Desde que se empezara a tramitar la futura Ley de Educación, los políticos centraron sus controversias en lo que no debiera ser controvertido: enseñanza concertada, religión en las aulas, castellano como lengua vehicular, distribución competencial entre Estado y Comunidades Autónomas o derecho de los padres a la educación de sus hijos. Se tiene la impresión de que cuestiones más prioritarias, como reducir los altos índices de fracaso escolar que presenta nuestro sistema educativo, pasan a un segundo plano.
Para echar más gasolina al fuego de los encendidos debates sobre la misión de la educación, el Gobierno pretende imponer la presencia de un representante del poder municipal en los Consejos escolares públicos y concertados. Pinta lo mismo que un perro en misa. “Ayuntamiento de maestros y escolares con voluntad y entendimiento de aprender los saberes”, así definió el rey Sabio Alfonso X a la Universidad en Las Siete Partidas. En la escuela, a los anteriores, súmese a los padres de los alumnos, pero ¿por qué un representante del Estado? Resabio de rancio estatalismo que recuerda a la otrora acción de oro del Estado en las empresas privatizadas, resistiéndose a la desaparición de sus monopolios. Con el agravante de la presión, cuando no odio, que la ideología siempre inyecta en ámbitos que deben respirar una atmósfera de libertad como es el educativo.
La educación es un derecho. No un servicio púbico. Sí es un servicio público la obligación del Estado de garantizar la igualdad de todos los ciudadanos en el acceso a la instrucción. Si la primera tarea de un legislador es garantizar las libertades en materia educativa, el primer derecho/deber de la unidad familiar es la educación de sus miembros. El derecho a educar corresponde a la familia, a los padres. No es predicable del Estado. Lo enuncian la Constitución española de 1978 y la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948. También es exigencia de Derecho natural. Si las Administraciones públicas adoptaran en materia de enseñanza una posición subsidiaria respecto a la sociedad civil, la educación dejaría de ser campo de batalla ideológica, prolijo capítulo en los programas electorales de los partidos y aciago resorte de control e intervención en manos del poder público, para pasar a ser lo que realmente es: una función social, familiar, nunca estatal. Por ello, la enseñanza es una prioridad de cada una de las familias, de cada uno de los padres.
Un sólido sistema educativo debe estar al margen de visiones partidistas. La formación de hombres de porvenir ha de permanecer a cubierto de los delirios ideológicos con los riesgos que entrañan: adoctrinamiento, contenidos sesgados o manipulación de la realidad que tan funestos y trágicos perjuicios han causado a la humanidad. Inevitablemente, toda la vida humana es tanto más insegura e incierta cuanto más se la hace depender de los caprichos de la pugna política. Quienes en nombre del progreso propugnan una creciente intervención del Estado en la vida pública están consiguiendo ciertamente que nadie tenga la menor sensación de seguridad. Si se destruye dicha sensación se destruye también la vida del propio individuo y en mayor grado la de la familia.
Advirtió el sociólogo Pierre Bourdieu que la escuela no puede ser una reproducción de las creencias de la clase que ostenta el poder porque entonces se convierte en un foco de filias y de fobias. Y lo que es más grave, se vulnera el derecho de los padres a dar a sus hijos una educación acorde con sus creencias. No se puede prescindir de la familia en la educación de los hijos, sino debe potenciarse el acercamiento de los padres a la vida de los centros. No resulta razonable una escuela regida por la costumbre de separar al individuo de la familia, al contrario, debe concebirse como una cierta prolongación del hogar. En ningún caso ha de ser una institución estatal en donde los niños no son instruidos por representantes de los padres y en lo que los padres quieren que sean instruidos, sino por agentes del Estado, verdaderos comisarios políticos que se inmiscuyen en las conciencias de los escolares para enseñarles lo que al Estado interesa, haciendo de ellos ciudadanos manejables y simples trabajadores productivos. Pura vuelta a Gramsci.
Artículo publicado por Raúl Mayoral Benito en el diario digital El Debate de Hoy el 17 de noviembre de 2018. https://eldebatedehoy.eldebate.com/autor/raul-mayoral/
Magnífico y certero artículo, Raúl.
Como docente jubilado, firmo cada una de tus palabras.
Esta sería un gran lección que debieran aprender estos mediocres políticos que nos han invadido.
Gracias Raúl.
Gracias Carmelo