Semana Santa

En el mundo frenético y en los tiempos azarosos en que vivimos, la celebración de una fiesta religiosa como los Sagrados Misterios es de suma importancia para quienes profesamos la fe católica. A veces, no alcanzamos a darnos cuenta pero conviene resaltar su significado en el achatado tiempo actual, evocando y reviviendo intensa y profundamente los tremendos y sagrados acontecimientos históricos protagonizados por el Hijo de Dios, cuando vivió como Hombre. Un terrible itinerario el que tuvo que padecer Jesucristo para lograr después de tres días sepultado la Resurrección, demostrando que no hay gloria duradera sin dolor y sin muerte.

La Semana Santa es la solemne celebración del Misterio Pascual: el Crucificado es el Resucitado. El contenido de nuestra fe no es la muerte, sino la Resurrección, como acceso a la vida que no acaba, la vida eterna. El Amor, Dios ha triunfado sobre la muerte. Dios es del mundo de los vivos. No del de los muertos. La Pascua es el triunfo, pero la Pasión es el medio. Así fue en la vida de Cristo; así sucede ahora en la Iglesia. Esto nos recuerda a las palabras del Maestro a los de Emaús: Porque conviene que el Cristo y los que le siguen padezcan para entrar en la Gloria.

Por eso la Semana Santa es semana de dolor, de pasión, de muerte, pero también semana de amor y de vida. Porque la Cruz no es símbolo de discordia, sino de amor y redención. Como señalara el poeta José María Pemán, Cristo vino para anular diferencias entre los hombres, para escandalizar de amor y caridad el mundo. El catolicismo es una admirable lección de respeto de lo humano sin lo cual sería inútil hablar de unidad entre los hombres. Dios nos ha creado en la diversidad: diversidad de climas, de razas, de recursos naturales, de culturas, de costumbres. El verdadero católico es aquél que sabe con amor descubrir al prójimo que no se parece a él. Todo lo que hay en el cristianismo es humano. Todo lo humano, excepto el pecado que es la nada, es asimilable por el cristianismo. Cristo es el modelo del verdadero humanismo.

Debemos, pues, vivir este acompañamiento del Señor, que muere para salvarnos de la condenación eterna y debemos hacerlo con el alma alegre y agradecida de admiración a tanto amor con el que Dios nos acoge. Y esta alegría pascual no puede ni debe perder su significado entre los hombres. Es el renacimiento de la vida, es la redención aguardando luminosa tras las tinieblas del pecado y de la muerte. Es, en suma, un ardiente y generoso retorno a Cristo.

Artículo publicado por Raúl Mayoral Benito en el diario digital El Imparcial el 25 de marzo de 2018. https://www.elimparcial.es/noticia/188062/opinion/semana-santa.html

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