En los años posteriores a la II Guerra Mundial dirigentes europeos como Konrad Adenauer o Winston Churchill emprendieron en sus naciones una prioritaria política de construcción de viviendas para acoger a los millones de ciudadanos sin techo cuyos hogares habían sido destruidos por los combates bélicos. Precisamente, Churchill hizo del impulso constructor de casas el eje de su campaña electoral de 1950. Y en ese debate hizo acto de presencia la pedantería laborista, que quiso remplazar la noción tan específicamente inglesa de “home”, hogar, por el término “unidad de alojamiento”. En uno de sus mítines, Churchill obtuvo un éxito sensacional provocando las risas de los asistentes al cantar con la música de la famosa canción Home sweet home: “Unidad de alojamiento, dulce unidad de alojamiento, no hay nada comparable a nuestra unidad de alojamiento”.
Décadas después, el socialismo extravagante de Zapatero intentó implantar en el parque nacional de viviendas las denominadas soluciones habitacionales. Propuesto como plan estrella de la entonces titular del Ministerio de la Vivienda, María Antonia Trujillo (hoy reclama la entrega de Ceuta y Melilla a Marruecos), pronto quedaría arrumbado como un esperpento en el desván del desprestigio. Aquella fórmula, más que una solución, era un problema habitacional, ya que se trataba de viviendas de 25 metros cuadrados. Casi un cuarto de baño en el chalet de los hoy marqueses de Galapagar. La ridícula propuesta fue la comidilla de nuestra prensa que durante días comparó la infraestructura japonesa de viviendas con la nacional. Aún resuenan las carcajadas de la opinión pública española. Actualmente, una medida así no la apoyaría ni Yolanda Díaz: en 25 metros cuadrados no hay espacio para sumar cómodamente una mascota más el morador.
Pasaban los años sin que el socialismo español encontrara una solución al problema de la vivienda. Tampoco al del paro. Hasta que Pedro Sánchez ha decidido tirar la casa por la ventana. Primero anuncia 50.000 viviendas de la Sareb para personas vulnerables. ¡Qué digo 50.000! ¡20.000 más! En total, 70.000 viviendas. Si en algo Sánchez es imbatible es en el uso aleatorio, como de bingo, de las cifras. Campo en el que se maneja como Pedro por su casa. Luego vendrá Paco con las rebajas demostrando que el anuncio promesa lo protagoniza el socialista como de costumbre, sin encomendarse a Dios ni al Diablo. Ni le importa siquiera cómo se encuentra el estado de las viviendas. Algunas de ellas son pasto de okupas. Otras se hallan inhabitables.
Que la realidad no te estropeé una promesa electoral. Ahora el Gobierno tendrá que gastarse 11 millones de euros para comprobar la situación de cada vivienda. Los españoles contienen el aliento: ¿Y si solo son habitables 5.000? La medida es propia de ese sanchismo de andar por casa, o sea, de mentiras a raudales y puro electoralismo, que convierten a Sánchez, no en un gran estadista pero sí en un enorme casero. Como La Casera, esa popular bebida espirituosa que acaba perdiendo fuerza, también a Sánchez se le va la fuerza por la boca.
Artículo publicado por Raúl Mayoral Benito en el diario digital El Imparcial el 30 de abril de 2023. https://www.elimparcial.es/noticia/253651/opinion/el-casero.html