Amigo lector: Si me preguntaran qué es la educación respondería que nada mejor para representar su esencia como la imagen de un puente sobre un río.
Aguas abajo discurre la formación del hombre. Un recorrido de adquisición de enseñanzas: saberes y conocimientos; hábitos y prácticas. Río arriba supone una trayectoria colmada de experiencia. La realización del ser humano, que se sabe forjado a base de aciertos y fracasos, y la ofrece como enseñanza al principiante en travesía descendente. Da lo que uno tiene. Y por encima de la corriente, la útil construcción: el puente, que une, conecta y pone en relación al maestro y al discípulo. La educación es cosa de dos: el que enseña y el que aprende. Y entre ellos una correspondencia: de buen trato, atención y cariño. Testimonio y ejemplo. Imitación y seguimiento.
Muchos de los males que nos aquejan en la hora presente tienen su raíz en la educación. El aire que respiramos es necesario para vivir. Lo mismo es la educación para convivir. Sin aire no hay vida. Sin educación no hay convivencia. Resultará necesario descender y ascender por los ríos y tender y cruzar puentes para la ingente tarea de ordenar nuestra existencia. Porque la educación es el remedio superior, el principio ordenador de las demás obras humanas.