La religión al revés

Los totalitarismos del siglo XX jamás permitieron que en sus sociedades dominadas y controladas férreamente permaneciera libre reducto alguno. Como la religión católica es una religión de libertad y para la libertad pretendieron el destierro o la eliminación de la Iglesia para luego, ocupar su hueco con sucedáneos de religión o religiones al revés. Así actuaron el nazismo y el comunismo en tanto que ideologías materialistas e inhumanas. Sucursales del infierno en la tierra como las describió Joseph Roth, para quien había poca diferencia entre ambos. Fueron sistemas inhumanos e impíos que trataron de alumbrar religiones sustitutorias.

En la Alemania nazi era frecuente encontrar en la prensa esquelas mortuorias con esta mención: “Murió confortado por la fe inquebrantable en el Fuhrer”. El día en que los alemanes, en lugar de saludarse en nombre de Dios, empezaron a saludarse en nombre de Hitler, nació en Alemania un nuevo culto. El análisis más certero del régimen hitleriano como religión sustitutoria, lo hizo el Papa Pío XI en su encíclica En mi angustiosa inquietud, en la que denunciaba la incompatibilidad entre el catolicismo y los presupuestos racistas y paganos del nazismo, movimiento pseudorreligioso, según el Pontífice, y una idolatría completamente inaceptable entre hombre civilizados. Pero la proclamación de un credo civil sustitutivo de la religión no fue estrategia únicamente del nacionalsocialismo. El comunismo también representó un intento de anular la fe católica creando una liturgia atea. Cuando Stalin ordenó el asesinato de cientos de miles de personas en el Gran Terror de 1937, les dijo a algunos de sus colaboradores más antiguos que estaban a punto de ser eliminados en las purgas: “Quizá pueda explicarse por el hecho de que habéis perdido la fe”. En efecto, el comunismo era una fe, una creencia en una religión laica o secularizada. No en vano, al Moscú soviético se le llamó la Roma del proletariado. En La corte del zar rojo, Simon Montefiore subraya una y otra vez el fanatismo de los primeros bolcheviques. Odiaban el judeocristianismo pero la ortodoxia de sus padres se vio sustituida por algo incluso más rígido: una amoralidad sistemática. Los redentores de la esvástica y de la hoz y el martillo sustituyeron a Dios como si ellos fueran Dios. Y así como los emperadores de Roma se creyeron dioses y sucumbieron, lo mismo sucedió a los emperadores totalitarios.

En su visita a Bolivia el Papa Francisco ha sido agasajado por el presidente Evo Morales con un obsequio difícilmente comprensible: Una escultura que representa un Cristo crucificado sobre el mango de un martillo unido a una hoz, o una hoz y un martillo, en cuyo mango se halla un Cristo crucificado. La talla es una reproducción de una obra realizada por el jesuita español Luis Espinal, asesinado por paramilitares en la Bolivia de 1980. Para la posteridad ha quedado el rostro de asombro y extrañeza con que el Santo Padre ha recibido semejante presente. Cuando Karol Woytila era Arzobispo de Cracovia se alzó discrepante y resistente ante algunas voces del Vaticano que concluían que la única vía para la supervivencia de la Iglesia católica era la coexistencia condescendiente con los hijos de Marx. Quien mas tarde sería el Papa Juan Pablo II dijo que no caben concesiones con ideologías que te privan de libertad y te arrebatan el alma. El tiempo le abastecería de razón. Las religiones al revés siempre son derribadas.

Artículo publicado por Raúl Mayoral Benito en el diario La Razón el 11 de julio de 2015.

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