El problema de España es taurino. Alguien tiene que coger de una vez el toro por los cuernos y culminar la faena saliendo por la puerta grande. Ese toro que es la buena administración. El problema de España es de mala administración. Como ciudadanos ejemplares debiéramos imponernos criterios de una mejor administración. La felicidad de un pueblo depende de administrar sabiamente el tiempo y el silencio. Para ello se precisa de una buena educación. Luego, el drama español es su sistema educativo. Lo confirman, pongo por caso, las señoritas asaltacapillas. Lo suyo fue un error de cálculo. Calcularon pésimamente los tiempos (de menosprecio) y los silencios (quien se acerca al enorme silencio de una capilla, si escucha con afilada atención, alcanzará a oír el íntimo latido del Corazón de Jesús).
Si estamos donde estamos, abocados a nuevas elecciones, es porque nuestra dirigencia no ha sabido administrar ni su tiempo ni su silencio. En China, la historia se cuenta por milenios. Un periodista le preguntó a Chiang-Kai-shek: ¿Cuánto durará la guerra? Y el mariscal respondió: Cinco o seis años. Tal vez más, diez, veinte, cien años. El tiempo nos sobra aquí. Hay silencios que valen por discursos. Churchill a menudo tenía que comerse sus palabras y con ello descubrió que eran una dieta equilibrada. Nuestros políticos desconocen que hay un tiempo para la lírica y otro para la eficacia. Por eso, siempre llegan a destiempo, con anticipación o con retraso para ser una posibilidad nacional. Es el caso de Pedro Sánchez Obrero Español. Asimismo, ignoran que el silencio puede rasgarse con cal viva o al subastar poltronas, es el otro caso de Pablo Iglesias.
Si nuestro problema es taurino, también es taurina nuestra solución. Las corridas de toros representan esa mejor optimización de tiempos y silencios. El espectáculo de la tauromaquia está medido con precisión cronológica y con precisión acústica. Una vez en la plaza vieja de Madrid reaccionaron las gentes cuando Antonio Márquez vistió una taleguilla con flores de seda multicolor. Y para ahogar el disgusto que les anudaba la garganta optaron por cantar aquello de ¿Dónde vas con mantón de Manila? Se rompió el silencio. Nosotros, como españoles, ansiamos recuperar el tiempo perdido para aspirar a un puesto de vanguardia en el orden internacional. Pretendemos acallar el vocerío y restablecer la sensatez del mutismo. Cierto es que no vamos por buen camino. Pero no perdamos la esperanza. Hasta el rabo todo es toro.
Artículo publicado por Raúl Mayoral Benito en el diario digital El Imparcial el 8 de mayo de 2016. https://www.elimparcial.es/noticia/164664/opinion/asta-y-rabo-son-toro.html