Si un ladrón atraca un banco a la vista de testigos, sale plácidamente por la puerta de la entidad atracada, cruza con garbo la calle y se introduce con decisión en el bar de enfrente a tomarse con deleite una caña y una de gambas, probablemente, antes de que el camarero le sirva cortésmente su pedido, la policía ya habrá entrado a gran velocidad en el establecimiento para detenerle. Posteriormente, en el juicio el Fiscal formulará la correspondiente acusación por el delito cometido. Si todos los miembros del Govern catalán y la presidente del Parlament son autores de los delitos perpetrados, según el Fiscal general: desobediencia, prevaricación y malversación, ¿por qué continúan tranquilamente tomando cañas en el bar? Muchos españoles andan sumidos en una delirante confusión ante este diferente tratamiento frente a la delincuencia y ante tanta parsimonia para combatirla. Decía Balmes que tan insensata es la conducta del que hallándose enfermo no cuidase de su dolencia y la dejase desarrollar libremente esperando que la naturaleza, al verse en el último extremo, haría una reacción para salvarse, como la del que viendo una nación atacada por doctrina y sistemas disolventes sostiene que es mejor dejar que las cosas sigan su curso y que del exceso del mal ha de venir el remedio.
Todo lo que entraña confusión sirve a la causa totalitaria. En el PSOE algunos necesitan de la claridad de los principios. Cuando los socialistas se distraen y se enredan teorizando sobre el concepto de nación, o sea, desmenuzándolo, los españoles contenemos el aliento. Es como una final de Copauropa que se decide en la tanda de penaltis: Puede salir cualquier resultado. Si además quienes tiran de concepto son Zapatero o Pedro Sánchez, la secuela es la corrosión y disolución de la idea centenaria de España. O lo que es lo mismo, el esférico pateado al tercer anfiteatro. Si tras quinientos años de historia de la nación española, Sánchez continúa a la deriva con ignorancias y vacilaciones sobre la esencia del territorio que pretende gobernar, mejor será que presente sus candidaturas solo en las elecciones municipales para empezar por lo básico a aprender Historia de España y a comprender y aprehender la realidad nacional. Debería partir del compromiso de Caspe en 1412, preludio de la gran unión peninsular lograda ochenta años más tarde en la vega de Granada. Y pasar luego de la nación al imperio: el siglo XVII, en el que un español podía dar la vuelta al planeta sin perder de vista el pabellón rojigualda.
El totalitarismo siempre ha vivido de la confusión. Para prosperar necesita crear una “mística” morbosa de cosas inferiores al hombre y sometidas a su inteligencia, falsos ídolos como la nación, el partido, la raza, el proletariado, que son lanzados maniqueamente contra los demás. Un patetismo pseudorreligioso que siempre acaba provocando una estela sangrienta de pluralidades irreductibles, discordias feroces y ruinas sin fin.
Artículo publicado por Raúl Mayoral Benito en el diario El Imparcial el 11 de septiembre de 2017. https://www.elimparcial.es/noticia/181366/opinion/confusion.html