Sin perdón

En su libro La masa enfurecida el periodista Douglas Murray se refiere a la conferencia “Labor, trabajo, acción” que Hannah Arendt pronunció en la Universidad de Chicago en 1964 en el marco del congreso “El Cristianismo y el hombre económico: Decisiones morales en una sociedad acomodada”. Hacia el final de su ponencia, la filósofa reflexiona sobre algunas de las consecuencias de participar de forma activa en el mundo, consecuencias que pueden resultar imprevisibles e ilimitadas. Y es que todos actuamos dentro de “una red de relaciones en la que toda acción provoca no solo una reacción sino una reacción en cadena”, lo que significa que todo proceso es la causa de nuevos procesos impredecibles.

Por tanto, afirma Arendt “nunca podemos realmente saber qué estamos haciendo (…) pero además no tenemos ninguna posibilidad de deshacer lo que hemos hecho. Los procesos de la acción no sólo son impredecibles, son también irreversibles; no hay autor o fabricador que pueda deshacer, destruir  lo que ha hecho si no le gusta o cuando las consecuencias muestran ser desastrosas”. Sin embargo, Arendt indica un medio para paliar la irreversibilidad de nuestras acciones: la facultad de perdonar. “Sin ser perdonados, liberados de las consecuencias de lo que hemos hecho, nuestra facultad de actuar estaría, por así decirlo, confinada a un solo acto del que nunca podríamos recobrarnos; seríamos para siempre las víctimas de sus consecuencias, semejantes al aprendiz de brujo que carecía de la fórmula para romper el hechizo”.

Este pasaje del libro de Murray recuerda al episodio del comentarista televisivo que durante la retransmisión de un partido de fútbol realizó un comentario calificado como “discriminador”, siendo despedido de la cadena, aún después de haber emitido por las redes sociales un comunicado en el que manifestaba que no fue su intención ofender a nadie, sino halagar las virtudes futbolísticas de un jugador, y en el que pedía perdón por sus palabras. https://www.instagram.com/p/C5nLIzkLZfF/?utm_source=ig_embed&ig_rid=5d9f8ba3-f17e-4716-a136-7cab816ff4eb .

Se pregunta Murray si en casos como este, algunos de los cuales suelen ir acompañados del programado linchamiento digital del autor, ¿existe alguna vía hacia el perdón? Porque vivimos en un mundo donde todos corremos el riesgo de tener que pasarnos el resto de la vida lamentando un chiste desafortunado. Un mundo donde nadie sabe en quién reside la potestad de atenuar las ofensas, pero en el que todos tienen incentivos para hacerlas suyas. Un mundo donde a cada momento se ejerce una de las formas más abrumadoras de poder: el poder de enjuiciar (y potencialmente arruinar) la vida de otro ser humano por motivos que no siempre son sinceros. El propio Murray considera una curiosidad de nuestro tiempo el que, cuando las cosas parecen estar mejor que nunca, se quiere hacer creer que nunca han estado peor. Termino con Erasmo de Rotterdam en su Elogio de la locura: «Si la sabiduría consiste en seguir la razón, la necedad aconseja dejarse llevar por las pasiones».

Fuente gráfica: COPE

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