Capellán de familia noble, sobrino del arzobispo de Colonia, culto, brillantísimo y mundano, más elegante que nadie en sus vestiduras, más hábil que nadie en el manejo de la palabra y en la poesía que cautiva a las damas de la ciudad. Un día un rayo cayó a los pies de su caballo y le derribó en el polvo. Desde entonces Norberto no parece el mismo. Renuncia a sus prebendas y reparte sus riquezas, aunque sin conseguir que se olvidara su vida anterior y que dejasen de escarnecerle los que le conocieron antes de su metamorfosis.
Ahora reúne a unos discípulos y en un valle desierto cerca de Soissons funda un monasterio que será el origen de la orden premonstratense: bajo la regla de San Agustín y con hábito blanco, mitad monjes, mitad clérigos, los canónigos regulares de San Norberto misionan por toda Europa.
Por aclamación y contra su voluntad, fue elegido arzobispo de Magdeburgo, un prelado descalzo y harapiento al que más de una vez insultaron, golpearon y hasta amenazaron de muerte por no ser blando y transigente, como había empezado por no querer serlo consigo mismo.
Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.