Arzobispo de Constantinopla elegido por aclamación de clero y fieles en 446 frente a la candidatura del abad Eutiques, San Flaviano se vería envuelto en una polémica teológica que encerraba tras de sí cuestiones de orden personal y político. Eutiques, personaje altanero y fanático, incurrió en la llamada herejía monofisita, según la cual la naturaleza de Jesucristo era de sustancia divina. Esta tesis fue condenada por el sínodo de Constantinopla en 448, pero el abad Eutiques, en verdad, molesto por no haber sido elegido Arzobispo, se empecinó en el error.
El abad rebelde, apoyado por Dióscoro, poco ejemplar patriarca de Alejandría, Crisafo, ahijado de Eutiques y mano derecha del emperador Teodosio II, provocó la convocatoria del Concilio de Efeso, conocido como «el latrocinio de Efeso». Allí, en una asamblea tumultuosa y brutal, Eutiques se impuso por la fuerza con ayuda de soldados y monjes provistos de palos y cadenas. Como Flaviano se negó a firmar las conclusiones de aquella farsa de concilio, fue golpeado, herido y encerrado en una cárcel de Lidia donde no tardó en morir.
Pocos años después, el Concilio de Calcedonia en 451 reivindicó plenamente la figura de Flaviano, considerándole un mártir de la ortodoxia. Eutiques fue desterrado, Dióscoro depuesto y el Papa San León reconoció la santidad de Flaviano, alabando la firmeza, modestia y serenidad con que defendió la fe, y ordenando el traslado de los restos del santo a Constantinopla.
Fuente. La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.
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