Agnese Segni forma con Catalina de Siena y Rosa de Lima el gran trío de las santas dominicas. Era toscana de nacimiento, entró en un convento a los nueve años y a los diecisiete era ya fundadora y superiora de una nueva comunidad en Proceno, cerca de Orvieto. Pero el nombre con que se la recuerda se debe a la fundación de Montepulciano, ciudad donde, sobre las ruinas de unas casas de lenocinio, en un lugar de pecadoras, sin nada, solo contando con la Providencia, junto con dieciocho doncellas funda un monasterio en el que iba a vivir el resto de sus días, poniéndose bajo la tutela de los dominicos.
Raimundo de Capua cuenta los prodigios que se vinculan con Santa Inés a su paso por la tierra: las flores que nacían donde ella se arrodillaba o el favor que le concedió la Virgen poniendo en sus brazos al Niño Jesús. Llevó una mortificada vida que iluminaron éxtasis, visiones y milagros.
Santa Catalina de Siena, que era muy devota de esta santa, hizo una peregrinación a su tumba, y en su Diálogo pone en boca de Jesucristo un conmovido elogio de Inés de Montepulciano: «La dulce virgen Santa Inés, que desde la niñez hasta el fin de su vida me sirvió con humildad y firme esperanza sin preocuparse de sí misma». Con pocas palabras queda resumida mucha santidad.
Fuente: La vida de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.
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