30 de mayo. San Fernando rey y Santa Juana de Arco (1199-1252 y 1412-1431)

El calendario reúne en este día a dos paradigmas del poder de la cruz: un monarca triunfal y conquistador, y la doncella guerrera condenada a muerte por unos obispos. El rey de Castilla y la buena lorenesa. Santos medievales que ciñeron espada y que en los combates de este mundo hicieron estrago entre el enemigo.

Ambos, tan diferentes, son las dos caras de la Historia vista por Dios: la serenidad del éxito y el fracaso humano hasta morir en la hoguera por hereje; la lucha contra los infieles y guerras enconadas entre cristianos. El soberano y la pastora analfabeta de Domremy, en tierras próximas, casi vecinas. Fernando, el rey santo de los castellanos y leoneses, que conquistó definitivamente buena parte de Andalucía, «no por nuestros merecimientos, sino por los de Cristo, cuyo caballero somos», duerme en una abarrocada y suntuosa capilla de la catedral sevillana. Y Juana, la Doncella de Orleáns, que se pierde en campañas estériles y confusas en las que acabó abandonándole la cobardía y la ingratitud de su señor, a quien había hecho coronar, pereciendo en el fuego y cuyas cenizas se entregaron al aire de Francia, de la que hoy es patrona.

Los dos, triunfo y derrota, gloria y frustración, logro visible y humo, grandeza y tragedia, guiados por un sentido humilde y poderoso del deber, forman parte de los misteriosos planes de Dios, interpretando dos papeles aparentemente antagónicos de la santidad que se completan en el reverso de la Historia, más allá de lo que vemos, según la sabiduría de la Providencia.

Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol

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