Franco o Sánchez

Según Churchill, se puede estar sin ideas en el poder, pero es imposible llegar al poder sin ellas. Nada sabía el primer Ministro británico del estropicio que puede perpetrarse en una democracia con una moción de censura auspiciada por el caballo de Troya del golpismo separatista. Cierto que Sánchez tomó el poder sin más idea que la de ser a toda costa presidente del Gobierno. Y con la misma obsesión se ha mantenido en él. Jamás ha hecho política, al menos, constructiva, reformadora, benéfica, de la que proporciona estabilidad al país. Bajo su mandato la política se ha convertido en un campo de batalla inundado de sectarismo y en donde trivializar problemas serios.

Esa mala política ha poblado España de espectros. Al fantasma de Sánchez se suma ahora el fantasma de Franco. Quien no pudo mover una tumba a golpe de Decreto, lo anuncia ahora como una deslumbrante medida electoral. ¡Qué enconamiento tienen la juventud de izquierdas con el Caudillo! Al que ni conocieron ni padecieron. Nadie podía imaginar que cuarenta años después de la muerte del dictador, los medios de comunicación y los españoles hablaran tanto de él. Caminamos hacia el pasado, lo cual es retroceder por esas manías totalitarias de quienes siempre están ávidos por reescribir la Historia. Precisamente, a través de la asignatura y los libros de Historia, los nazis difundieron sus ideales.

En 1946 Juan Domingo Perón ganó las elecciones en Argentina con el eslogan Braden o Perón. Braden era por entonces el embajador norteamericano en aquél país y siempre sostuvo sobre el líder argentino que “Perón no será Presidente, lo afirmo yo”. Con sus ramalazos populistas, Sánchez se cree Perón y se propone rivalizar políticamente con Franco. Continua falto de ideas para alcanzar el poder. Su estrategia es revivir a las dos Españas y volver a enfrentarlas. Tan admirador de Azaña pero ignorante del célebre discurso del jefe republicano: “Paz, piedad y perdón”.

Hace años advertía Vaclav Havel que las democracias corren el riesgo de ser como un juego virtual para consumidores, en vez de un asunto serio para ciudadanos serios. Hoy se habla de marketing político más que de ciencia política. Han desaparecido estadistas y gobernantes bien preparados por capacidad y vocación. Solo quedan improvisados dirigentes que brillan por su incompetencia, políticos de visión partidista que enrarecen la convivencia con exceso de ideología o tratantes del voto que mercadean por hacerse con cuotas de poder despreciando las aspiraciones de los gobernados. Los responsables de tan desolador panorama son no sólo los políticos, a quienes debiera exigirse que doten a sus acciones de la necesaria dimensión moral, sino también la sociedad civil, que ha renunciado a su función dinámica de ser contrapeso a los partidos políticos y a las instituciones estatales. Además, la inacción de los ciudadanos se ha visto agravada por esa descomunal capacidad que tenemos para el olvido. Resulta paradójico que nos acordemos más de Franco y menos del éxito que supuso la Transición: aquella política grande, amplia, integradora, generosa, audaz.

Artículo publicado por Raúl Mayoral Benito en el diario digital El Imparcial el 17 de marzo de 2019. https://www.elimparcial.es/noticia/199468/opinion/franco-o-sanchez.html

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