La Subcomisión para el Pacto Social y Político por la Educación creada en el Congreso de los Diputados al iniciarse la legislatura ha concluido su período de audiencia. Por ella han desfilado profesionales, expertos y representantes de la comunidad educativa aportando sus opiniones y visiones sobre la enseñanza. Se dispone ahora a elaborar un documento que enviará al Gobierno y a partir de ahí se gestará una nueva Ley de Educación. Entre los distintos Grupos parlamentarios hay cuestiones muy controvertidas sobre las cuales las opiniones son muy diferentes; la enseñanza concertada, la presencia de la religión en las aulas, el castellano como lengua vehicular en el sistema educativo, la distribución de competencias entre el Estado y las Comunidades Autónomas o el derecho de los padres a la educación de los hijos provocarán relevantes discusiones parlamentarias.
Un sólido sistema educativo debe estar al margen de visiones partidistas. En una sociedad, la formación de hombres de porvenir debe permanecer a cubierto de los delirios ideológicos con los riesgos que entrañan: adoctrinamiento, contenidos sesgados o manipulación de la realidad que tan funestos y trágicos perjuicios han causado a la humanidad. Inevitablemente, toda la vida humana es tanto más insegura e incierta cuanto más se la hace depender de los caprichos de la vida política. Quienes en nombre del progreso propugnan una creciente intervención del Estado en la vida del hombre están consiguiendo ciertamente que nadie tenga la menor sensación de seguridad. Si se destruye dicha sensación se destruye también la vida del propio individuo y en mayor grado la de la familia.
Como advirtió el sociólogo Pierre Bourdieu la escuela no puede ser una reproducción de las creencias de la clase que ostenta el poder porque entonces se convierte en un foco de filias y de fobias. Y lo que es más grave, vulnera el derecho de los padres a dar a sus hijos una educación acorde con sus creencias. No se puede prescindir de la familia en la educación de los hijos. Debe favorecerse el acercamiento de los padres a la vida de los centros. No resulta razonable una escuela regida por la costumbre de separar al individuo de la familia. La escuela debiera concebirse como una cierta prolongación del hogar y no como una institución estatal en donde los niños no son instruidos por representantes de los padres y en lo que los padres quieren que sean instruidos, sino por agentes del Estado que les enseñan lo que al Estado interesa para hacer de ellos buenos ciudadanos y trabajadores productivos.