Giuseppe Sarto ya era tenido por santo cuando era párroco, obispo y cardenal patriarca de Venecia. Como Papa fue muy amado por su bondad, su sencillez y su humildad. Siempre incomodó en medio de la pompa vaticana, recordando una y otra vez la pobreza de su origen y de su familia. Fue amigo de los pobres hasta desposeerse de todo, abrazando con gozo la pobreza tal como escribió en su testamento: «Nací pobre, he vivido pobre y quiero morir pobre».
Al mismo tiempo, activísimo y enérgico («sacerdote y fatiga son sinónimos», «restaurarlo todo en Cristo»), intransigente en la fe y en la defensa de la Iglesia. Mazazo al modernismo, actitud que los progresistas actuales aún no le perdonan, y mano tendida a los modernistas; férreo en los principios, pero «si él da un paso, usted dé dos», recomendaba al obispo del rebelde abate Loisy. Ser Vicediós es muy difícil, y sin duda, Pío X tuvo errores, porque no hay hombre de gobierno intachable.
Se le ha acusado de ser demasiado rígido en la doctrina, aunque según otros sólo cumplió dolorosamente con su deber. Los momentos de crisis no son para blanduras, y, acertado o no en sus métodos, San Pío X hizo siempre honor a su apelativo, el «Papa de los sobrenatural» y tuvo prioridades muy claras que son de santo: «El mal existe, pero antes de combatirlo en los demás tenemos que destruirlo en nosotros mismos».
Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.