Acertó Susana Díaz, cuando con lágrimas en los ojos dijo: «Están matando al PSOE”. Tal expresión le salió del alma a la socialista andaluza, al presenciar el poco edificante espectáculo que Pedro Sánchez y sus correligionarios protagonizaron durante el esperpento de Comité Federal, que acabó con la dimisión-expulsión del frentepopulista de la Secretaría general.
Los sanchistas, que pretendían aprobar un Congreso extraordinario, propusieron la celebración de una votación secreta, disponiendo tras una cortina de una urna que ya, para sorpresa de muchos, almacenaba algunos votos. Díaz y otros presidentes autonómicos impidieron aquél atentado contra la democracia interna de los partidos y contra la democracia en general. Hubo insultos de unos contra los otros y acusaciones de “pucherazo”. El resultado fue una lacerante brecha en el otrora monolítico Partido Socialista. La enconada pugna se trasladó a las redes sociales, y para la posteridad, allí en forma de tuit, quedó patente el hiriente desgarro de la organización tras una ignominiosa jornada: «jamás un secretario general del PSOE puso en riesgo un partido por sus intereses personales».
Desde que alcanzó la presidencia del Gobierno en 2019, Sánchez ha sido derrotado en todas las elecciones celebradas, salvo los comicios autonómicos de Cataluña, en los que, curiosamente, con un discurso de evidente tono constitucionalista, su partido fue el más votado, sin embargo, no logró formar gobierno. En las elecciones gallegas, ha continuado su camino de perdición haciendo descender al PSOE a la tercera fuerza política, como ya ocurre en otras Comunidades Autónomas. Pero lo novedoso en el enésimo descalabro en tierras firmes gallegas, es que, por primera vez, Sánchez, Secretario general del PSOE, no ha hecho campaña en favor del PSOE, sino de otro partido. Parafraseando al citado tuit publicado en plena resaca del desmembramiento de los socialistas, jamás un Secretario general del PSOE ha matado al partido por sus intereses personales. Pero aún muerto el partido, Pedro sigue rabiando.
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Totalmente de acuerdo, Raúl.
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