En la película Con la muerte en los talones, de Alfred Hitchcock (1959), el protagonista, Cary Grant, que interpreta a un alto ejecutivo del mundo de la publicidad, dice que “en su profesión, la palabra mentira no existe; en su lugar, se emplea el término exageración”.
Un vistazo al tratamiento informativo que los diarios nacionales realizan de las noticias y hechos lleva a preguntarnos si en el mundo del periodismo sucede lo mismo que en la publicidad, como decía el personaje de la obra de Hitchcook. Si la respuesta a este interrogante es afirmativa, y creo que lo es, solo que en vez de publicidad, hay propaganda, no habría opción para Thomas Jefferson, cuando dijo aquello de “si tuviera que elegir entre un gobierno sin periódicos o periódicos sin gobierno, no dudaría ni un momento en quedarme con esto último”. Tras el desolador panorama del periodismo patrio, que miente exagerando, no cabe elección. De hecho, todo periódico publica al días dos verdades absolutas y una relativa: la fecha y el precio, en el primer caso, y el pronóstico meteorológico, en el segundo.
Lamentablemente, esa desolación se traslada a la opinión pública, pieza fundamental para el buen funcionamiento de una robusta democracia. Y es que, no puede haber auténtica democracia participativa, si los ciudadanos no están en condiciones de emitir juicios críticos ni objetivos. Para que la opinión pública ejerza como tal en democracia, es preciso que la información recibida sea veraz y completa. Sin embargo, ¿recibimos información veraz? ¿son creíbles nuestros medios de comunicación? ¿existe hoy una opinión pública con criterio ?
Dicen que no conviene abrumar al lector con preguntas, sino brindarle respuestas. Lograr que la opinión pública esté más y mejor informada, disponga de criterio propio, ejerza el hábito de la reflexión y sea rigurosa con los medios de comunicación, exige, previamente, dos condiciones: primero, que el periodismo deje de ser puro negocio y asuma su responsabilidad social, es decir, publique información contrastando y verificando las fuentes, y diferencie esa información de la opinión, y, segundo, que se tenga muy claro que la información ni pertenece al poder ni tampoco a los medios. La información adquiere su verdadero significado y su verdadera esencia en los ciudadanos.
Cumpliendo estos presupuestos, Thomas Jefferson podría volver a elegir, y a nadie se le ocurriría equiparar el mundo de la información al de la publicidad, o lo que es lo mismo, a la propaganda.
Editorial del programa Entre líneas, dirigido y presentado por Raúl Mayoral Benito en la cadena de televisión Popular TV el 28 de septiembre de 2004.