4 de diciembre. Santa Bárbara

Su despótico padre la encerró en una torre para que renegase del cristianismo. Más tarde la entregó al verdugo porque se resistía a renunciar a su fe. Acabó siendo fulminado como castigo por un rayo del cielo hasta quedar reducido a cenizas. Por eso Bárbara, la estrepitosa, es considerada como la que señorea el fuego y las explosiones, protectora del rayo. Su culto se extendió muchísimo tanto en Oriente como en Occidente, siempre asociada al símbolo de la torre.

Sólo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena. El suyo es un imperio ígneo y estruendoso. Ella es el escudo contra los terrores más antiguos de las gentes, el fuego y la destrucción que caen de la altura. Por eso esta venerable mártir debería ser abogada del miedo y la prevención de la hecatombe nuclear. Es patrona de artilleros y artificieros.

Contra la locura de una guerra definitiva invoquemos a Santa Bárbara, a quien no va a asustar un poco más de ruido, aunque sea el último. Su torre vale por todos los refugios antiatómicos, porque es la intrepidez y la firmeza de la santidad que no teme a lo que puede dañar o pulverizar el cuerpo, ya que su esperanza reposa en las manos seguras y fuertes del Padre.

Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.

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