Cinematocracia

Hubo un tiempo en que los productores de cine norteamericano solían hacer películas con una versión para el mundo civilizado y otra para Inglaterra. De ahí que en Londres, cuando se anunciaba una película yanqui se añadiera tras el título: película norteamericana con subtítulos en inglés. EEUU e Inglaterra, Trump y May, están condenados a entenderse en una misma lengua. En un buen guion de cine siempre debe haber espacio para el desquite. En una democracia de verdad debe incluirse la posibilidad de que la parte que pierde las elecciones una vez, las gane en la siguiente. La democracia como el cine ha de tener una función educadora. Si ambos se ajustan a normas elementales de moral y decoro, orientan e instruyen. Basta ya de hacer héroes de los criminales. Charlie Chaplin es al cine en su primera etapa lo que Pericles es a la democracia griega. El mejor argumento en contra de la democracia es una conversación de cinco minutos con el votante medio, decía Churchill. Lo mismo cabe decir sobre una conversación con el espectador medio. Se reclama la necesidad de una democracia y de un cine asentados en lo humano, tan propicios los dos a diluirse hoy en abstracciones al margen del hombre y contra el hombre mismo.

En el mundo hay dos modelos de democracia: el europeo, en el que el bienestar prima sobre la libertad; y el norteamericano, en donde la libertad se antepone al bienestar. En Europa, la paz nos lleva a la libertad. En USA, la libertad conduce a la paz. Otto Schily, que fue ministro alemán de Interior, además de haber sido abogado de la Fracción del Ejército rojo y cofundador de los Verdes, lo explicó tras caerse del guindo. El que la izquierda se apoyase en regímenes que parecían socialistas, que hiciéramos estupideces como ir con retratos de Ho Chi Minh o Pol Pot, que celebráramos la caída del Sha de Persia y la vuelta de Jomeini, resultó una farsa; hasta que comprendimos que hay que hallar mejoras para nuestro modelo pero uniendo el concepto de bienestar con el de libertad y democracia y nunca basarse en modelos poco democráticos o militarizados. 

La diferencia entre la democracia en América y la democracia en Europa es la misma que existe entre el tocino de cielo y el tocino de cerdo. A nadie le amarga un dulce (hombre ¡con un récord de cuarenta merengues se ha empachado Zidane!), mientras que la sustancia del cocido deja a uno muy satisfecho. Si entramos en los fogones percibimos que la democracia europea está a medio cocinar. Tocqueville personalizaba la democracia  en el hombre libre y creyente. Churchill, en el lechero o en el policía que llama a la puerta muy de mañana. ¿Cine europeo o norteamericano? ¿Democracia europea o norteamericana? Si el producto es bueno es indiferente su procedencia. Las verdaderas democracias no van a la guerra entre ellas. Ni siquiera en el cine.

Artículo publicado por Raúl Mayoral Benito en el diario digital El Imparcial el 29 de enero de 2017. https://www.elimparcial.es/noticia/174060/opinion/cinematocracia.html

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