“Sin agricultores los hombres no pueden subsistir ni comer” Hace muchísimo tiempo el escritor hispano romano Lucio Columela, nacido en la Bética, y coetáneo de Séneca, escribió esto en su obra Los trabajos del campo. Columela se lamentaba de que una ocupación como la agricultura, de la máxima importancia para la salud de nuestros cuerpos y el provecho de nuestra vida, no haya tenido un perfeccionamiento máximo. Veinte siglos más tarde, continuamos igual. El campo, la agricultura y los agricultores siguen en el cesto del olvido. Como Columela, la España que aspira a progresar y que abriga una ambición nacional exige tratar a la gente del campo con la máxima prioridad. De esta gente y de nuestro campo debiera partir un proyecto económico y social para España. El campo español contribuirá a realzar nuestra riqueza como país. Reconociendo el valor y la potencia del medio rural, puede éste erigirse en un decisivo factor de regeneración y dinamización de la economía nacional. Con una agricultura fuerte habrá un mundo rural vivo y dinámico.
La agricultura y el mundo rural son esenciales para el progreso de un país y la prosperidad de sus habitantes debido a las derivaciones que de ello se desprenden. Su desarrollo tiene una dimensión no solo económica y social, también cultural, ambiental e institucional, Por eso, resulta prioritario mejorar las condiciones de vida de la población en las zonas rurales. Hoy el desarrollo del campo exige potenciar la agricultura y la ganadería; incentivar la producción y el consumo de productos agropecuarios, la gastronomía y el turismo rural, la caza y la pesca fluvial así como la industria agroalimentaria; fomentar la innovación en el agro reforzando los vínculos con la investigación y la tecnología y promover la formación profesional de mujeres y jóvenes agricultores. A ello debe sumarse como imprescindible una adecuada política agraria. Lo que supone una imposición fiscal que tenga en cuenta los riesgos de la actividad en el campo, una política crediticia con un interés asequible para el productor, unos seguros sociales justos y equitativos y una política de precios que guarde la debida proporción con los salarios. Así se logrará frenar el envejecimiento poblacional y estimular el relevo generacional, evitando el abandono de pueblos, el despoblamiento del mundo rural y la desertización de grandes zonas del territorio nacional.
Son muchas las medidas que pueden adoptarse para impedir el abandono del campo. Estimular y favorecer las actividades agropecuarias, dotar de servicios públicos de calidad a las zonas rurales, implantar la banda ancha y el desarrollo tecnológico, generar la cultura de la innovación, en suma, crear entornos propicios para llevar una vida digna y sostenible en los pueblos. Y todas estas medidas deberían ser aplicadas de forma integral y simultánea haciendo de ellas una política de Estado. Pero por encima de todo hay que denunciar que en el campo no hay mujeres. Sin mujeres no hay familias. Una política agraria que aspire a prosperar, requiere de una adecuada planificación de la natalidad. Más familia. Más campo.
Artículo publicado por Raúl Mayoral Benito en el diario digital El Imparcial el 7 de abril de 2019. https://www.elimparcial.es/noticia/200121/opinion/la-espana-desierta.html