Penalty

La democracia en España lleva un tiempo encajando un gol de penalty injusto en el último minuto. Y es así como las libertades salen derrotadas de un terreno difícilmente practicable para el juego limpio. El problema es del arbitraje, que se degenera al utilizar un doble pito para arbitrar, lo mismo que la democracia se corrompe cuando se emplea la doble vara para medir a una religión y a otra, que es un sucedáneo, saliendo ésta favorecida. Se prefiere la fotocopia al original. Cuando Suárez o Ramos entran en el área contraria, uno para buscar la pena máxima, otro para buscar su postrero gol de cabeza, suena la aguda y punzante música de la escena de ducha en Psicosis; también cuando las libertades se ejercitan ante el empuje de la ideología de género se extiende la psicosis de que triunfará la ideología y no las libertades. Y resulta un jarro de agua fría para la calidez de la convivencia democrática.

Los católicos forman el equipo más castigado con la pena máxima cuando está en juego el derecho a la educación, la libertad religiosa o la libertad de expresión. Debieran modificar su estrategia cuando juegan fuera de casa. Jugando en casa lo tienen más fácil: en el hogar familiar, en la parroquia, en el colegio católico de sus hijos hacen un juego más ofensivo despreocupándose de mantener una férrea defensa. En la plaza pública deben defenderse mejor y a la vez ser más incisivos en su propuesta como equipo. El rival lo tiene claro: expulsar a Dios de la vida pública y embotellarlo en su área pequeña, la sacristía, lejos de donde se gestan las victorias. La mayoría de las decisiones arbitrales son a favor del arrinconamiento.

Decía Raymond Aron que el sistema democrático consiste en aceptar la oposición y la tolerancia con respeto a todos. Claro, así es, dicen los árbitros del sistema, el gobierno tiene que gobernar para todos y no solamente para los católicosDe acuerdo, decimos los católicos, el gobierno tiene que gobernar para todos, también para los católicos. Y gobernar es también velar por los derechos de todos, también de los católicos. Nosotros podemos remediar muchos de nuestros males y hacer más fructíferas nuestras pretensiones. Nuestra es, pues, la culpa. No tenemos derecho a quejarnos ¿Qué hacemos? Nada o casi nada. Parece que apenas nos importa lo que ocurre. Acostumbrados como estamos a dejarnos avasallar, no nos preocupa, o preocupa muy poco, el avance imparable del laicismo con sus propósitos de echar a Dios de la familia, de la escuela, de la sociedad ¿Por qué no protestamos? ¿Por qué no nos oponemos como un solo hombre a esa obra de destrucción de lo trascendente? Quien así hablaba era Herrera Oria hace cien años. El fútbol ha cambiado en tácticas y sistemas pero siempre la clave ha sido salir al campo de juego y hacerlo mejor que el contrario. Jugando bien, difícilmente seremos derrotados a pesar de que nos piten en contra penalty y expulsión.

Artículo publicado por Raúl Mayoral Benito en el diario digital El Imparcial el 12 de marzo de 2017. https://www.elimparcial.es/noticia/175435/penalty.html

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