16 de junio. San Juan Francisco Regis (1597-1640)

Nacido en un pueblo próximo a Narbona de una familia de mercaderes, Juan Francisco se educó en los jesuitas de Béziers y en 1616 ingresó en el noviciado que la Compañía de Jesús tenía en Toulouse. Aun antes de ser jesuita, ya se contaban de él prodigios por su heroica actuación durante la peste que azotó aquella ciudad. Su sueño fue evangelizar el Canadá francés, pero nunca se lo consintieron, y dedicó su apostolado a su tierra natal. El apóstol del Languedoc, o «el santo», así era conocido.

Más tarde fue enviado a Montpellier. Allí, y al final de su vida en Puy, feudo tradicional de los calvinistas, se consagra a rehacer la fe y las costumbres, tan maltrechas en aquellas comarcas después de las guerras de religión. Las multitudes acudían a oír a aquel religioso de sotana raída y con remiendos, y de oratoria poco brillante, a menudo tachada de vulgar, pero que sacudía las conciencias con palabras sencillas e irresistibles. Cuando no predicaba o confesaba, recorría las aldeas más apartadas hablando de Dios a los campesinos que no veían un cura en todo el año, y atendía solícitamente a los herejes consiguiendo muchas conversiones.

La fundación de una serie de casas de refugio para mujeres de vida airada dio pie a calumnias y amenazas de muerte, pero lo más duro fue la postura incomprensiva de sus superiores, quienes juzgaron que se excedía en su celo, y que a menudo pusieron no pocas trabas a su actividad, por lo cual San Juan Francisco Regis puede ser también considerado como mártir silencioso de la obediencia.

Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol

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