Europa

Si el hilo central de Europa es precisamente lo cristiano, el madridismo resulta ser el hilo conductor del fútbol continental. Sin el cristianismo no se entiende Europa. Sin el Madrí, la CopaUropa resulta indescifrable. Europa es un concepto fundamentalmente cultural sobre la vida, las instituciones y los valores. Pero vamos camino de dilapidar el precioso legado de esa triple tradición griega, romana y judeocristiana, esa herencia común y esa civilización que han sido fundadas en los principios de la democracia, los derechos humanos y el imperio de la ley.

Hay herencias que las carga el diablo. Si algunas traen de serie una sociedad offshore en Panamá siempre aparecerá un grupo estrafalario de esos que juegan con una mano a perseguidor y con otra a liberal, o sea, totalitarios de toda la vida, que travestidos de demócratas se rasgan luego las vestiduras. El resultado es la perversión de la democracia convirtiendo a ésta en una espantosa confusión de ideas que acaba por corroer a personas, familias y haciendas. Bien lo diagnosticó el genial Indro Montanelliel rencor, la envidia y los celos constituyen el estiércol de la democracia.

La degeneración del sistema se desparrama más allá de nuestras fronteras. Nos acechan enemigos desde fuera y desde dentro. No luchamos contra una ocupación visible y tangible, sino contra la infiltración de tácticas, conceptos y de un derrotismo más peligroso tal vez que la presencia de un enemigo. En el interior de las ciudades europeas se erigen colosales caballos de Troya en forma de tácitas alianzas entre el pseudopacifismo y el terrorismo yihadista. No debiéramos olvidar que el mundo occidental no sólo contiene grandes recursos materiales, sino también un enorme caudal de recursos morales que hoy parecen arrumbados y desprestigiados en un viejo desván. Es momento de aprovechar estas reservas éticas hasta el máximo de nuestras capacidades y habilidades. Deberíamos empeñarnos en esta tarea con el más extremado vigor tal como son las actuales circunstancias que nos rodean. Occidente nos ha legado una tradición y una civilización. Y debemos permanecer fieles a la primera y conservar y acrecentar la segunda. La defensa de los valores requiere no solo el apego a las tradiciones, sino una iniciativa encaminada a la conquista de un orden de libertad y justicia a salvo del fanatismo y el buenismo. Empecemos por poner nuestra libertad, una libertad subordinada al bien común y a la dignidad humana, por encima de nuestro bienestar. Debemos garantizar no solo la seguridad, sino también la libertad, continua guiándonos como norte Karl Popper con su Sociedad abierta. A esta Europa es a la que pretenden embestir y arrollar para destruirla. De nuevo en Londres, cerca de Cardiff en donde rodaba el balón, símbolo también de una Europa como estilo de vida, como visión del mundo y como cuna de nuestra cultura común.

Artículo publicado por Raúl Mayoral Benito en el diario digital El Imparcial el 4 de junio de 2017. https://www.elimparcial.es/noticia/178310/europa.html

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