Libertades bajo sospecha

Tiene el progresismo cuando gobierna una irresistible tendencia a recrear un nuevo orden en el que albergar al hombre nuevo. Sus dirigentes inventan y descatalogan derechos con asombrosa frivolidad. Una mentira mil veces repetidas acabó convertida en derecho al aborto, arrumbando al derecho a la vida. Fue un escalón más en esa obra de albañilería laicista, cuya argamasa es la corrección política del lenguaje. Nos hallamos enfrascados en una guerra cultural que persigue invertir los valores del bien y del mal. Se cierne el tenebroso escenario anunciado por las brujas de Macbeth: “lo bueno es malo, y lo malo es bueno”. Es la fría e implacable intemperie del relativismo.

Un Gobierno, el de siempre, vuelve a practicar el acoso y derribo contra el derecho a la educación y la libertad de enseñanza. Va a ser verdad que con la izquierda en el poder, las libertades duran lo que las rosas: una mañana. La ministra de Educación y Cultura en magistral clase “teórica” niega reconocimiento constitucional a un derecho reconocido en la Constitución y en la Declaración Universal de Derechos Humanos: el derecho de los padres a la educación de sus hijos, el derecho a que éstos reciban la formación religiosa y moral de acuerdo con sus propias convicciones. Tratan de redefinir la Constitución y, de instrumento de concordia, travestirlo en triunfo de una ideología sobre el resto de la nación.

Para los arquitectos del nuevo orden resulta demasiado incómodo tolerar a ciudadanos que, como padres, desean educar a sus hijos de acuerdo con sus convicciones. Sucede que en la inmensa mayoría de los casos, esas convicciones son las de la fe católica. El derecho a la educación no es la pieza a batir; lo es la libertad religiosa. Es la Cruz la que molesta a los guardianes del laicismo. Se libra una batalla ideológica con el fin de desterrar a los católicos de la vida pública obligándoles a replegarse a sus hogares y a las sacristías. Tratan de imponer que la religión es un asunto de conciencia recluido en la intimidad personal y no debe entorpecer la esfera pública. La libertad deviene en bulto sospechoso.

Como el progresismo bebe en las mismas fuentes del totalitarismo, juegan con una mano a perseguidores y con otra a liberales. Arremeten contra los católicos siendo  sumamente respetuosos con otras religiones. Postulan que la religión debe adecuarse al ámbito público pero se afanan por que en los comedores de las escuelas públicas el menú se adapte al Islam. El discurso hegemónico de la izquierda rezuma hipocresía, incoherencia y doble rasero. Sus voceros hoy afirman lo que niegan mañana. Hacen lo contrario de lo que predican. Defensores de los servicios públicos pero jamás usuarios del transporte colectivo. Partidarios de la enseñanza pública pero padres de alumnos de colegios privados. Cualquier día estos hipócritas y enemigos de la libertad intentarán persuadirnos de que la democracia no significa que los ciudadanos puedan votar. Ya lo intentaron y fracasaron detrás del telón de acero.

Artículo publicado por Raúl Mayoral Benito en el diario digital El Imparcial el 15 de noviembre de 2019. https://www.elimparcial.es/noticia/207004/libertades-bajo-sospecha.html

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