Problema acuciante en la España de hoy es la sequía. De agua, pero también de educación, de moral, de seny, incluso, de goles. En el Metropolitano, a los teóricos goleadores del derby les miró un tuerto anticiclón y permanecieron en las nubes sin mojar. La falta de lluvias y las altaneras temperaturas están provocando una disminución de los embalses, tanto franquistas como blancos. Aquéllos, producto de la dictadura y sus tecnócratas; los segundos, fruto de la nieve acumulada en la cima de las montañas. Y ese gran ladrón del agua embalsada que es la evaporación, se está llevando la mitad o más del agua que los embalses reciben de los ríos.
La evaporación es al agua, lo que la corrupción a las buenas costumbres, el adoctrinamiento a la escuela, el nacionalismo a la convivencia o el tembleque de piernas al pichichi. Todos son factores disolventes y destructivos que impiden que fecundas y limpias obras logren fines profundos y duraderos. Bien sabe el montañero que la profundidad en los ríos limpios de la cordillera se disimula por la transparencia. Lo cristalino, como espejo de virtudes, siempre ha resultado y resultará incompatible con las aguas turbias, con la podredumbre, con la manipulación de la historia, con las mentiras del procés y con el juego subterráneo, eufemismo del sucio.
Continúa la pertinaz sequía de sensatez y concordia entre los partidarios de la secesión catalana. El terreno sigue acartonándose y agrietándose con la escalada de estupideces y falsedades. Marta Rovira, la zombi del procés, nos engaña con sus ataques soeces e inculpaciones calumniosas de muertos y sangre. Nuria de Gisbert, con un rostro tan duro y lucido como los de Bélmez, brama excluyente y faltona contra Inés Arrimadas, una nueva Agustina de Aragón para la épica española y constitucional. Artur Más, que ahora insiste en comulgar con la legalidad al comprobar que peligra su bolsillo. Gabriel Rufián, que aplicado con esmero a diplomarse en una doble titulación: comisario soviético y carcelero de Gulag, amenaza con lo que más le fascina, los grilletes. Y Junqueras, recluido en sus paganas adoraciones nacionalistas se confiesa católico, apostólico y orante. No romano, por ser adjetivo tan universal y de aspiración ecuménica, que no encaja en esas religiones que confunden su extensión con la de los límites políticos e ideológicos nacionales. Herejías perturbadoras de las almas con sinuosos errores y falta de vida profunda.
La España de páramos y pedregales, la de un sol de justicia proyectando un alba de esperanzas pide agua. Si Goethe murió exclamando “luz, más luz”, el español actual gime gritando “agua, más agua”. Al cabo de veintisiete siglos volvemos a expresar en renovada forma la idea de Tales de Mileto de que todo lo creado está basado en el agua. Incluida España.
Artículo publicado por Raúl Mayoral Benito en el diario digital El Imparcial el 19 de noviembre de 2017. https://www.elimparcial.es/noticia/183808/opinion/sequia.html