Universidad y ejemplaridad

Viva la muerte, abajo la inteligencia, vociferó el general Millán Astray en un claustro universitario. Viva la farsa, abajo la inteligencia, propagan como intrusos en la Universidad algunos políticos oportunistas y figurantes. El militar obtuvo contundente respuesta de don Miguel de Unamuno, férreo defensor del templo de la sabiduría. En otro templo, el de las libertades y la palabra, quienes se alejan del prototipo de hombre público probo y desinteresado, maquillando su formación con ropajes académicos, persisten en el engaño atrincherados a la espera de que la ciudadanía responda con su veredicto electoral. Pero el daño ya está hecho porque se caricaturizan a sí mismos y deforman la enseñanza superior.

Bajo una faz cosmética, cierta políticos esconden su falta de ética, contagiando el mal en las aulas universitarias. Quiebran, así, la pasión de alumnos por aprender y de profesores por enseñar, ambos en una incansable y fecunda búsqueda de la verdad. A un mundo de mentiras y grandes mentiras, se suman ahora tesis doctorales y másteres de pega y de corta y pega, que causan un grave deterioro a la Universidad como fuente de conocimiento e investigación y centro de la alta cultura. La política, la recta y noble política, puede y debe abastecerse de las ideas generadas en la Universidad, pero nunca ha de apropiarse de ésta ni manejarla a su antojo. Sería letal para ambas. En pleno desprestigio académico, se cumple el octavo centenario de la fundación de la Universidad de Salamanca. Recordemos y celebremos que España y Portugal reunieron allí a Vitoria, Soto, Molina y Suárez para alumbrar un alto pensamiento en materia de Derecho internacional y de gentes. Aquella excelencia académica sigue siendo ejemplar y universal.

La ejemplaridad no está reñida con la acción política cuando sirve al bien común. Pero suele haber políticos que olvidan que los hechos podrán negarse, pero jamás ocultarse. Deambula desesperado y perdido el presidente del Gobierno en su laberinto de mentira y plagio intentando sortear la primera y reducir el segundo a mínimo porcentaje. Pero Teseo y parte de la prensa han reducido a miniatura la credibilidad y decencia de quien, ufano, quiso arrogarse la expedición de certificados de ejemplaridad. El escritor Antonio Machado decía que el hacer las cosas bien, importa más que hacerlas. El buen quehacer conlleva dedicación, paciencia y actuar sin prisa. Ortega y Gasset, que tanto y tan bien conocía la misión de la Universidad, afirmaba que prisa es lo único que tienen los ambiciosos. El presidente, doctor en entredicho más que en Diplomacia económica, ignoró la sabia regla de San Juan de la Cruz: Buscad leyendo y hallaréis meditando. Quizás buscó y halló, pero sin leer ni meditar. El resultado no fue una tesis, sino un monótono documento plúmbeo, sin afán de originalidad ni nervio, que ante un análisis minucioso no resiste una crítica implacable. Y siguiendo con el hilo de Teseo, recordemos el consejo del Oráculo de Delfos: Conoce tu finitud, no accedas a la insolencia.

Artículo publicado por Raúl Mayoral Benito en el diario digital El Imparcial el 16 diciembre de 2018. https://www.elimparcial.es/noticia/193634/universidad-y-ejemplaridad.html

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