Las Universidades, como centros de alta cultura, deben afanarse en la investigación científica y en la instrucción humanista.
La formación de excelentes investigadores constituye una riqueza primordial para las naciones, pero también la alta ciencia produce efectos benefactores para el mundo empresarial. Son muchas las empresas que deben su viabilidad a la aplicación de lo que sus físicos, químicos, matemáticos, ingenieros…, y demás profesionales aprendieron en las instituciones de enseñanza superior.
La promoción y difusión de las disciplinas y ramas que constituyen el humanismo resulta asimismo de importancia capital. Los filósofos e intelectuales alumbran las ideas, que transmitidas a la política y concretadas en realizaciones sociales, mueven la Historia.
Ciencia y Humanismo deben colaborar mutuamente en sus avances y hacerlo de manera congruente con la moral. Así, las Universidades, como centros de educación superior, se erigen en un factor de progreso y prosperidad de los pueblos. Es, quizás, la primera y más grave deficiencia de nuestro tiempo la ausencia de colaboración entre científicos y humanistas.