¿Por qué el mundo de la empresa ha evolucionado considerablemente en las últimas décadas y el mundo universitario no? ¿Es necesaria una revisión del modelo de docencia y del sistema de investigación existentes actualmente en las aulas universitarias? ¿Está renunciando la Universidad a su compromiso social de ser promotora de progreso y bienestar?
Hace un siglo, Ortega y Gasset en Misión de la Universidad identificó los dos retos que debía abordar la Universidad: Universalizarse, en el sentido de universalizar el saber, democratizarlo, a fin de que cualquiera pudiera acceder al conocimiento y a la ciencia. Este logro es hoy una realidad. Y si quedaban zonas de penumbra, la plenitud se ha alcanzado de la mano de las tecnologías digitales tanto de la información y la comunicación (TIC), como del aprendizaje y del conocimiento (TAC). Una persona dotada de un terminal digital puede acceder desde cualquier lugar del planeta a cursar los denominaos MOOC (Massive Online Open Courses = Cursos online masivos y abiertos).
El segundo reto de la Universidad según Ortega era el de actualizarse, lo que exigía que los campus universitarios fueran permeables a una realidad cambiante. A diferencia del primer reto, éste sigue aún pendiente. Hoy las Universidades parecen ser meros edificios en donde se imparten cursos y se otorgan títulos universitarios. Muchas de ellas no son viables financieramente dificultando su misión. Otras tantas no logran repercusiones sociales relevantes en su cometido de erigirse en centros de alta cultura y elevada investigación. Son pocos los universitarios que, al concluir sus estudios, se convierten en verdaderos agentes de dinamización y transformación social. Pero ¿Cómo se actualiza la Universidad? Abriéndose a la realidad, introduciéndose en el contexto social, sumergiéndose en los grandes asuntos del día. Es decir, situándose en medio de la vida para poder alumbrar soluciones a los desafíos de la sociedad. Si la Universidad logra actualizarse vivirá la realidad y ésta vivirá de la Universidad.
Hasta ahora la Universidad ha funcionado como espacio de conocimiento y de ciencia. Sin dejar de serlo debe actuar, además, como un ecosistema de aprendizaje continuo, abierto y colaborativo. Un espacio favorable para el emprendimiento y la innovación social, dando paso a un modelo de docencia e investigación más depurado y eficaz que promueva en el alumno una actitud más activa y creativa en su proceso de formación logrando una mayor sintonía con el profesor. Y en esta nueva misión la Universidad debiera contar con un buen aliado como es la empresa, que ha demostrado como pocas instituciones sociales una portentosa capacidad de adaptación a los cambios. Son muchas las empresas que deben su viabilidad a la aplicación de lo que sus físicos, químicos, matemáticos, ingenieros y demás profesionales aprendieron en las Universidades. ¿Por qué la empresa no puede contribuir recíprocamente estrechando sus vínculos con los campus universitarios?
Nuestros futuros profesionales se enriquecerían con más y mejores aptitudes para estudiar, investigar e innovar, respondiendo a los continuos retos exigidos por el acelerado ritmo de los cambios sociales y económicos. Así, la Universidad volvería a recuperar su compromiso social, ejerciendo plenamente su doble misión de formar, por un lado, profesionales eficaces, pero también íntegros y honestos, y, por otra parte, de contribuir al desarrollo y mejora del tejido social. Este es el reto para el siglo XXI: Una Universidad que se transforma y, a la vez, transforma la sociedad. Buena manera de actualizarse y de ser permeable a la realidad como indicó Ortega.
Artículo publicado por Raúl Mayoral en el diario Expansión el 12 de enero de 2017 (Página 46).