Papá Estado

¿Puede ser obligado un aficionado del Sevilla a educar a sus hijos en el amor al Betis? Sí, sí y sí han dicho al unísono el nuevo Trío Acuario, conformado por las portavozas de la Conseja de Ministras: MontERE, Montera y Monteáa. Las tres cargas públicas certifican que los hijos no pertenecen a sus padres, sino al Estado. Han vaciado de hijos millones de hogares y, de contenido, el artículo 26 de la Declaración Universal de Derechas Humanas. Lo normal al gobernar las izquierdas inhumanas es prender fuego la convivencia. El humo no deja ver el bosque de la economía. Los padres no tienen derecho a bautizar a sus hijos siendo Papá Estado quien decide de qué equipo somos aficionados. Que sea el Alcoyano por tener más moral.

Si la infancia en España debe ser educada en los valores de la Constitución, especial celo debe tener entonces Papá Estado con hijos de padres despreocupados como los independentistas, que no enseñan a sus vástagos a acatar leyes ni sentencias. O los partidarios de ETA, que no educan a sus retoños en valores pacíficos. O políticos antisistema, que no instruyen a su prole en respetar la Monarquía; o políticos corruptos, que pervierten a sus niños despilfarrando dinERE público en mariscadas y clubes, no deportivos, sino de los otros. De superar tales escollos, Papi Estado será un instructor excelente en inculcar valores democráticos a hijos de musulmanes. Auténtico desafío para el Ministerio de la Desigualdad.

En tiempos del comunismo soviético, se celebraba un examen oficial en una escuela rural húngara: ¿Quién es Stalin? pregunta un inspector a los alumnos. El niño, a quien de antemano le habían enseñado cómo responder, dice sin titubear: Stalin es mi padre. ¿Y quién es tu madre? pregunta de nuevo el inspector. Mi madre es el Estado. ¿Qué quieres ser de mayor? Ante esa pregunta el niño ya titubea y, en lugar de la respuesta preparada, ser un trabajador disciplinado y leal a la Rusia soviética, contesta valientemente: Quiero ser huérfano.

Objetivos del Estado totalitario son separar al individuo de la familia, prescindir de los padres en la educación de los hijos, impedir que la escuela sea una prolongación del hogar convirtiéndola en espacio para adoctrinar en filias y fobias, instruir a los niños mediante agentes del Estado, verdaderos comisarios políticos, para inmiscuirse en las conciencias de los escolares y enseñarles lo que al Estado interesa, haciendo de ellos ciudadanos manejables y simples trabajadores productivos. O como describe la sociedad nazi Ödön von Horváth en Juventud sin Dios: “Divisiones de individuos sin carácter a las órdenes de idiotas. Marcando el mismo paso”.

Cuenta Alfonso Guerra una anécdota acerca de Gregorio Peces-Barba sobre como éste mantenía en ocasiones criterios u opiniones contradictorias en ciertos temas. Guerra solía corregirle cariñosamente: Gregorio, no se puede ser al mismo tiempo del Sevilla y del Betis. O una cosa u otra; las dos a la vez, no. No es democrático obligar a un sevillista a educar a sus hijos en el beticismo. Tampoco viceversa.

Artículo publicado por Raúl Mayoral Benito en el diario digital El Imparcial el 19 de enero de 2020 https://www.elimparcial.es/noticia/209101/opinion/papa-estado.html

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