Revel, antídoto contra el totalitarismo

Durante la guerra fría muchos pensadores advirtieron de la verdadera faz del comunismo. Como esas voces provenían de posiciones alejadas de las órbitas culturales dominantes sus ecos se debilitaban fácilmente ante la algarabía tabernaria de la intelectualidad izquierdista, dispuesta a tildar de fascista a todo aquel que osara cuestionar su monopolio ideológico. A Jean François Revel, verdadero alumno y maestro de liberales, fue imposible silenciarle. Su palabra ha resonado con estruendo en el ágora de las ideas en pleno siglo XX y aún en los inicios del XXI para que, de una vez por todas, se sacudan las conciencias, resplandezca la verdad y la inteligencia deje de ser servidumbre.

Revel siguió la senda de La mente cautiva de Czeslaw Milosz, y El opio de los intelectuales de Raymond Aron. En estas obras, ambos pensadores rechazaron la ideología y denunciaron las falacias del entramado al que Aron llamaba la “vulgata marxista”. En su obra Revel ha sido pródigo en pensamientos originales. Pero uno de los más trabajados ha sido, sin duda, la existencia de un tratamiento de favor del totalitarismo comunista. Esbozado dicho argumento en su libro Ni Marx ni Jesús, fue madurándolo en La tentación totalitaria, El conocimiento inútil, La gran mascarada y, más recientemente, La obsesión antiamericana. En estos títulos describe la hábil y manipuladora táctica marxista de autoproclamarse gendarme de la libertad frente al fascismo. Denuncia la existencia de un doble rasero para medir las “actuaciones” de las ideologías comunista y fascista. Para la izquierda, ambas son distintas, incluso, compararlas es tema tabú. Asimismo, sostuvo que el certificado del fracaso comunista no fue el derribo del muro de Berlín en 1989, sino su construcción en 1961. La mayor evidencia de este fiasco es la pretensión de impedir la huida a quienes escapaban en busca de la libertad. Cuando la perestroika y la glasnost intentaron rehacer un socialismo con rostro humano, Revel fue tajante: un sistema totalitario no puede mejorarse, solo puede conservarse o hundirse. El comunismo jamás ha sido viable.

Tras la debacle del socialismo real en 1989, se inicia lo que Revel denominaba, la gran mascarada. Nos advierte que la intelligentsia de izquierda, lejos de experimentar cierto remordimiento de conciencia, se afanó día a día por elaborar, a gran escala, argumentos que omitieran las enseñanzas de la Historia. Un intento de lograr la conservación de una tiranía camuflada bajo la máscara del Bien. Una defensa de lo indefendible y una resistencia a la evidencia del error. Así, se diseñó una estrategia puramente dialéctica. Los ideólogos marxistas sostuvieron, de un lado, que los desastres económicos y las tragedias humanas del comunismo no expresan su verdadera esencia, la cual permanece intacta y en espera de una próxima reencarnación; de otro, que el régimen comunista posee una infinita capacidad de perfección para realizar la inconclusa e inacabada revolución social. En suma, que al comunismo no hay que juzgarle por sus actos, sino por sus intenciones y que el fracaso del socialismo real es imputable a la Humanidad y no a la idea comunista. Para un izquierdista, que la Historia arroje un resultado contrario de lo que persiguen sus postulados, no implica que éstos sean falsos o su método sea erróneo. Se llega a admitir que el comunismo es una tiranía odiosa y un modelo económico nefasto, pero es el único sistema que puede salvar al mundo del encierro en el consumismo del liberalismo desenfrenado, del reino del dinero, de la dominación y del desprecio. Revel alerta de toda esta farsa y evidencia que el reforzamiento de una tesis con la mayor argucia, no impide que la tesis siga siendo perversa. No evita que el asesinato masivo y la atrocidad en serie queden santificados por las buenas intenciones.

Para Revel, la “gran mascarada” logró su objetivo: reconstruir mediante el verbo y la intimidación y a pesar del flagrante, definitivo y concluyente hundimiento económico del comunismo y de la salida a la luz del día de su disposición congénitamente criminal, el doble mito de su superioridad práctica sobre el capitalismo liberal y de su moralidad intacta, que trasciende a todas las fechorías debidamente probadas que ha podido cometer. Revel se dedicó a denunciar un equívoco extraño, una Historia contada al revés, una inversión de las consecuencias que con rigor moral y honestidad intelectual, deberían haberse extraído de la debacle del totalitarismo comunista. En su lúcida obra nos avisa de que la mentira es la primera de todas las fuerzas que dirigen el mundo. Explica por qué el comunismo se condena cada vez menos, conserva su superioridad moral y se revela como un prototipo perfecto aún no realizable. En los últimos quince años la izquierda ha realizado un extraordinario esfuerzo en borrar las enseñanzas emanadas de la experiencia histórica: el hundimiento del comunismo y el fracaso relativo y admitido de los socialismos democráticos.

El fecundo legado de Revel es su conocimiento útil que nos descifra los tres rasgos definidores de cualquier tentación totalitaria: la ignorancia voluntaria de los hechos, la capacidad de vivir inmerso en la contradicción respecto a sus propios principios y la negativa a analizar la causa de los fracasos. Todo un aviso a navegantes sobre océanos de paces perpetuas y alianzas de civilizaciones.

Artículo publicado por Raúl Mayoral Benito en el diario La Gaceta el 20 de junio de 2006.

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