tiempos blandengues y de confort leer libros así! Por eso necesitamos que sean conservados y transmitidos. Por eso necesitamos que espíritus adelantados a su tiempo nos proporcionen la solución que buscamos, la orientación que deseamos, la consigna que necesitamos.

Artículo publicado por Raúl Mayoral Benito en el diario digital El Imparcial el 24 de enero de 2021. https://www.elimparcial.es/noticia/221289/opinion/adelantado.html

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